Los venezolanos estamos plenamente conscientes que está tierra es un prodigio de Dios, en esta nación hay inmensas riquezas y reservas de petróleo, la primera en el mundo; de oro, la primera de la América Latina; en gas natural, también primera en el mundo; en coltán, Venezuela se encuentra entre los 7 países del mundo con reservas probadas; gigantescas cantidades de hierro; cobre; aluminio; níquel; diamantes y deje usted de contar, esta patria es un portento de riquezas en minas de metales y no metales, y como si fuera poco, aquí el acuífero de agua dulce es el Nº 11 entre los 30 países del Continente Sur Americano, si, se dijo bien, CONTINENTE SUR AMERICANO; aquel que comienza al Sur del Rio Grande hasta la Patagonia. Es por todas estas riquezas que Venezuela es un país muy apetecible para cualquier potencia extranjera y más para los gobiernos de los EE. UU., con su doctrina Monroe de AMÉRICA PARA LOS AMERICANOS. Desde casi la independencia de los EE. UU., sus gobiernos han tratado a las naciones Sur Americanas como si fueran el patio trasero de su casa, sin embargo, para hacerles comprender a todos ellos que esto no seguiría siendo así, surgió un líder en el siglo XX que sembró en la conciencia de los pueblos Latinoamericanos y del Caribe la idea de que somos soberanos y totalmente independientes, ese adalid revolucionario, enérgico y combatiente por esa causa redentora se llamó *Hugo Rafael Chávez Frías; un llanero venezolano con los pantalones bien puestos.
Indudablemente que los halcones rapaces, gobernantes guerreristas de Estados Unidos, ahora andan más impacientados, por la fuerza que representa la revolución bolivariana, y por ello han y están utilizando todos los medios posibles con la finalidad de desenterrar la semilla conceptual de patria libre e independiente esparcida a lo largo y ancho de todos los países que conforman al CONTINENTE SUR AMÉRICANO, por lo que EE. UU. está claro que su primera labor radica en la destrucción de la victoriosa REVOLUCIÓN BOLIVARIANA. Pero resulta que ya se convencieron de que esa destrucción no la van a lograr, ni a pesar de contar con un grupo bastante violento de lacayos venezolanos que están colaborando y buscando se ejecute la invasión armada al territorio venezolano. No, no, jamás Estados Unidos podrá lograr imponer su política de dominación en el suelo de Bolívar, porque, les digo otra cosa, ¡Aquí hay bastante cojones!, y además también les digo otra cosa ¡Aquí hay bastantes ovarios como para resistir lo irresistible! Pero bueno, ahora vamos de vuelta y retomar el amplio tema del cual hemos tratado durante los 8 escritos anteriores. Veamos.
Lo que luce muy preocupante es el hecho de que la garantía de seguridad colectiva sólo funciona como se desprende del artículo 3° "en caso de un ataque armado", en los demás casos en que la inviolabilidad, la integridad del territorio, la soberanía o la independencia política fueran afectadas por una agresión que no sea ataque armado, por un conflicto Extra-Continental o Intra-Continental, o por cualquier otro hecho y/o situación que pueda poner en peligro la paz de América, se prevé sólo la consulta ante el órgano competente a fin de que éste acuerde las medidas que deban ser tomadas. Pudiera darse el caso, como en efecto ha sucedido en el siglo XX, que acciones no precisamente armadas hayan configurado verdaderas agresiones de corte neocolonialista, de tal suerte que cuando la consulta se verifique, puede ser ya demasiado tarde y el agresor haber adquirido ventajas definitivas que hagan imposible el restablecimiento completo del statu quo; como lo prevé el artículo 7° del mismo Tratado. La historia ha registrado casos en que volver al statu quo de antes es una empresa ardua y de realización problemática, de manera que este Tratado si bien aspira resguardar la integridad territorial, la soberanía y la independencia política de las naciones americanas frente a cualquier agresión armada o no, resulta ser ineficaz. En el segundo de los casos se establece mecanismos de defensa poco seguros, porque podría tratarse de una de esas acciones pérfidas que minan la independencia de un Estado y desquician su soberanía, sin que se pueda precisar exactamente en qué momento se inició la acción corrosiva; agresión sin ataque armado. ¡Cuán preferible hubiera sido el que en estos casos pudiese también invocarse, sin necesidad del largo procedimiento de la consulta, el derecho natural de la legítima defensa individual o colectiva! Por otra parte, es indiscutible que los países pequeños y desunidos han sido obligados por las circunstancias a colocarse bajo la tutela del gran país al Norte del Río Grande, con la finalidad de asegurarse su protección ante la amenaza de las potencias europeas.