En San Francisco es diferente

El trayecto estaba minado. Atrás dejamos la Circunvalación Uno temiendo recibir un peñonazo desde algún puente, pese a estar custodiada por el ejército y la PNB apostados en sus márgenes; y mucho antes, la avenida Los Haticos pues era probable encontrarnos con alguna barricada o clavos en la vía, tal como parecía al no ver venir carros en sentido opuesto al nuestro, íbamos casi en solitario.

Ya superada esa larga autopista, al pretender avanzar hacia el casco central de la ciudad de Maracaibo, la tensión se agudizaba, sobre todo en quien manejaba, la profesora Orietta. Marchábamos contra reloj ya finalizando la tarde cuando suponíamos había terminado el horario guarimbero; y era que debíamos atender un compromiso académico inaplazable en la biblioteca del Banco Central. Se imponía por tanto avanzar, desviar, retroceder, al tiempo que la tercera tripulante, Laura, monitoreaba la situación de sus compañeros, sus posibilidades de llegar al sitio. Es así como seguimos hacia Veritas para subir a Bella Vista, pero no pudimos y nos quedó tomar un atajo desolado que nos topó al otrora emblemático Hospital de Niños, sitiado por escombros que daban la sensación de abandono después de una hecatombe, así como sugieren algunas de esas imágenes de regiones del Medios Oriente al ser abandonadas por sus habitante al recrudecer la guerra, y recuerdo los testimonios de la Hemna. María de Guadalupe sobre su experiencia en Alepo (https://www.youtube.com/watch?v=kg5jgnfcu-w). Ojalá estas sean siempre, meras analogías de la especulación.

Pero pudimos llegar…sintiéndonos nuevamente víctimas.

Y es que en estos momentos todos llevamos alguna herida, tal como precisa Steven Bermúdez en su artículo "Las heridas de los otros heridos" (En Contrapunto) ¿Cuántos procesos de formación se ha paralizado o perdido durante estos cien días? ¿En qué ocupan nuestros jóvenes el ocio o a qué actividad redireccionan su abultado tiempo libre? ¿Cuántos aprendizajes propios de las tempranas edades escolares se han interrumpido con la afección a la estructura cognitiva de nuestros niños, aprestada para recibirlos en ese tiempo? De seguro que esto aún no ha sido cuantificado y alguna aproximación estadística a tal hecho sería inconmensurable puesto que se trata de una afectación biopsicosocial, de su esencia, con incidencia notable en las bases del desarrollo integral de nuestra niñez.

Por ello sigo preguntando:

Los impulsores, colaboradores y hacedores de las guarimbas desconocerán aquel precepto de Bolívar en Angostura: "Las naciones marchan hacia el término de su grandeza con el mismo paso con que camina su educación. Ellas vuelan, si esta vuela (…)"

En estos cien días, a la sombra de los lamentables casi cien muertos referenciados como víctimas de las guarimbas, también han aniquilado ciento de miles posibilidades de aprendizajes, de proyectos, así como restringido más el acceso a medicinas, alimentos y bienes esenciales de la población. Han menguado esperanzas.

Retomando la cabeza de este relato, debo advertir en una suerte de consuelo, que de haberse dado ese recorrido en sentido inverso para llegar a impartir clases en el centro de San Francisco en las mismas circunstancias históricas que vivimos, todos hubiésemos llegado a tiempo, sin ningún inconveniente. Porque proscritas están las manifestaciones con signos de violencia en ese Municipio. Es tácito, está en el ambiente, es la percepción de que allí existe una dirección política, una autoridad, con desaciertos algunas veces, pero existe en función de la seguridad de todos los habitantes, y eso es lo que lleva a afirmar a lugareños o no, que: "En San Francisco no hay guarimba", "La gente sale a comprar cuando quiera, donde quiera…" Y de Maracaibo van a comprar o a comer allí, por supuesto, con las molestias y la angustia de estos tiempos.

Lo cierto es que si mañana hubiese guarimba, tal como lo anunciaron; al momento que escribo estas líneas, muchos moradores de Maracaibo, a juzgar por la experiencia familiar, empezaría a emigrar a casas de parientes en San Francisco, otros lo harían temprano.

Amanecerá y veremos…

 



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Aquileo De Jesus Narvaez


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