Jefe del Carúpano
Capitán Jesús Teodoro Molina Villegas
El primer militar en asustar a Betancourt fue el Capitán de Corbeta, Jesús Teodoro Molina Villegas, hoy Capitán de Fragata. Molina Villegas capitaneo un alzamiento el 4 de mayo de 1962, en la ciudad de Carúpano. En efecto, el diario vespertino El Mundo, título a 8 columnas: Golpe en Carúpano. Infantería de Marina y Guardia Nacional se alzaron y tienen la ciudad dominada. Operación envolvente de aire, mar y tierra se realiza para dominar a los insurrectos. Se teme inspiración de la extrema izquierda. Los partidos PCV y el MIR son ilegalizados, y suspenden garantías.
"Fuerzas de los contingentes acantonados en Barcelona y Puerto La Cruz, leales al gobierno, marchaban esta mañana rumbo a Carúpano, con la orden de sofocar las acciones del batallón de infantería que, al mando del Capitán de Corbeta Jesús Teodoro Molina Villegas, se encuentra en rebelión en aquella localidad desde las primeras horas de la mañana de hoy", así informaba El Mundo.
Bloqueada Carúpano
Todas las comunicaciones con Carúpano fueron bloqueadas y la ciudad quedó completamente aislada del resto del país. Se dio a conocer que el contingente alzado cuenta con algo más de 450 efectivos. Se dio a conocer el nombre de los insurrectos: Jefe, Capitán de Corbeta, Molina Villegas, seguido del Mayor Pedro Vegas Castejón (jefe de la FAC), Teniente de Corbeta José Farías Abreu, Teniente Octavio Acosta Bello (FAC), Teniente de Fragata Luis Delgado Delgado, Teniente Héctor Fleming Mendoza, Teniente Eufrasio Silva Mata, entre otros.
Radio Carúpano fue tomada por los alzados, y suspendió las trasmisiones regulares, y, en su lugar difundía el siguiente mensaje: "Por algunas emisoras comerciales del país se ha comenzado a propalar la especie de que nuestro movimiento iniciado en la madrugada de hoy cuatro de mayo, es una simple acción sin principio, esta calumnia no resiste el más pequeño análisis de cualquier venezolano común. Ya en nuestro manifiesto inicial decimos nuestro propósito al declarar que estamos luchando por lograr la recuperación democrática del país, la vigencia de la Constitución.
"El Gobierno de Rómulo Betancourt se ha colocado al margen de los principios y sus minorías incondicionales, pese a que ellos fueron bandera del movimiento popular del 23 de enero de 1958 y pese a que esos principios fueron jurados por el Presidente. Estos principios han sido pisoteados, se ha usurpado el régimen democrático y los problemas del país han sido agravados por este Gobierno del modo más irresponsable y poniendo en práctica un ventajismo irritante y una represión contra el pueblo cada vez más agresivo y brutal…".
Jesús Teodoro Molina Villegas, aún vive. Esta residenciado en Margarita y ya ha cumplido los 94 años de vida. Un hombre sencillo y de buena habla. Vive tranquilamente sus días. Lee un poco, ve un poco de televisión, y se alegra cuando recibe una llamada de algún sobreviviente y compañero de aquella época inolvidable. "añoro recibir una llamada de algún compañero", me dijo una vez.
El jefe del Porteñazo
Capitán de Navío Manuel Ponte Rodríguez
Hacen 55 años de la muerte del Capitán de Navío Manuel Ponte Rodríguez, en una de las cárceles de la IV República: El Cuartel San Carlos. Murió sin pedir cacao al carcelero, ni al dueño del carcelero. Murió como mueren los hombres hechos de puro corazón, de puro coraje, de pura conciencia y de puro amor por Venezuela. Murió por su Patria, la cual amó profundamente. Fue el Capitán Ponte Rodríguez el máximo jefe del movimiento cívico-militar denominado como El Porteñazo. Más tarde, con el correr de los años de lucha, fue nombrado Comandante General de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN). En esa trinchera duró el tiempo necesario para fortalecer la lucha armada. Desde la cárcel, en 1962, envió un mensaje a los combatientes de todos los frentes:
"Compañeros procesados en todas las cárceles y demás combatientes: No podemos menos que sentirnos satisfechos por la labor realizada en 1962. Una labor que en todo momento tuvo como guía nuestras mejores intenciones a favor del progreso económico, social y político de nuestro pueblo, así como por la definitiva erradicación de las cadenas de oprobio y miseria que lo subyugan. Al evaluar las acciones revolucionarias que sirvieron de jorja gloriosa al espíritu rebelde de nuestro pueblo, miramos al futuro con absoluta confianza. Miramos al futuro con la certeza de que muy pronto vendrá el día de la liberación. Miramos la liberación como el comienzo del fin de los lazos coloniales que mantienen en el atraso a nuestra patria. Miramos a nuestra patria ocupando el sitial de dignidad que le corresponde por sus tradiciones históricas, por sus riquezas materiales y morales y por la nobleza y bravura de nuestro pueblo.
