Hace 55 años: ¿Cómo vivíamos 374 presos políticos en la isla del Burro?

Los presos militares estábamos aparte de los civiles. Respecto a nosotros, los militares, llevábamos una vida de disciplina y de entrega al estudio. Transformamos la cárcel en un centro de de lectura y de estudio. La cárcel, de alguna manera, al pasar los años, nos iba moldeando y haciendo de nosotros no sólo revolucionarios íntegros, sino hombres de bien. Estábamos divididos en grupos de lectura y estudio. Cada día, disciplinadamente, nos encontrábamos en el mismo lugar. Había veces que teníamos que exponer ante el grupo: temas como historia de Venezuela, partidos políticos, geografía, filosofía y economía. Otras veces, analizábamos lo que estaba pasando en los frentes guerrilleros, según las informaciones que nos llegaban al penal. También era objeto de análisis las acciones del gobierno de Rómulo Betancourt, y después el de Raúl Leoni. Un grupo recibía clases de estrategia y táctica militar, de parte del Capitán Víctor Hugo Morales.

Por otro lado, parte del grupo se dedicaba a hacer deporte, cuando no estaba en horas de estudio. El béisbol era el deporte más practicado. Pero, igualmente, no dedicábamos a cocinar. Para tal cuestión habían conformadas unas tres cooperativas de comida. Cada grupo competía con el otro, en el buen sentido de ver quién cocinaba mejor. Esas eran las principales actividades grupales. Algunos teníamos rutinas especiales. Por ejemplo, unos estudiaban mecanografía, mediante un método. Algunos escribían cuentos y artículos para el mural "Vanguardia". Y hasta veíamos a alguno estudiando música, con el método del profesor Calcaño. En fin, no había chance para la vagancia. Puedo decir, grosso modo, que la cárcel, para nosotros, nos permitió reencontramos con nosotros mismos, y nos enseñó el dominio de sí mismo, disciplina y concentración. Sobre todo que, desde el primer día en el Campo de Contracción "Rafael Caldera", parte de nuestra energía y pensamientos se los dedicamos a planear fugas. La mayoría fracasaron menos una, de la cual hablaré más adelante. Cabe señalar, que hasta hubo un criadero de pollos, que la Dirección del penal compraba para la alimentación.

Lo único que no pudimos hacer, fue saber qué pensaba, internamente, cada uno de nosotros. Tal vez, nos tragábamos nuestros pensamientos, sin descubrirlos ante los demás. Cada quien tenía un rincón impenetrable. Mientras que hacia el exterior, la mayoría éramos extrovertidos. Lo que no se pudo evitar fue la creación de mini grupos catalogados como radicales o "come candela", los "nini" y los ortodoxos. No faltaba, por supuesto, los "pensadores". Pero, a la hora de la verdad, todos éramos uno.

¿Quiénes éramos en el sector militar?

Al grupo que llegamos proveniente del Cuartel San Carlos, se nos unió otros compañeros venidos de diferentes cárceles del país. En total, éramos:

Capitán de Fragata Pedro Medina Silva(+) Capitán de Corbeta Víctor Hugo Morales, Mayor Manuel Azuaje Ortega, Capitán (r) Ejército, Julio Bonnet Salas (+), Capitán Ejército Raúl Hernández W., Capitán Américo Serritiello(+), Tte. Exio Saldivia, Tte. Gonzalo Abreu Molina, Tte. de Fragata Antonio Piccardo, Tte. de Fragata Pastor Pausides González, Tte. de Fragata, Carlos Fermín Castillo, Tte. de Fragata, Tte. de Fragata, Wallis Medida Rojas (+), Tte. de Fragata, José Florencio Ramos Meléndez, Tte. de Fragata, Antonio Piccardo Román (+), Alférez de Navío, Ottoniel Piccardo Román, Alférez de Navío, Alférez de Navío Andrés Alberto Leal Romero, Alfárez de Navío, Jaime Penso Nebrús (+), Alférez de Navío, Rafael Sierra Acosta(+), Maestre de Primera Rafael Simón Camacaro Cuicas(+), Maestre de Primera, Luis Armando Martínez(+), Maestre de Primera Manuel de Jesús Poyert(+),Maestre de Primera(a) Luis Gregorio Guerrero Chávez(+), Maestre de Segunda, Manuel Vallejo Córdoba(+), Maestre de Segunda, Luis César Jiménez Adrián(+), y el Maestre de Segunda, Teófilo Santaella. Tte. Nicolás Hurtado Barrios(+),Cap. Oscar Pérez Arévalo, Tte. Juan López Bosch, Tte. Gonzalo Abreu Molina, Tte. Octavio Martorelli, entre otros.

