Me
sorprendí navegando por internet, no del resultado, sino de lo
exabrupto y del cinismo con que se manipula la realidad. Una encuesta
que tiene por pregunta “Si hoy fueran las elecciones: ¿por quién votaría?”,
ofrece el siguiente resultado: 85.2 para Rosales, el 8.3 para Er conde
del Guácharo, y el 6.5 para Chávez. En verdad, por simple reacción del
sentido común, no hay que perder el tiempo en prestarle atención a
tamaña barbaridad. Sin embargo, como la mayoría de este pueblo
venezolano no está hecho con el cerebro tipo avestruz, es necesario
analizar y dar una respuesta a semejante desfachatez e irrespeto no
tanto a la inteligencia humana, sino al mismo sentido común de la
percepción o, mejor decir, de los ojos humanos.
El
más ciego y sordo de los seres humanos si se paseara por las
concentraciones públicas de los candidatos, por tacto y tropezones, se
percataría y sacaría como conclusión, que Chávez va holgadamente de
primero en las encuestas de los ojos de la población. Si se va a una
escuela de estadística en una universidad privada o pública adversaria
del gobierno, no es extraño que allí le enseñen al estudiante todas las
triquiñuelas para adulterar una encuesta y poner al perdedor como
ganador, y a éste como perdedor. Del dicho al hecho hay un buen trecho,
y de esto se olvidan ex profeso los farseadores de la verdad. Lo que
les importa es el chorrerón de dinero que les pagan por mentir. Aún el
imperio sigue creyendo ciegamente que una mentira mil veces dicha, se
transforma en verdad.
No
se trata de que esa encuesta publicite un resultado exagerado. Quienes
elaboran ese género de encuesta se hallan poseídos por el espíritu de Pilatos: si no se les da, como va
a suceder, se lavan las manos y buscarán a través de testaferros un
contrato económico onírico para el próximo período presidencial de
Chávez. Ojalá no se los den. Pero eso viene siendo lo de menos. Lo
grave es que creen que la aplastante mayoría de los venezolanos tiene
cara de váter, retrete, excusado o como popularmente se le conoce: poceta o poseta,
por donde todo excremento y desperdicio que se eche, se lo traga y lo
deja correr no más con el balde de agua que se le lance encima.
A
un indeciso o indiferente que mete su cabeza como el avestruz para no
darse cuenta de la realidad en que vive ni le rodea, que los hay en
toda sociedad de clases, puede ser que una encuesta, como de la que
estamos analizando, que presente un resultado parejo o cercano, incluso
dando como ganador a Rosales, podría motivarlo a creerlo. Si llegase a
esa conclusión, igual estaría equivocado. Pero situar a Chávez de
tercero cuando por simple efecto de los ojos se ven las multitudes de
personas que lo siguen, lo vitorean, lo aplauden y lo apoyan, no sólo
es ridículo, sino un vulgar irrespeto a la verdad. Es como creer que el
pueblo –los de la oposición y los del chavismo que lo integran, y los
que no son ni de lo uno ni de lo otro- es estúpido, es mongólico
político, es lagarto de piel, es feto aún sin cerebro formado, es perro
que se come su propio excremento, es rata que se conforma con la
inmundicia que se asienta en la cloaca y la vive y la disfruta, es
demasiado esclavo de su propia ignorancia para obedecer ciegamente a
sus engañadores.
Goebbels,
el ministro de información y propaganda del fascismo hitleriano, nunca
llegó a creer tan pendejo y tan estúpido al mundo. Sabía medir la
mentira para que fuera creíble, aunque siempre fuese mentira. Sabía que
por mucha ignorancia que caracterice a un ser humano, los ojos perciben
los hechos y los comparan con las descripciones que se les hacen en la
teoría. Goebbels jamás se hubiese atrevido a firmar la publicidad de
una encuesta como la que hemos analizado. Lo cierto es que no
necesariamente tenga que profesarse la ideología fascista para mentir,
porque todas las ideologías del capitalismo mienten, unas más que
otras, pero todas al fin y al cabo mentirán hasta que la revolución del
proletariado las extinga por completo haciendo valer para siempre
aquella ideología que se abrace al cultivo de una cultura y un arte
universales.