A ustedes y sus seres queridos hago llegar mi ferviente deseo porque este año les sea propicio para alcanzar sus anhelos de justicia y libertad de en una patria libre y soberana".
¡Con el pueblo hasta la muerte!
Capitán de Navío.
(Tribuna Popular, en la clandestinidad)
El gran jefe
El Capitán de Navío, Manuel Ponte Rodríguez, fue el máximo jefe de El Portañazo, y fue el único del grupo que no fue enviado al campo de concentración "Rafael Caldera", en la isla del Burro, por evidente quebrantos de salud. Con el correr de los meses su enfermedad se fue manifestando con más fuerza, lo que preocupó a sus familiares, como a nosotros, y a los mismos oficiales, encabezados por el general Castro León, que le hacían compañía en el Cuartel San Carlos, bajo la jefatura del Mayor Pulido Tamayo. En la medida en que se agravó, en esa medida se hicieron todas las diligencias pertinentes para que las autoridades del Cuartel autorizaran su traslado al Hospital Militar. Pero todo resultó infructuoso, ante la cara dura, terquedad e inhumana posición del Mayor Pulido Tamayo. Así se prolongó la agonía de nuestro Capitán, hasta que Dios decidió arrancarlo de la miseria humana que le impidió recibir la atención médica oportuna que salvaría su vida.
La agonía de un preso con dignidad
"Son las 3 pm., aumenta el dolor. Dice el Capitán Ponte Rodríguez que se siente como un taladro en el pecho, y que el dolor es muy fuerte. Nos pregunta que cuándo vendrá el médico, para que le ayude a quitar el dolor, le respondemos que debe estar por llegar. En efecto, ya se había cumplido una hora de haberse avisado al Hospital Militar. "Vendrá en un burro", dijo con cierto humor. Continuamos frotándolo con agua colonia por todo el cuerpo…". (Estas palabras son recontadas por el Tte. Coronel Moncada Vidal, amigo y compañero del enfermo).
Así, querido lector, pasaron las horas sin que el preso recibiera la atención médica requerida. Mientras tanto, todos los presos militares estaban llenos de angustia e impotencia. Nada podían hacer, más que estar a su lado y frotarle el cuerpo con lo que él pedía: colonia. El hombre silencioso, pero pleno de pasión por su patria, estaba agonizando sin que las autoridades hicieran un mínimo por atenderlo como se merecía. Rodeado de sus amigos militares, tanto los de izquierda como los de la derecha. Todos, toditos, unidos en aquel momento de dolor y angustia.
El frío de la muerte
"El Comandante Moncada Vidal, quien había oído hablar a su madre del "frío de la muerte", se quedó observándolo, al mismo tiempo que pensaba si ese frío tan intenso que estaba sintiendo el Capitán Ponte, no sería ya el frío de la muerte, y ni el médico ni los auxilios llegaban, al mismo tiempo se decía para sí: "no puedo creer que ya la muerte lo esté acariciando". El Mayor Ramos busca una bolsa de agua caliente para ponérsela en los pies… De pronto el Capitán Ponte se quita la cobija, y dice que ahora tiene calor, que le pongan agua de colonia. Se la pone el Coronel Edicto Ramírez en el pecho. Chucho Molina en la frente viéndolo con dolor y profunda tristeza. Moncada Vidal lo abanica. Ponte le dice que no lo abanique más, y le ponen friccionarle en los pies y piernas. Mientras tanto, el Capitán Oleízola está temperando emplasto que ha calentado y lo tiene envuelto en un paño…".