Entrevista

Fernando Zago: "Cuando nosotros llegamos a la isla nos recibieron a peinitillazos limpio"


C:UsersTeofiloDesktopFOTOS PAPA APORREA 2IMG-20170516-WA0003.jpg

Fernando Zago


C:UsersTeofiloDesktopFOTOS PAPA APORREA 2IMG-20170521-WA0004.jpg

 

Miqueas Figueroa, Víctor Hugo Morales, Hugo Chávez, Clodosbaldo Russián y Fernando Zago

En un "Aló Presidente" que se realizó en la isla del Burro

El periodista se valió de los medios tecnológicos disponibles para hacerle una entrevista al camarada Fernando Zago, desde Puerto Ordaz a Caracas, su lugar de residencia. Él es un veterano hombre de lucha. Desde joven, cuando estudiante, se enrola en las filas de quienes buscaban un desahogo, frente al régimen autoritario, represivo y criminal de Rómulo Betancourt. Desde la década de los 60 se ha mantenido firme. En una sola línea, y esperanzado de que se logre fortalecer el actual proceso, liderado por Nicolás Maduro, y se preserve el legado de Hugo Chávez. A continuación la entrevista:

—¿Desde qué edad tomaste conciencia sobre la militancia en la izquierda venezolana? ¿Qué te impulso a hacerlo?

—En el año 1957, estudiando segundo año de Bachillerato en el liceo Andrés Bello, tengo contactos con camaradas de la Juventud Comunista y participo en las manifestaciones contra Pérez Jiménez. En 1958 ingreso a las filas de la J.C. De esa manera de me estreno en estas lides, y comienzo esta carrera que aún no ha terminado. Con los años comprendí que esta carrera es de 100 mil kilómetros. Respecto a lo que me impulsó a enrolarme en la lucha, fue ese efervescente ambiente producto de la victoria de Fidel Castro en Cuba. Eso, de alguna manera, influencio enormemente el espíritu rebelde que acompañaba, en aquellos tiempos a la juventud estudiosa.

Le consulto a Fernando que a qué edad lo habían hecho preso, por asuntos políticos, y él me responde que en el año 1961, cuando se encontraba recibiendo entrenamiento guerrilleo en las montañas de Vigirima, estado Carabobo, se presentó un accidente con un explosivo de fabricación artesanal, donde murió un camarada de nombre Jaime Vásquez, "allí salimos heridos Marcial Rodríguez, Suboficial activo de la Fuerza Aérea, y mi persona. Me dieron casa por cárcel y luego me fugué y me integré a la lucha clandestina. En marzo de 1962, en el estado Portuguesa, cuando iba a integrarme al grupo guerrillero. Fui condenado por un Consejo de Guerra en tiempo record a 6 años, junto a 150 jóvenes, por la misma causa.

—¿Estuviste en algún frente guerrillero en la década de los 60? De ser cierto: ¿cómo te sentiste en la montaña? ¿Te adaptaste a esa vida tan dura?

