La decisión de la cúpula del Gobierno-PSUV de avanzar hacia la elección de una ANC monopartidista el próximo 30 de julio y la convocatoria al margen del CNE por la cúpula de la MUD, 15 días antes de esa fecha, de un plebiscito para pedirle al pueblo su aval para conformar un “gobierno de unión nacional”, nos coloca en la antesala de una situación de ingobernabilidad y polarización extrema, que podría desembocar en una guerra civil con consecuencias impredecibles. Al concretarse ambos eventos, se crearía una dinámica en la que se confrontarían un “gobierno paralelo” inconstitucional versus un gobierno constitucional autoinvestido con “poderes supraconstitucionales”. Esto ocurriría en un contexto geopolítico en el que EEUU, China y Rusia compiten por el control de los recursos estratégicos de la región, siendo Venezuela la joya de la corona, remenber Libia.
La elección de la ANC carece de legitimidad de origen, vulnera la representación proporcional y la simetría del derecho al sufragio. Además, como el Gobierno-PSUV jugará solo, no habrá una contraparte que valide las auditorías y el proceso de votación, por lo que la credibilidad de los resultados quedará entredicho, horadando aún más esa “representación nacional”. Hay que recordar que la confiabilidad del sistema electoral venezolano, elogiado por Jimmy Carter como el “mejor del mundo”, depende de que exista un contrapeso político efectivo. A ello se suma el anuncio del gobierno-PSUV de que esa ANC tendrá “poderes supraconstitucionales”, pudiendo por ejemplo disolver la AN y asumir sus funciones, concentrando todo el poder por tiempo indefinido para gobernar fuera del marco constitucional. En ese caso, estaríamos frente a una ruptura continuada del hilo constitucional, porque la Constitución solo pierde vigencia cuando se promulga una nueva.
La gran mayoría de los venezolanos no cree que la constituyente va a mejorar la situación económica y social y al menos 45 % no se siente expresado en el liderazgo de la MUD y del Gobierno-PSUV. Mucho menos quiere una guerra entre hermanos. Saldremos del atolladero si se retoma la vigencia de la Constitución y se adelante un diálogo nacional que incluya a quienes están fuera de la polarización. Todavía hay tiempo para que se imponga la sensatez y se retome la senda constitucional y electoral para derrotar la violencia.