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Este artículo está dirigido más que todo a los líderes del chavismo, y a quienes dentro del pretendan ser líderes. En especial a la juventud. Y es que quiero reiterar que para ser popular o estar en conexión con el pueblo no necesariamente se tiene que usar un lenguaje chambón. Pienso que el reiterado lenguaje procaz y falto de creatividad conduce a la postre al rechazo por parte de la gente. El líder, o el que se aprecie de serlo, tiene que darse cuenta que para apuntar hacia un liderazgo sólido, tiene, necesariamente que crecer, y para crecer tiene que leer. Tiene que aprender de otros líderes. En especial en tiempos de crisis como la que estamos viviendo en Venezuela. Un dirigente que aspire a convertirse en un verdadero líder requiere de un convencimiento interno, de una reflexión profunda que lo mueva a estudiar con seriedad acerca del lenguaje y de otros elementos que son fundamentales en un dirigente político, como la oratoria, entre otros. En este sentido, hay líderes que nacen siendo líderes. Desde temprana edad sacan a relucir elementos básicos del liderazgo y con el correr del tiempo van creciendo hasta convertirse en verdaderos líderes.
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Un boxeador para llegar a ostentar una faja mundial tiene que ir mejorando día a día, una vez que toma la decisión de irse por esa preferencia. Desde temprano tiene que hacerse de una férrea disciplina en el gimnasio. Debe mantenerse bien alimentado, y alejarse de todo vicio que pueda interponerse entre su sueño y la realidad. Debe ser todo oído para su entrenador, y estudiar a otros excelentes boxeadores, a través de videos. Dicen que los campeones de boxeo no se hacen campeones en el cuadrilátero, sino en el aprendizaje, en la disciplina y en la entrega total a esta actividad. Cuando sube al ring sólo va a ejecutar lo que ha aprendido. Y si lo hace mejor que su oponente se hará campeón. Pienso que, tal como el boxeador, el político (me refiero a los que desean ser líderes) también dependerán de su preparación diaria, que incluye lectura y mejoramiento del lenguaje para una oratoria impecable, entre otros factores. Si alguien pretende mantenerse en la cima del acontecer político, debe aceptar que sin preparación no llegará lejos.
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Me viene a mi memoria algo que leí sobre Nelson Mandela. Se dice que en la década de los 50, Mandela ya era un connotado y aguerrido abogado. En sus horas libres se dedicaba al boxeo aficionado, para lo cual entrenaba casi todas las tardes en un gimnasio en el Distrito negro de Orlando. Su afición era como para mantener su cuerpo en forma, nunca llegó a pensar que podría ser un campeón. En la cárcel había aprendido a ser disciplinado, por lo que esa misma disciplina la aplicaba en el boxeo. Era lento, pero decidido y disfrutaba de lo que hacía. Su entrenador, Skipper Molotsi, era exigente, pero le enseñaba todos los "trucos" del boxeo. Un día le dijo que para triunfar "un boxeador no solo debe ser ágil y fuerte", sino que debía conocer a fondo a su oponente y obrar con inteligencia. "Eso significaba aprender cómo reaccionaba su rival a un golpe con un gancho de izquierda, o si se movía a la derecha o a la izquierda después de recibir un puñetazo". Con el correr de los días, Nelson Mandela, pensó que ese método podía aplicado en la política. En otras palabras, era necesario que estudiara a fondo a sus enemigos políticos, si quería vencerlos. Pero debía unir a estos métodos boxísticos el lenguaje, pues, consideraba que el lenguaje, bien manejado, era un poder. Hacía tiempo, desde sus años de cárcel, que había aprendido que "No hay que dirigirse al cerebro de la gente, sino al corazón". Y para dirigirse al corazón de la gente hay que utilizar un lenguaje apropiado
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Fidel Castro, el líder y padre de la revolución cubana, era un lector empedernido lo que lo hacía estar informado de todo lo que acontecía en el mundo, en materia de política, economía, aspectos sociales, etcétera. Pero, además, Fidel manejaba un lenguaje impecable, o dicho de otra forma, un lenguaje casi impecable. Por eso fue dueño de una oratoria de dimensión suprema. Podía estar hablando horas y horas y siempre mantuvo la atención de su público, a la par que deshilachaba a sus ideas una por una, dejando una clara aceptación por parte de los oyentes. Pero hay algo más. Fidel nunca ofendió o trato de humillar a sus adversarios políticos, fueran estos del tamaño que fueran. Fidel manejaba el verbo a su antojo y, a pesar de fustigar severamente a sus enemigos políticos, nunca se le oyó tratarlos groseramente, o etiquetarles sobre nombres. Pero su lenguaje era preciso, enfático y directo, y así llegaba al corazón de sus oyentes. Pero Fidel, nadie lo duda, recibió un exigente entrenamiento para llegar a ser lo que fue. Leyó mucho. Se acostumbró a oír a los demás. Y en su oratoria todo estaba perfectamente hilvanado, independientemente de algún atajo que utilizaba para mantener su audiencia cautiva.