—Me hacen preso tratando de incorporarme al frente guerrillero José Antonio Páez que comandaba Juan Vicente Cabezas (Pablo), gran camarada y gran jefe guerrillero. Mis deseos fueron truncados. Siempre soñé con luchar, al régimen oprobioso de Rómulo Betancourt con un fusil en la mano, desde las montañas de cualquier parte del país. Sólo me quedó la alternativa de incorporarme a las Unidades Tácticas Citadinas (UTC). Donde participé en algunas acciones de lucha urbana. Lo que puedo decir es que en todo momento esa lucha era muy intensa, mi vida cambió para siempre. Me refiero a ese tipo de lucha. Uno está aquí, luego está allá. De un lado a otro. De una concha a otra. De un carro a otro carro. Uno se aleja un poco de la familia, e inclusive de los estudios.

En efecto, le pregunto a Fernando si sus estudios se vieron interrumpidos por la lucha política, y respondió que sí, ya que para esa época era estudiante de bachillerato y tuvo que suspender su actividad como estudiante, ya que era muy difícil cumplir con las dos cosas. "No sólo me afectó en mis estudios, sino en el desenvolviendo de mi vida, como tal".

Zago me confiesa que estuvo preso en varias cárceles, tales como el Palacio Blanco (al lado de Miraflores), el Fortín de La Guaira, el Castillo Libertador, en Puerto Cabello, La isla La Orchila, y, finalmente, el Campo de Concentración "Rafael Caldera", en la isla del Burro, entre los estados Aragua y Carabobo. En este último penal pasó 4 años. Compartí con muchos camaradas, en esos avatares carcelarios, tales como: Alwinson Querales, Algildras Tamasaukas, Clodosbaldo Russian, Rafael Figueroa, Julio Conde, Ángel Suzzarini, Víctor Córdova, Saúl y Salomón Corona, Eloy Torres, Germán Lairet, Rómulo Valero, los hermanos Picardo, Wallis Medina, tu persona y tantos más, lista que se haría interminable. De la gran mayoría tengo gratos recuerdos y algunos somos grandes amigos hoy en día.

—¿Eres marxista? ¿Por qué?

—Como Ciencia Social y método para abordar e interpretar la realidad, es indudable su valor y no hay que tener temor en afirmarlo. Lo que no es correcto es el verlo como un dogma cuasi religioso y no se puede confundir con prácticas que en su nombre lo han distorsionado. En la isla del Burro, leí y estudié todo lo que pude sobre el Maxismo-Leninismo, y aún hoy día, de vez en cuando, agarro un libro viejo de aquellos que conservé de la época dorada de los años 60. ¿Por qué? Porque en nuestra época teníamos que prepararnos a nivel de conciencia, y, esos estudios eran obligatorios, como complemento a nuestro coraje. Teníamos que neutrinos de la teoría revolucionaria, como única forma de formarnos integralmente, y poder enfrentar a las fuerzas opresoras del régimen bentancorista, y soñar con que un mundo mejor era posible.

—¿Guardas rencor a algún camarada producto de controversias en la lucha o por otro motivo?

—Con los años los seres humanos maduramos y tendemos a ser más ecuánimes y en consecuencia vemos al mundo y lo que sucede de manera más amplia. Por controversias no le guardo rencor a nadie pero evidentemente me da tristeza ver, oír y leer como antiguos camaradas andan de amores con los que nos persiguieron, asesinaron, torturaron o con quienes hoy en día representan el ayer que tanto mal le hizo a nuestro país y al mundo. El problema es de ellos y su conciencia.

—Fernando, cuál es tu opinión acerca de Hugo Chávez, como hombre, como revolucionario y como jefe de Estado.

