Ponerse a buscar tiene muchas cosas buenas cosas buenas, hasta inimaginables, sorprendentes. Uno empieza a buscar una llave de tuerca que sabe posee, pero ignora que alguien de la familia se la llevó prestada y nunca se acordó de devolverla y eso concluye o recuerda, lo que ya es un encontrar, por lo menos en una respuesta o halla el repuesto para la lavadora que espera la reparen por falta del mismo, que una vez compramos y olvidamos donde carajo lo pusimos, justo la tarde que llegamos con él a casa y tuvimos que ir de emergencia al baño. Como cuando buscando un libro cualquiera para leer sobre un asunto de poco importancia pero que ahora nos produce antojo, quedamos sorprendidos al toparnos con el viejo libro de aquel autor que tanto nos gusta y tanto lo buscamos que, cansados, decidimos olvidar que una vez lo tuvimos. Busqué y busqué hasta incansablemente la copia de una llave y hallé la vieja pluma Parker o Esterbrook, de esas que ahora nadie tiene y son como joyas, que ya había dado por perdidas.
Esta tarde me puse a buscar un viejo libro o mejor una novela de Ramón Díaz Sánchez, titulada "Mene", que forma parte de mis archivos desde los años juveniles, en el espacio donde coloco libros de pocas páginas, como folletos y hallé allí, no un tesoro, algo que no andaba buscando y ni siquiera recordaba, pero que me tentó a escribir esto por lo curioso, sobre todo para probar como quienes creen estar diciendo cosas novedosas, no sólo se repiten a ellos mismos sino hasta a quienes siempre adversaron.
"Mene" es parte de las tantas historias que se pueden contar en Venezuela sobre el petróleo y por este del rentismo. La escribió su autor en 1932. Pocas años antes, Alberto Adriani había hablado de sembrar el petróleo, frase o idea que suele atribuírsele a Arturo Uslar Pietri por haberla usada posteriormente en artículo en el viejo diario caraqueño "Ahora".
El petróleo está muy ligado a las luchas antiimperialistas en Venezuela. La izquierda, casi podría decirse que ha estado untada de petróleo porque la vida nuestra lo está toda. Desde los años juveniles, un tipo como quien esto escribe, se asumió de izquierda en buena medida por el petróleo y el rentismo. La izquierda toda se amamantó bastante con la energía que prodigaba el deseo de sembrar el petróleo y acabar con el rentismo. Sin olvidar, porque sería no reconocerle al petróleo cosas buenas, que muchos de esos militantes de la izquierda, también como los de la derecha, pudieran irse a Europa, entonces como, no cuna, porque eso es un feo lugar común, pero si espacio ancho donde corrían las ideas como caballos sueltos. Y de allá se las traían como un traje hecho a la medida para lucirlo en las fiestas patronales o al caballo metido en una jaula.
Hasta los viejos adecos hablaron contra el rentismo y las clases sociales dominantes que no hacían más que mamar del tetero de la renta petrolera y no eran capaces, como nunca lo han sido, de hacer nada por romper el yunque del rentismo. Mientras les servían de "guachimanes", testaferros y jefes civiles.
Buscando "Mene", de Ramón Díaz Sánchez, no por el petróleo mismo, sino por una historia inserta en esa novela que siempre hemos recordado con agrado, en la sección donde vengo colocando los folletos, encontré uno que contiene un discurso de Alfredo Coronil Hartmann, adeco, de muy internalizadas relaciones con Betancourt, pronunciado en el congreso de la república en el "173 aniversario de la Declaración de la Independencia", apenas en 1984, sólo ocho años de distancia del posterior día cuando Chávez pronunció aquel "por ahora".
Quede en mente del lector, que aquel adeco, que como tal compartió y contribuyó sigamos bajo la coyunda del rentismo, dijo lo que dijo, treinta y tres (33) años hace y quienes ahora gobiernan, dieciocho años después de estar en eso, empiezan a acordarse que para romper con el rentismo les llevamos al gobierno y para eso han estado allí y apenas ahora, cuando comenzaron a percibir los embates de la guerra económica, se percataron de la naturaleza del mandado que habían olvidado. Tal como uno mismo cuando carajito, que en camino hacia la bodega a por un encargo de nuestra madre lo olvidábamos y regresábamos con otra vaina.
Dijo el personaje antes mencionado, como para llevarle al panteón nacional, cosa que está como de moda, si fuese verdad que hubiese creído en eso y no un discurso convencional buscando una candidatura a la cámara de diputados por el MAS, lo que no alcanzó, lo siguiente:
"El estilo petrolero de crecimiento económico ha producido –salvo los casos de excepción – un poderoso sector empresarial, hijo mimado del fisco, que muy distante del modo clásico en que se construyeron las grandes fortunas – al rescoldo de la brega sostenida y diaria – se ha dedicado a exigirle a un Estado dispendioso, recursos abundantes y crecientes…" Y luego remató "Este empresariado pedigüeño y parasitario, al mismo tiempo que es producto, es también causa de la situación en la que nos encontramos".
Este discurso pues, no es nuevo. Pero es el mismo que casi todos los días quienes gobiernan pronuncian tal como si el tiempo no hubiese transcurrido, ni agotado el cántaro donde se depositaban las monedas valiosas, de tanto darle a las viejas clases y a las nuevas tan pedigüeñas y parasitarias como aquellas. Ni nace de un descubrimiento en el siglo XXI; es tan viejo como los mechurios que en las noches alumbran los campos petroleros. Por no haber sido cuidadoso en su cumplimiento se hizo posible, en tiempos de revolución, que esa vieja clase "parasitaria" de la que habló Coronil Hartmann, solo por oportunismo, más la nacida en la cuna y crecida bajo la protección de las ubres del Estado "Revolucionario", todavía andemos atrapados en la fauces del rentismo y de las mismas clases.
Siga buscando, quizás no encuentre lo que busca en el momento, porque hallará cosas que cree perdidas, de gran valor para usted en cualquier sentido y, quizás mañana, aparecerá lo que busca hoy.