"Son las 3 y 15 minutos, más de una hora ha pasado desde el inicio, y nada, más de una hora ha pasado desde el inicio y nada que aparece el médico, ni la bombona de oxígeno, ni la inyección para calmar el dolor", así lo narró el Comandante Moncada Vidal, dos meses después de la muerte de su amigo, quien siempre estuvo al lado del moribundo jefe de El Porteñazo, hasta su último suspiro. El relato es producto del cariño, el aprecio y el amor por un hombre de la talla de Manuel Ponte Rodríguez. "… La crisis final del Capitán Ponte Rodríguez comenzó el martes 21 de julio. Solicitó los servicios de un especialista, que apenas llegó el jueves 23. Su diagnóstico fue de apaciguamiento: "Son espasmos naturales de quien ya ha sufrido un infarto", eso fue lo que opinó el médico. Estaba completamente equivocado. Al días siguiente, Ponte Rodríguez sufrió un ataque mortal".
Sigue el relato, en tercera persona, del Tte. Coronel Moncada Vidal:
"Chucho, échame agua colonia en el pecho" (se refería al Capitán de Corbeta, Jesús Teodoro Molina Villegas, jefe de El Carupanazo), quien obedece el pedido del amigo… Como la noticia de que le ha dado un dolor al Capitán Ponte se ha regado por los tres sectores, en donde están detenidos muchos militares, todos los oficiales y Suboficiales presos corren a la habitación del enfermo, y se turnan para tener presencia ante "el preso de la dignidad".
El médico no llega y el enfermo está muerto
"Son las 3 pm., aumenta el dolor. Dice el Capitán Ponte Rodríguez que se siente como un taladro en el pecho, y que el dolor es muy fuerte. Nos pregunta que cuándo vendrá el médico, para que le ayude a quitar el dolor, le respondemos que debe estar por llegar. En efecto, ya se había cumplido una hora de haberse avisado al Hospital Militar. "Vendrá en un burro", dijo con cierto humor. Continuamos frotándolo con agua colonia por todo el cuerpo. Se percibe en el ambiente el desenlace fatal…". En efecto, a las 3 y media de aquella angustiosa tarde, del día 24 de julio de 1964, cerró sus ojos, el Capitán de Navío Manuel Ponte Rodríguez, Cuando no había nada que hacer fue cuando llegó un médico, para soltar en medio del dolor: "Esta muerto". En seguida llegaron unos enfermeros del Hospital Militar, lo montaron sobre una camilla y se lo llevaron rumbo al Hospital Militar.
El sepelio del Capitán Ponte Rodríguez, se realizó ante un numeroso grupo de personalidades, entre familiares, amigos y compañeros de La Armada. El entierro salió de la residencia de la familia Ponte, en Los Palos Grandes a las cuatro de la tarde. Entre las personalidades asistentes, se contaron: Don Andrés Sucre, doctor Luis Emilio Gómez Ruiz, los Vice-Almirantes Wolfang y Carlos Larrazábal; Capitán de Navío Miguel Benatuil, el ex Comandante de la Armada, … Oscar Ghersi Gómez, Capitán de Navío Tulio Pérez Rojas, el doctor Arturo Sosa, entre otras personalidades.
Segundo jefe del Porteñazo: Pedro Medina Silva
A la izquierda, Capitán Ponte Rodríguez, al centro Capitán Medina Silva y a la derecha el Capitán Víctor Hugo Morales.
Este hombre de fácil palabra, como fácil era para él hacer amigos, nació en Cúa, estado Miranda. Tenía un modo de llegarle a la gente con su don de gentil-hombre. Era amable y desprendido. Si alguien se enamoraba de una chaqueta que él exhibiera, se la quitaba y se la regalaba. Así era este mirandino que quiso convertirse en lobo de mar. Y un día se encontró como dirigente de un alzamiento militar que ha pasado a la historia como uno de más sangrientos, debido a la batalla que se escenificó en Puerto Cabello entre los infantes de marina y la tropa del Cuartel Carabobo. Estuvo preso en el Cuartel del Batallón Carabobo en Valencia. Luego fue pasado, junto con sus compañeros, al Cuartel San Carlos y de allí al Campo de Concentración "Rafael Caldera", en la isla del Burro. Por cierto, recién llegados, los militares provenientes del Cuartel San Carlos, Medina Silva fue una figura descollante en la isla. Los oficiales encargados de la seguridad del penal lo visitaban con frecuencia, y era saludado con respeto. Inclusive, algunas veces lo sacaban y lo montaban en un "jeep", llevándolo a pasar revista a las instalaciones del penal. Aunque usted no lo crea, pero es la pura verdad. A las pocas semanas cambiaron a los oficiales custodios. ¿Qué pasó allí? Lo imaginamos. Pero lo increíble fue que no se hubiese aprovechado esa oportunidad que brindaban estos oficiales, para intentar una fuga. Pienso que hubiese sido exitosa. Pero algo pasó que no se produjo. Tal vez no hubo la pronta coordinación con la dirigencia de los partidos de izquierda: el PCV y el MIR. Se hubiese querido una logística bestial, dado el grupo numeroso de presos.