—Hugo Chávez, era un fuera de serie. O mejor dicho, era un hombre de otra época, de una muy adelantada. Era un hombre auténtico, y, además, un devorador de libros. Era un apasionado de la lectura, el análisis y la interpretación. Lo percibí, como un hombre cara desde que pronunció su famosa frase: "Por ahora…". Esa actitud que asumió frente a las cámaras, no parecía la de alguien que lo tienen preso. Nada que ver. Hablo con soltura, y se responsabilizó, ante el país, por lo que había hecho él, y sus compañeros de armas. Como revolucionario no puedo ofrecer una respuesta bien formada, ya que aún le faltó tiempo para presentar su faceta completa de un revolucionario a carta cabal. Pero, no tengo la menor duda de que Chávez era especial. Era un venezolano puro, por los cuatro costados, de un solo perfil. Su autenticidad era contagiosa. Nunca he visto un hombre tan autentico, y despojado de prejuicios para decir lo que siente. Era como era y punto. Recientemente leí un libro titulado "Hugo Chávez sin uniforme, una historia personal", son dos los autores del libro: Cristina Marcano y Alberto Barrera Tyszka. Voy a permitirme tomarlo de mi pequeña biblioteca, aprovechándome que estoy respondiendo a tus preguntas desde mi casa, y tú estás a buena distancia, en la tuya, y leerte, algo que me llamó la atención en la lectura del libro de marras. Es un relato que le hace el Comandante Jesús Urdaneta, quien fue amigo de Chávez, y fue, además, uno de los cuatro Comandantes que dirigieron el movimiento del 4 de febrero de 1992. Allí, Urdaneta relata lo siguiente: "Chávez fue un hombre que nunca, a lo largo de su vida, se preocupó por comprarse un apartamento, por nada. Él agarraba el sueldo y lo gastaba completo, cuando todos nosotros, desde muy jóvenes, teníamos que estar pagando (créditos). Cuando éramos Tenientes coroneles el peor carro era el de Chávez, un Fairmont que no servía para nada… Recuerdo que le decía: "si tú vas a hacer lo que todos tenemos que hacer (la insurrección), ¿ni siquiera has pensado en dejar un techo a tu familia?". Él estaba en mi habitación cuando hicimos el curso de Estado Mayor y yo le decía: "haz las diligencias". Entonces compró una casita por allá en Mariara que se la dejó a su esposa Nancy".

—Esa fue una faceta de Chávez. Desprendido de las cosas materiales. No tenía apego por el dinero, ni por las cosas que se pueden comprar con él. Pero, Hugo Chávez, como jefe de Estado, como hombre y como revolucionario, era un ser visionario. Sus ideas estaban adelantadas años de luz, respecto a nosotros. Y su acto de entregarse a los golpistas en el 2002 dos, fue un acto de valentía y coraje. Se entregó a los lobos, para evitar un baño de sangre entre los venezolanos, y, de paso, probar a los golpistas en su propia cueva. Fue una reacción, poco común.

—Y de Nicolás Maduro, ¿Cuál es tu opinión?

—Imaginé que vendrías por ese lado. Bueno, camarada, Maduro es una hechura de Chávez. No se le puede pedir más, ya que es difícil igualar, y menos superar al maestro. Sin embargo, siendo fiel a mi percepción, te diré que Maduro no ha tenido chance de demostrar lo que pudiera tener dentro de sí. Muy sencillo: no lo han dejado gobernar un solo día tranquilo. Desde que asumió el poder ha venido soportando ataques virulentos, no sólo desde adentro sino desde afuera. Ha tenido que compartir el don de gobernar con la defensa y, algunas veces, el ataque al enemigo. Lo han acorralado, pero no se ha dejado tumbar.

—¿Por qué crees tú, que la derecha no ha podido tumbar a Nicolás Maduro?

—Por una razón muy sencilla: Hugo Chávez le dejo el legado blindado, o mejor dicho, casi blindado, difícil de penetrarlo y derrumbarlo. La visión de Chávez fue muy grande. Construyó un poderoso partido político, como el PSUV, por un lado, y por el otro, sembró conciencia en los miembros de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, y a la par que esa conciencia también la sembró en el pueblo chavista. En fin, Hugo Chávez, creo, prácticamente una nueva conciencia dentro del sector castrense, alejado totalmente de aquellos militares de la IV, que sólo servían para rendirle pleitesía al imperio, a través de la embajada estadounidense y los agregados militares gringos, que, como tú sabes, estaban alojados en el Círculo Militar. Esos tres factores han hecho que la derecha se estrelle, sin lograr su cometido.