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Hugo Chávez fue un gran orador. Tenía la facultad de amoldarse al auditorio que tuviera por delante. Es considerado uno de los mejores de Latinoamérica y del mundo, en su estilo. Era provocador al inicio de sus discursos en especial si este tenía lugar en un escenario internacional. Chávez fue un líder sumamente polémico y totalmente auténtico. Natural y espontáneo. Fue un hombre de un lenguaje directo, sin ambages y llegaba como una flecha a los corazones de la gente. Tuvo éxito su oratoria, por ser, sobre todas las cosas auténtico. Único. Él no ofendía con palaras obscenas a sus enemigos políticos, los fustigaba metiéndolos en un palabras de conceptos generales, tales como "escuálidos", "majunches", etcétera. Y esas frases eran asumidas por sus seguidores. Había que tenerlas bien puestas para al frente del auditorio de la ONU, pararse ante el atril y decir más o menos "Foo… todavía aquí huele a azufre". Y es que un día antes había estado allí dando su discurso el presidente de los Estados Unidos George Bush, hijo.
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Leí que las capacidades de liderazgo en un individuo para tener éxito en cualquier ámbito de su vida… no son opcionales…". Es decir, el éxito que tuvo Hugo Chávez, en materia de oratoria, no eera opcional, era una obligación. Y para hacerle frente a una obligación de ese tamaño hay que estar bien preparado, absolutamente preparado. Y Chávez, lo sabía desde joven. Desde que asumió su sueño como lo más importante de su vida. Pero también descubrió que dentro del marco de preparación no podía faltar la lectura. Lectura activa y productiva. Por eso leyó sobre literatura nacional y mundial. Por eso se interesó en la economía y en los asuntos que tenía que ver con la política internacional. Por eso leyó sobre la geografía, sobre temas sociales… El tipo leyó y motivó a millones de venezolanos a que leyeran. ¿Por qué hacía eso? Porque desde temprana edad comprendió que para adquirir conocimiento, a niveles amplios, no queda otra que leer, leer y leer. Asimilar e interpretar lo que se lee. Mientras más lea un individuo, sea líder o no, más capacidad tiene para hablar durante horas y horas ante un público sea este coloquial o se de corte internacional selectivo. Pero Chávez tenía muchos más elementos que configuraron sus largos discursos. Era capaz de desviarse cuando le diera la gana con el fin de refrescar a sus oyentes, a la par que mantenía la atención plena, y volver al centro de su idea, sin problema alguno.
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Por eso el lenguaje es fundamental en el manejo del discurso. Hay que mantener una lengua de altura, y ser cuidadoso, muy cuidadoso cuando se quiere encrespar al enemigo. Mientras el líder más haya leído, más basto será su lenguaje, y podrá jugar con las palabras y con el uso de los elementos de la oratoria, tales como: la metáfora, el encuadre, los gestos carismáticos, cambios de los tonos de voz, control de tiempo, visualización del auditorio, lenguaje fluido, el uso del humor como medio de causar risas y despertar a los dormilones; la repetición, como medio de fijar una idea en los oyentes, y el uso de ciertas muletillas, en su tiempo. No fuera de él, para que no descompongan la percepción del oyente.
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En fin, existen muchas otras atribuciones que no deben serle ajena al líder, como el tener una visión clara y que se eleve por los cielos. Se dice que la visión del líder es fundamental, ya que es ella la que le va a marcar la ruta por dónde debe andar para llegar a su meta. Saliéndose unas veces, pero volviendo. Debe permanecer fiel al norte. En la visión está el blanco dónde él debe apuntar. Se dice que la visión del líder comienza en su interior, por eso no se puede comprar ni quitar prestada. Sólo es viable si quien la tiene la ejecuta. Pero, aún más, es la visión la que permite evaluar la situación en vivo, y precisar los recursos que se requieren para la ruta. Sin embargo, existe un elemento supremo en el hombre visionario: le permite ver más allá de lo que puede ver el hombre común. Y sobre el terreno sirve de imán para atraer a otros que le sirvan de compañía con el fin de facilitar el objetivo final. Hugo Chávez era un campeón en eso de compartir su visión, para lo cual animaba a sus seguidores y le inyectaba dosis fuertes de motivación y de autoestima. Era, suma, un líder por los cuatro costados.
Agregado:
Mensaje para la juventud: he visto muchos jóvenes de ambos sexos bien plantados frente a una cámara de televisión o ante un entrevistador no afecto al chavismo. Se manejan muy bien con los argumentos que esgrimen antes las preguntas insidiosas que les hacen. En efecto, estamos ante la presencia de la verdadera esperanza joven de este país. A ellos va mi mensaje: lean buenos libros, estudien, analicen e interpreten. Prepárense integralmente, sean profesionales o no. Es a través de la lectura como pueden obtener conocimiento de primera mano. Les digo lo que les dijo Hugo Chávez en vida: un revolucionario para que sea completo tiene que tener un vasto conocimiento del mundo que lo rodea. Sólo así podrá responder a los retos que se le presenten tanto en la actualidad como en el futuro. Conviértanse en apasionados de los libros y de la lectura activa y productiva.