El 9 de diciembre de 1824 tuvo lugar el choque bélico entre el ejército de la España Imperial y el constituido por hombres de diferentes nacionalidades de la América del Sur, obteniendo un triunfo rotundo las fuerzas republicanas. Esta extraordinaria victoria logra que Bolívar olvide definitivamente su enojo con el Congreso Bogotano por el decreto aprobado, a través del cual le quita el mando del ejército e impide esté presente en la batalla de Ayacucho, ni aun de espectador; pero ahora con aquella impresionante victoria su prestigio se acrecienta y más porque el poderoso ejército que España mantenía en el Perú jamás había sido vencido. Cuando Bolívar llega al Perú el 1º de septiembre de 1823, va con su ejército conformado por tropas colombianas y a medida se desarrolla la campaña militar allí, los Departamentos de Quito y Guayaquil le envían algún contingente de efectivos de tropa para poder incrementar la suya. Pero era el caso que los españoles contaban con fuerzas militares que sumaban más de 22.000 hombres, además tenían de su parte la ventaja de tener las tropas bien equipadas y bien armadas. En enero de 1824 la situación llegó a ser desesperante para Bolívar, por lo que le escribe al General Salom, que gobernaba el Departamento de Quito y le dice: "...el Perú no tiene en el día ramos de hacienda de que disponer. Si Ud. no se esfuerza en mandarme los reclutas pedidos, los vestuarios, fornituras, morriones, capotes, 500 sillas, ponchos o frazadas ordinarias y todos mis demás pedidos para el ejército, nada haremos de provecho; el Perú se perderá irremediablemente"...
Y esperando ser obedecido inmediatamente por el General Francisco de Paula Santander, Vicepresidente de la Gran Colombia, encargado por el mismo Bolívar de la Presidencia, le solicita: "Mande Ud. esos 4.000 hombres que ha ido a buscar Ibarra y el día que usted sepa que han llegado al Perú, haga de profeta y exclame: ¡Colombianos, ya no hay más españoles en América!" Pero para su sorpresa la respuesta de Santander es: "…Si el Congreso me da auxilios pecuniarios, o de Europa los consigo, tendrá Ud. el auxilio, y si no, no." Agregaba, que solicitaría del Congreso "una ley para poderle auxiliar, porque hasta ahora no la tengo" y ante nuevas exhortaciones de Bolívar le contesta tajantemente: "…Yo soy gobernante de Colombia y no del Perú; las leyes que me han dado para regirme y gobernar la República nada tienen que ver con el Perú y su naturaleza no ha cambiado porque el Presidente de Colombia esté mandando un ejército en ajeno territorio. Demasiado he hecho enviando algunas tropas al Sur; yo no tenía ley que me lo previniese así, ni ley que me pusiese a órdenes de Ud., ni ley que me prescribiese enviar al Perú cuanto Ud. necesitase y pidiese"
Poco después de estas comunicaciones a Santander se le ocurre consultar al Congreso "Si los grados y empleos concedidos por el Libertador en el ejército de Colombia, mientras estuviera fuera de esta jurisdicción, tendrían validez" Santander se refería al ejército colombiano que combatía en el Perú. Bolívar al saber ésto se alarma por el efecto desmoralizador que en sus tropas podía causar tan extraña duda, por lo que recomienda al General Sucre la mayor prudencia frente a la reacción adversa que podía suscitar. Pero es que el propio Sucre encabeza una representación de los oficiales así agredidos y califica aquella acción de Santander como "atroz injuria del Poder Ejecutivo en consultar al Congreso si los empleos que vuestra excelencia había dado al ejército serían reconocidos en Colombia; como si nosotros hubiéramos renunciado a nuestra patria" Pero sucede que después viene algo peor, el diputado Vicente Anselmo de Azuero, el íntimo amigo de Santander, plantea se abra un debate en la Cámara de Diputados de Bogotá, si el Libertador "había dejado de ser Presidente de la Gran Colombia, por admitir la Dictadura en el Perú sin permiso del Congreso" Y apoyado el Congreso en el Vicepresidente Santander en la misma presunta incompatibilidad de funciones, opta por destituir al Libertador Simón Bolívar del mando del ejército colombiano que combatía en el Perú. De manera que fue aquel comportamiento infeliz de Santander lo que alienta al Congreso a aprobar el horrendo decreto, del que se habló en el escrito anterior, el cual hubiera traído como consecuencia la pérdida total de la empresa emprendida por Bolívar en el Perú; si no hubiera tenido al lado a su entrañable y fiel amigo General Antonio José de Sucre.