—¿Te arrepientes de haber dado lo mejor de tu juventud a esta lucha revolucionaria?

—En ningún momento me he arrepentido de haber tenido y tener estas ideales. Jamás me ha pasado por mi cabeza, tal cosa. Al contrario cada día me siento más orgulloso de mi modesto aporte en la búsqueda de un mundo más bonito, más humano, más solidario y más de iguales.

—¿Qué aprendiste en tus primeros años de lucha, antes de llegar a la Isla del Burro? ¿Te torturaron?

—La vida es un constante aprendizaje. Las experiencias vividas nos hicieron lo que hoy somos. Aprendí a valorar a mi patria, mis amigos, mis ideales y a mí como ser que ha tenido la suerte de estar presente en esa época, que para mí fue una época dorada, plena de sueños, y, además, haber contribuido modestamente en el proceso que vive nuestro país. Acerca de qué si fui torturado, en el transitar por varias cárceles, te diré que sí. Y una prueba de lo que estoy afirmando es que ya aporté, sobre lo que me preguntas, mi testimonio de torturas a la Comisión de Justicia y Paz, a través de un fiscal del ministerio público. Por cierto, que estuve presente en el acto donde la Fiscal General, Luisa Ortega Díaz, rindió cuentas de los resultados de la referida Comisión. Me reencontré con varios de mis camaradas de ruta en aquella azarosa época.

—¿Haz sentido miedo alguna vez?

—Dicen que el miedo es libre. Pero mejor me voy con una frase trillada: que levante la mano quien no haya tenido miedo alguna vez… Muchos, en alguna oportunidad hemos tenido miedo, pero lo escondemos, lo ocultamos con miedo, a la vez. Hay quienes logran serenar el miedo, antes de algún evento especial. Otros no lo logran y ponen la torta. Eso es natural. Leí una vez que todos tenemos miedo, a algo, pero sacamos los recursos para tranquilizarlo: el dinero, el alcohol, la droga, e inclusive la mujer, sirven de amortiguador. Cuando caí preso por primera vez tuve mucho miedo. Luego, en las otras ocasiones era menor. Hoy día, con la edad que tengo, si me llegaran a poner preso, tal vez me reiría. Aunque hay veces que detrás de una risa pura y extraña, se esconde el miedo. Pero, no fíjate, me siento seguro de mí mismo, y solo le teme a esos locos que andan suelto, son capaces de cometer cosas atroces. Por cierto, esta gente de la derecha recalcitrante, utiliza el miedo para inyectárselo a la población, a través de sus actos violentos y sin sentido. Sobre el miedo, hay para rato y para todos

Estadía en la Isla del Burro

—¿Cuándo llegas a la Isla del Burro, y procedente de dónde?

—Formo parte del grupo que inauguró el Campo de Concentración "Rafael Caldera", ubicado en la isla del Burro. Veníamos de pasar 9 meses en la isla La Orchila, junto con otros 25 camaradas. Por cierto, tan pronto bajamos de la gabarra que nos trasporto desde Yuma hasta tierra firme dentro de la isla, empezamos a recibir maltrato por parte de los efectivos de la Guardia Nacional. Peinillas en manos, amenazadoras. Los improperios y vejaciones siguieron durante aquella larga, amarga e interminable noche. Más tarde, con el correr de los días, llegaron ustedes, los militares que estaban en el Cuartel San Carlos. Eso nos alegró mucho. El estar juntos era como un regalo. Compartimos algunos días, pues, luego nos separaron. Nos llevaron a unos galpones en una altiplanicie de la isla, no tan alejados de ustedes. Pero desde no podíamos vernos y mucho menos hablarnos.