La fuga del 25 de diciembre de 1963
El Capitán Pedro Medina Silva, fue protagonista de una de las fugas más espectaculares en los anales de una cárcel como la que funcionaba en la isla del Burro. En efecto, Medina Silva, junto al Mayor Manuel Azuaje Ortega, el doctor German Lairet y Gasón Carvallo, un 25 de diciembre de 1964 le dijeron adiós a sus compañeros y a la isla del Burro. Mientras que, el siguiente día, la revista "Elite" informaba lo siguiente: "En los pasados días navideños, toda la Nación fue sacudida con la noticia sobre la espectacular fuga de un grupo de procesados militares recluidos en el Penal de Tacarigua, más conocida como la isla del Burro. El Presidente Betancourt ordenó a tres Ministerios una investigación exhaustiva del caso, para determinar cómo se fugaron los presos. Pero, hasta hoy, ha sido un misterio la forma en que se produjo la evasión".
La misma revista Elite, apuntaba: "La Penitenciaría de la Isla de Tacarigua parecía la más segura de todas las cárceles del país. Cuando se reacondicionaron sus instalaciones, nadie se preocupó en reducir el presupuesto ni en ninguna economía con tal de que fuere un presidio a prueba de fugas. El Ministerio de la Defensa ya había planteado la necesidad de un penal especial para algunos procesados militares. Las antiguas fortalezas de El Vigía, en La Guaira, y Libertador en Puerto Cabello, ni el Cuartel San Carlos de Caracas, y menos aún las cárceles nuevas, tenían capacidad y todos los elementos de seguridad necesarios para garantizar la prisión de unos 200 civiles y militares tenidos como "peligrosos" y condenados a doce o treinta años". En fin, se afirmó, para la época, que el gobierno de Rómulo Betancourt había invertido más de 14 millones de bolívares para reacondicionar el viejo Penal, y brindarlo contra fugas.
La visita y las angustias
Todas las visitas culminaban a las cinco de la tarde, menos la del 25 de diciembre de 1964, la cual se extendió hasta el anochecer por un pedido hecho a la Dirección del penal, bajo el argumento que era un día especial para familiares y presos. Se trataba del 25 diciembre, donde aún queda una extensión de la alegría de la Nochebuena. Cabe señalar, que otro pedido concedido por las autoridades del penal, fue el de que se nos permitiera a los militares reunirnos con los camaradas civiles en nuestro sector. Eso fue concedido. Entonces, todo era alegría entre todos: familiares, amigos, presos civiles y militares. Todos unidos, todos alegres, todos por una misma causa. Pero, a todas estas, ¿qué se estaba cocinando? Había un ambiente demasiado contagiado con la alegría. Algo raro había que yo, en lo particular, no podía explicármelo. Notaba un cierto "cuchilleo" entre unos grupos, por aquí, y otros por allá. Mientras las horas iban avanzando, notaba más tensión, aunque bien simulada. Así nos cogió el anochecer, es decir, la hora del regreso de nuestros familiares y amigos. Las despedidas largas. Abrazos, sonrisas y hasta lágrimas, conformaban aquel ambiente a la hora de la partida. Hasta que se fueron, rumbo a la caseta de registro, donde esperaban los Guardias Nacionales. A todas estas los compañeros civiles fueron conducidos a sus galpones. El sector militar quedó desolado, pero tenso. Los rostros de algunos confirmaban que algo sucedía, de lo que yo no sabía nada.
Todos agrupados, con las miradas fijas hacia la caseta de requisa. Vimos como los familiares, uno a uno fue abordando la gabarra, mientras algunos de mis compañeros se comían las uñas. Hasta que embarcó el último, y la gabarra comenzó a moverse hasta que casi se pierde de nuestra vista. 20 minutos bastaron para que la gabarra atracara en el embarcadero. Mis compañeros explotaron de alegría. Y no era para menos: entre el grupo de familiares y amigos, iban disfrazados cuatro compañeros: el Capitán Pedro Medina Silva, el Mayor Manuel Azuaje Ortega, el doctor Germán Lairet, y Gastón Carvallo. Y se comenzaron a oír historias. Se dijo que entre los visitantes había entrado el actor Rafael Briceño, y, con él, un maquillador. El caso es que los fugados fueron transformados en un médico, una mujer, un cura y un enfermero. Tan pronto pusieron pues sobre la tierra, se introdujeron en unos carros que se perdieron en la incipiente noche.
