En los tiempos del laudo papal, que dividió el Nuevo Mundo entre Portugal y España, quien hubiera sospechado que unos siglos más tarde ya no sería el Nuevo Mundo portugués ni español; sino más bien estadounidense. Quien se hubiera imaginado que unos colonos renegados de Inglaterra, establecidos en las riberas de los ríos Hudson y Delaware, poco a poco se irían expandiendo al liberarse del control inglés y entonces España y Francia fueran los primeros países que vieran mermadas sus posesiones en América del Norte, ya que por gestiones diplomáticas los territorios de Louisiana y Florida fueron adquiridos por los Estados Unidos y con ello los gringos tuviera el campo abierto para lanzarse sobre el territorio Mejicano, que ahora sin ser la Nueva España y sin formar parte del Imperio Colonial español, fuera presa fácil para el expansionismo anglosajón. En la historia, los siglos suelen ser como días, nada tiene de extraño que no acabemos todavía de salir de la impresión de todo lo que ha pasado y lejos de sentirnos unidos frente a las vicisitudes, la voluntad se nos dispersa en pequeños y vanos esfuerzos particulares que nunca llegan a consolidar alguna posición política unitaria.
La desunión nos ha traído tremenda confusión de valores y conceptos, la diplomacia de los vencedores nos engaña con falsas ideologías, después de que todas las ventajas estaban de parte de los iberoamericanos en el Nuevo Mundo; ya que España había dominado la América. La gestión napoleónica fue causa de que el territorio de Louisiana se entregara a los yanquis y con ello se decidió a favor del sajón la suerte del Nuevo Mundo. Napoleón Bonaparte, el Genio de la Guerra, no miraba más allá de las sórdidas disputas de fronteras entre los Estados europeos, Napoleón no advirtió que la causa de la latinidad que él pretendió sostener fracasó el mismo día de la proclamación de su Imperio. La negativa de Napoleón de afianzar su dominio en tierras americanas, también hirió de muerte al Imperio español de América del Sur en los momentos de su mayor debilidad. La gente de habla inglesa se apoderó de la Louisiana sin combatir y reservó sus pertrechos para la ya inminente conquista de Tejas y California. Sin Napoleón no existirían los Estados Unidos como Imperio mundial y Louisiana todavía francesa, tendría que ser parte de la Confederación Latinoamericana y ello significado que las riberas del Misisipi, y gran parte del Nuevo Mundo, fueran español y francés; pero la realidad fue que Napoleón Bonaparte lo hizo sajón. Y con respecto a nuestras guerras de Independencia Sur Americana, al rebelarnos contra el poder político de España no advertimos que junto con España caeríamos en la dominación económica y moral de los Estados Unidos, que se fue convirtiendo en amo del mundo entero; desde que terminó la grandeza hispana.
El patriotismo histórico nos ha enseñado durante dos siglos que se triunfó sobre España gracias al valor indomable de nuestros soldados, pero no nos percatarnos que con el cambio que insistimos en lograr en nosotros descendientes en contra de los españoles, al tratar de negar su sangre y cultura tradiciones buscando un rompimiento total con el pasado y por lo cual muchos líderes Sur Americanos habrían sostenido que hubiera sido mejor que la conquista de nuestras regiones la hubiesen consumado los ingleses. Pero perder el sentido de que es lo que más nos conviene, es un absurdo, es como negar a nuestros libertadores, fuertes y sabios; cuando somos nosotros mismos y no ellos los culpables. Hay que convencerse, que nosotros los Sur Americanos comenzando en los límites del Río Grande, el mismo Río Bravo, hasta la Patagonia, solo seremos grandes si regresamos a sentirnos español en la América, porque lo queramos o no somos hijos de España, lo que no impide que seamos distintos cada vez que sea necesario y permitamos que se consolide la grandeza de América del Sur. En esta época de globalización, el estado actual de la civilización nos impone todavía el patriotismo como una necesidad de defensa de intereses morales y materiales, pero es indispensable que ese patriotismo persiga finalidades vastas y trascendentales, como eran las ideas de nuestros Libertadores, Francisco de Miranda y Simón Bolívar, quienes siempre estuvieron claros en la conformación de una patria grande; lo que a la postre fue modificado y se convirtió en un concepto que tendía a identificar una integración de los Estados Unidos con los países de habla hispana.