—¿Después de la separación entre militares y civiles, por parte de los carceleros, cómo era la rutina y la vida de ustedes en los galpones? Narra todo cuanto puedas sobre estas vivencias?

—La rutina era compleja, pues era una combinación de actividad política, planes y actividades de fuga, deporte, estudio y trabajo y la jodedera. El partido dirigía toda la actividad: el comité local, formado por los mejores cuadros, con secretario político, finanzas, organización, educación, deporte y finalmente seguridad y fuga. Desde esa organización se coordinaba la actividad política, propia del PCV. Lo educativo que incluía desde enseñar a leer y escribir a los analfabetas, los cursos de Economía, Filosofía, política, todo bajo la óptica del Marxismo-Leninismo. Se llegó incluso a elaborar un libro sobre Venezuela y sus perspectivas de autoría colectiva. Organizativamente, además del comité local, había dirección en cada galpón. La secretaria de finanza controlaba los organismos productivos como el taller, la cantina, la pollera y la huerta. El dinero producido se enviaba a los frentes guerrilleros, a las familias que necesitaban y en la compra y otras actividades vinculadas con planes de fuga. Existía una agrupación musical que incluso grabo un disco. En deporte había un actividad diaria en béisbol, futbol, basquetbol, atletismo, boxeo, pingpong, ajedrez, etcétera, que culminaban en las Olimpiadas anuales inter-galpones. Casi se puede decir que era una organización perfecta.

—¿Estuvo en tu mente el de fugarte de la Isla? ¿Qué recuerdas en materia de intento de fugas?

—La idea central de todo preso revolucionario es buscar la libertad y prácticamente la única opción era fugarse, y, por supuesto que nos organizamos para tal fin. Existía el comité de fuga dirigido por el ruso Tamasaukas. En su inicio colaboro en fuga de Manuel Azuaje, Pedro Medina, Gastón Carballo y Germán Lairet. Luego emprendió la construcción del túnel donde se trabajó por más de 2 años y el cual fue descubierto por una fuga de información y fallas por el deseo de salir lo antes posible.

—Háblame un poco sobre el camarada Tomasaukas. Fue un personaje como pocos. Muy popular, pero muy rebelde, y con quien la Guardia Nacional se ensañaba, y planeó más de una vez.

—A Algiras Tamasaukas le decíamos el ruso, aunque en realidad era lituano. Era quizás la persona con mayor valor personal que he conocido. Inteligente, terco, trabajador y gran amigo. Fue siempre el jefe de la construcción de túneles; desde El Vigía hasta la isla del Burro. Murió en 2002 en Lituania. Poco antes de morir se logró por medio de Alwilson Querales hacer contacto con él. Envió una carta muy bonita, donde decía como le gustaría estar con nosotros y el proceso, pero ya estaba muy enfermo y murió al poco tiempo.

—¿Pasó por tu mente claudicar en algún momento?

—No me gusta mucho hablar de ese tema, así, a quema ropa. La vida es la que dice lo que es cada quien. Mejor dicho, la vida nos pone a prueba en nuestra ruta. Hay quienes pasamos la prueba, e inclusive, eximidos, pero hay quienes son aplazados. Eso es natural, muy natural y de humanos. Luego de los años presos me conmutaron el resto de la pena por exilio y viví más de un año en la URSS, donde hice cursos de formación política y militar. Y cuando el partido lo decidió, ingresé clandestinamente, a pesar que mi compañera de que toda la vida estaba en estado de nuestro hijo Mario. Así era la vida de los revolucionarios, o mejor dicho, así es la vida de los revolucionarios, llena de angustia, de miedos, de sorpresas, y de oportunidades para reflejar el coraje que nos invade, y demostrar en los hechos, de qué fibra estamos hechos.