Medina Silva en Cuba
Dos meses después se supo que el Capitán Pedro Medina Silva se encontraba en Cuba. Luego regreso al país clandestinamente, más tarde cundió la información de que había sido nombrado Comandante General de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional. Luego apareció en el exterior, concretamente en Chile. Y de allí regresó a Venezuela, previas conversaciones con el gobierno de Rafael Caldera. Antes había renunciado a la comandancia de las FALN. Fue recluido en el Cuartel San Carlos, de donde salió en libertad a los tres días. En la clandestinidad uso los nombres de Manuel Montaner y "Comandante Jesús".
Medina Silva negoció con el gobierno
En declaraciones a la prensa, luego de salir en completa libertad, dijo entre otras cosas: "Tengo pocos días de haber vuelto al país, luego de vivir en Chile y el Perú, y acepté el diálogo con el gobierno venezolano para luego entregarme. Yo consideré que ese diálogo es un rectorado de dignidad dentro de las normas que se le exigen a los hombres revolucionarios. Acepté ese diálogo con este gobierno, pero nunca hubiera tomado tal decisión si el país estuviera regido por Acción Democrática, ya que yo era un enemigo jurado de su gobierno, en especial en la época de Rómulo Betancourt…". Más adelante, dijo que las FANL ya no existían. Pero reconoció que el Frente de Liberación Nacional (FLN) sí existía. "Se trata de un organismo creado con el máximo interés de establecer en el país un verdadero gobierno a favor de las clases populares… Si no hubiera sido por el Partido Comunista de Venezuela, los que encabezábamos los movimientos insurrectos contra el régimen de Betancourt, en Carúpano y Puerto Cabello, no estuviéramos vivos". Sobre la "Muerte" del periodista Fabricio Ojeda, en un calabozo del SIFA, dijo enfáticamente: "Pongo en duda que Fabricio se hubiera suicidado. Él era un hombre llamado a la vida, un poeta, con virtudes e ideas revolucionarias; por ello sostengo que no ha podido quitarse la vida". Cabe señalar que el Capitán de Fragata, Pedro Medina Silva, murió en Caracas, alejado totalmente del gobierno de Hugo Chávez. ¡Cosas de la vida!
Tercer jefe del Porteñazo
Capitán de Corbeta Víctor Hugo Morales
El Capitán de Fragata, Víctor Hugo Morales, es el único sobreviviente del trío de jefes del Porteñazo. Este hombre de baja estatura, pero de un corazón gigante, se parece a un árbol roble, cuyas raíces están profundamente enterradas en la tierra. A pesar de los pesares ya ha cumplido los 90 años de vida. Una vida intensa y bien vivida. Hace poco escribí algo sobre este militar casado con su patria, y dispuesto a defenderla de las amenazas del imperio y sus lacayos criollos, a pesar de su edad. Por las venas de Moralito, como se conoce popularmente, corre un torrente de dignidad inigualable. A continuación lo que escribí de él:
Dignidad y voluntad de hierro
Hay hombres de hombres. Yo conozco a uno de esos hombres cuya vida es una estela de dignidad a toda prueba. Lo conocí en circunstancias muy especiales de mi vida. El 2 de junio de 1962, vi a un militar que caminaba con prestancia, con orgullo y con una ametralladora terciada, que indicaba que estaba rodilla en tierra, y pregunté: ¿Quién este señor? Me respondieron: "Es el capitán Víctor Hugo Morales", el tercer jefe de este movimiento militar que ha ´reventado ‘hoy". Me sorprendí. Había oído hablar de él, pero lo imaginaba un hombre de 180, de cuerpo fornido y voz de barítono. Pero este señor era todo lo contrario. Lo que nunca imaginé era que tuviera un corazón de palpitación casi "eterna". Una férrea voluntad de hierro, un fervor nacionalista y revolucionario como el que más. Un máximo amor por su pueblo y su futuro. Esas virtudes las conocí con el tiempo, una vez que el movimiento militar fue controlado por las tropas gubernamentales, y nos encontramos frente a frente tanto en el cuartel Carabobo, como en el Cuartel San Carlos, y luego en la Isla del Burro, o Campo de Concentración "Rafael Caldera".
