Salen de la casa del poeta colombiano Luis Vargas Tejada los 12 conspiradores bien entrada la noche, le habían ordenado llevarlo vivo o muerto. Otros 25 soldados debían atacar simultáneamente, plazas de los batallones Vargas y Granados. En el cielo brillaba la luna en todo su esplendor, era tiempo de luna llena. El grupo de conspiradores estaba dirigido por el coronel venezolano Pedro Carujo y lo integraban los colombianos: Wenceslao Zulaibar, Florentino González, Juan Miguel Acevedo, Luis Vargas Tejada, Pedro Celestino Azuero, Felipe Ávila, Mariano Ospina Rodríguez, Lorenzo Ortega y Nemesio Parra; el francés Agustín Horment y el venezolano José Ignacio López. Entrando al Palacio Horment mata al centinela de una puñalada. Acevedo toma un farol y con esa luz suben al segundo piso. Aparece un hombre y su silueta se parece a la de Simón Bolívar, uno de los conjurados descarga un sablazo que le hiere un brazo al después reconocido teniente Andrés Ibarra, Florentino González contiene el ataque. Esa noche el General Francisco de Paula Santander había pernoctado en casa de su hermana Josefa, que el día anterior había dado a luz en un parto complicado, Josefa estaba casada con el General venezolano Justo Briceño Méndez, hermano del General Pedro Briceño Méndez, secretario y protegido del Libertador. A los primeros gritos Santander sale a la plaza mayor con Briceño, otro de los que sale inmediatamente a la calle fue el General Córdova quien alarmado y pensando es una revuelta popular, captura personalmente al Coronel Ramón Nonato Guerra, que a la final se descubre estaba implicado en el alzamiento y era uno de los principales ideólogos del complot.
El Almirante José Prudencio Padilla estaba preso por insubordinación contra el General Mariano Montilla, y los sediciosos pensaban ponerlo en libertad para se pusiera al frente de los alzados y que una vez triunfaran podía obtener apoyo de tropas y civiles, para liberar a Padilla asesinan a su carcelero; el Coronel José Bolívar. El golpe en realidad estaba planeado para el 28 de octubre, día de San Simón, y se iba llevar a cabo en un baile en homenaje al encargado de negocios de Méjico. El plan era apoderarse de Simón Bolívar y de los ministros, después de ocuparse los cuarteles y los puestos de mando, Bolívar y todos los ministros quedarían a disposición del jefe constitucional de la nación; el General Francisco de Paula Santander.
Para el 21 de septiembre de 1828, según el complotado para asaltar el Palacio de Gobierno, Florentino González, se había preparado otro atentado al Libertador en Soacha, Colombia, éste dirigido por el mismo Pedro Carujo, Santander diría luego, en el juicio por el intento de asesinar a Bolívar el 25 de septiembre, que él se enteró de aquel atentado del 21 y lo había mandado a abortar. Ahora bien, el propio 25 de septiembre al comienzo de la tarde hay una filtración que pone en peligro la planeada asonada, éste debido a que el capitán Benedicto Triana, subalterno del capitán Mendoza, tuvo un altercado con unos oficiales del Batallón Vargas, y bajo el efecto del licor les dijo que dentro de poco todos ellos tendrían el castigo merecido, pero al incidente no se le dio mayor importancia, eran cosas de borrachos. Sin embargo este complot estuvo a punto de fracasar porque el Coronel Carujo redactó las órdenes militares convenidas, pero el Coronel Luis Guerra, otro de los complotados no llegaba para firmarlas. Más adelante en el juicio uno de los complotados confiesa "Luego de que nos puso en alarma, que aceptó las disposiciones que habíamos adoptado y que habíamos empezado a llevarlas a efecto, el Coronel Guerra se perdió de vista, se había ido a casa de uno de los ministros de Bolívar en donde pasó el tiempo en un juego de cartas, juego con el cual se divertían allí personas importantes; casi todas las noches. El batallón de artillería puesto sobre las armas y municionado, esperaba órdenes. En la casa del poeta Vargas Tejada, al lado de la Iglesia de Santa Bárbara, estaba reunido el grupo de asalto y es a las 10 y 30 de la noche que se firman las órdenes, ya algunos de los complotados habían desertado; por la presión y reflexión que produce la espera.