Le consultamos a Fernando Zago, su opinión en torno a los llamados traidores, o brinca talanqueras, al estilo de Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez, entre otros, quienes fueron líderes de la insurgencia, en la década de los 60, y nos responde que cada quien con su carga de conciencia. "Más que guardarles rencor a estos tránsfugas, lo que me producen es lástima. Yo dudo que, en algún momento de sus vidas, hayan sido revolucionarios. Reflejaron al final lo que fueron siempre: unos oportunistas".

—¿Cómo hacían con la comida? ¿Consumían la que enviaba la cárcel o ustedes preparaban por grupos organizados su propia comida?

—Como tu bien lo sabes, la comida que nos daban estaba lejos de ser llamada así. Aprendimos a cocinar lavando las que nos traían, después de escogerla muy bien, y ayudándonos con lo llegaba por medio de solidaridad externa, y por la familia. En cada galpón había una cooperativa y guardias diarias de cocina todo bajo la dirección del partido.

—¿Cuál era la rutina diaria de ustedes, en 24 horas?

—Como te decía antes, la actividad era intensa: Trabajo, mucha lectura, formación, deportes, planes de fuga y jodedera que ayudan mucho. Había un periódico clandestino dirigido entre otros por el flaco Vásquez y Miqueas Figueroa que arrechaban a unos, alegraban a otros. Era un pasatiempo agradable que, dicho sea de paso, arrechaba a algunos camaradas, y alegraba a otros. Era una manera de romper la monotonía de algunos de algunos pocos días. Lo demás era pura intensidad. Pura acción, pura solidaridad, interna y externa. Teníamos un sistema de comunicación que nos permitía comunicarnos con medio mundo…, ja,ja,ja. Pero allí estaba presente la lectura. Leíamos varias horas al día. Tanto de política, como de otros géneros, como la novela. Las novelas de Jorge Amado era muy buscadas. Teníamos un sistema de caleta muy especial, lo que nos permitía tener nuestros libros a buen resguardo. Debo destacar que del grupo, salió un escritor, con varias novelas publicadas. Se trata de Eduardo Liendo, quien, dicho sea de paso, se apartó de la ruta revolucionaria, con el pasar de los años, cosa que se respeta.

—¿Qué significación tenía para ti y el resto de los camaradas, las visitas de familiares y amigos?

—Mira, la visita de familiares y amigos era lo más esperado en los días estipulados por las autoridades del penal. Se trataba de la familia, los seres más queridos. Se trataba de los amigos, solidarios con nosotros. El día de visita, nos vestíamos de alegría desde las primeras horas de la mañana. Nos bañábamos y nos poníamos la mejor ropita para sumirnos en la espera. Para ellos, todos por igual, era un sacrificio el visitarnos. Era una tortura. Tanto la llegada, como la retirada, en horas de la tarde. Mi madre sufrió mucho, así como las demás madres. No hay palabra como definir el amor de una madre, cuando tiene que recorrer kilómetros y kilómetros, para estar un rato con el hijo preso. Eso es amor, puro amor.

—¿Si pudieras retroceder el tiempo, harías lo mismo que hiciste en aquella época?

—Honestamente pienso que sí. Me siento orgulloso de haber soñado y seguir soñando por un mundo más bonito.

—¿Cuál es la diferencia entre el Fernando de la década de los 60 y el de la actualidad?

—La primera gran diferencia de ayer y hoy son 50 años más. Las otras como producto de la primera es ponderación, capacidad de ser menos impulsivo y en consecuencia tener mayor amplitud en la comprensión de la vida. Vivo con mi compañera de toda la vida tengo un hijo trabajador y revolucionario, un nieto en la universidad, y lo más importante, ellos y los amigos de esa época nos queremos y creemos que vamos a un mundo mejor, más bonito.

(Próxima entrega: Teniente Nicolás Hurtado Barrios)











 



Esta nota ha sido leída aproximadamente 4241 veces.



Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

 teofilo_santaella@yahoo.com

Visite el perfil de Teófilo Santaella para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Teófilo Santaella

Teófilo Santaella

Más artículos de este autor