90 años bien vividos
Este venezolano ejemplar nació en Caracas, y ya está acariciando los 91 años de edad. Es un hombre amable, con una voz cadenciosa, pero firme. Es muy familiar. Ama a su esposa, a sus hijos y nietos. No es rencoroso ni amigo de sembrar cizañas. Es reflexivo, le gusta leer, sobre todo le apasiona la historia. Y también le gusta escribir sobre temas políticos. Es autor del libro "Dos generaciones", y de un centenar de artículos de prensa. Lo recuerdo como un hombre de escucha cuando se le solicitaba alguna opinión sobre algún problema. Allí estaba el hombre comprensivo para ayudar a quien lo necesitaba. Fue visto por sus compañeros como un hombre inquebrantablemente terco, cuando se trataba de defender sus ideas, sus posiciones, o sus modos de entender el acontecer político de la década de los 60. Se nos presentaba como un hombre analítico, reflexivo y visionario acerca de la realidad que estábamos viviendo, desde el punto de vista político y desde el punto de vista del escenario que involucraba a los partidos de izquierda. Fue un defensor a ultranza de los lineamientos que bajaban del Partido Comunista de Venezuela. Leía, en la cárcel, muchos libros marxistas leninista, y basado en su experiencia daba charlas sobre ese tema al resto de sus compañeros. Igualmente, se le veía impartiendo clases sobre estrategia militar. Para él no había descanso para el estudio ni para el análisis.
La cárcel no lo doblegó
Fue en la isla del Burro, durante los cinco años de encierro, en ese inhóspito lugar, cercado con alambre de púas y electricidad, y garitas de vigilancia, que pude conocer más al capitán de Corbeta Víctor Hugo Morales. Se mostró como un hombre de una sola pieza. Nunca flaquearon sus fuerzas, nunca titubeó o se llegó a doblegar ante el carcelero. Tal vez por eso el gobierno de Raúl Leoni no lo liberó junto al resto de nosotros, en agosto de 1967, sino que lo dejó solo en la cárcel o campo de concentración, durante un año más. Salió en 1968. Más revolucionario que nunca, más luchador, más convencido de que la lucha había que continuarla hasta la muerte. Víctor Hugo Morales, ha sido un digno ejemplo de lo que es ser un revolucionario a carta cabal. Se ha mantenido por más de 60 años en una sola línea. La línea de la rebeldía en contra de un Estado y un sistema de gobierno injusto y opresor. En efecto, mientras otras personas han consagrado su vida a acumular riqueza fácil, él consagró su vida a la lucha por la soberanía y la libertad plena de su patria. "Mi último suspiro será para y por mi patria" habría dicho una vez.
Revolucionario hasta la muerte
Víctor Hugo Morales fue diputado de la Asamblea Nacional. Y siguió siendo el mismo. Fue presidente del Parlatino, y siguió siendo el mismo. Está cerca de cumplir 90 años y sigue siendo el mismo. Por esa actitud, por esa entrega íntegra al proceso revolucionario, el Comandante Hugo Chávez siempre lo nombraba, como un digno ejemplo, cuando en el golpe del 2002, estando en Miraflores, fusil en mano, en aquellas horas duras, plenas de incertidumbre, el capitán Morales le dijo al presidente Chávez: "¡Mande mi Comandante, estoy listo para defenderlo y para defender la patria". Hugo Chávez, nunca olvidaría aquel gesto noble del Capitán Morales, por lo que en varias oportunidades recordó aquel episodio. Los sobrevivientes del Carupanazo y el Porteñazo le debemos mucho al gigante de la revolución bolivariana, Hugo Rafael Chávez Frías. Los detalles sobran. Pero también le debemos mucho al capitán Víctor Hugo Morales. Él ha sido consecuente con reclamar los derechos que nos corresponden por haber sido actores principales en la abertura del camino al 4 de febrero. Él a través de todos los medios posible ha clamado por ¡NO AL OLVIDO! Para quienes lo dimos todo por un futuro mejor para nuestra patria. Y hoy día, cuando apenas pasamos de la docena de sobrevivientes, gracias a ese empeño se nos ha reconocido nuestro aporte al proceso revolucionario que encabezó, posteriormente, Hugo Chávez. ¡Honor a quien honor merece!...