Cuándo la Inflación encarece la vida

Todo idealista es materialista con su conocimiento o sin éste.

Cuando decimos encarecimiento de la vida, del costo de vida, aludimos a los elevados precios de las mercancías.

Sobre esa base, partamos de la definición de mercancía: esta es todo bien útil a hombres y mujeres en general, morboso o sano, tangible o intangible[1], duradero o no, perecedero o no, bienes que bajo condiciones comerciales representan un par de valores, el valor de uso y el de cambio. Aquí valor traduce precio, coste o simple capacidad para satisfacer una que otras necesidades sociales.

En consecuencia, cuando fungimos de comprador de las mercancías de nuestra cesta básica, o lujosa, si fuere el caso, no sólo compramos sus valores de uso, sino también sus valores de cambio.

Adquirimos el valor de uso porque lo necesitamos para consumirlo, y compramos su valor de cambio porque dicho valor de uso representa los esfuerzos laborales que costó producirlos por concepto de todo tipo de fuerza de trabajo involucrado.

Habida cuenta de que para ir al mercado y decir, por ejemplo frente a una carnicería: Por favor, pícame de aquí, y señalamos solomo, lomito, ganso, o pecho, falda, rabo o pulpa negra, espalda, o pescuezo, todo eso lo podemos hacer si contamos con suficiente dinero.

Evidentemente, lo de inflación se torna un asunto muy relativo.

Sobre esas bases, lo molesto y perjudicial de toda inflación salta a la vista cuando carecemos de suficientes ingresos salariales. Para el pobre trabajador con ingresos que se hallan por debajo del valor de cambio de la cesta básica siempre ha sufrido carestía de la vida independientemente del nivel de precios ya que cuando estos son bajos es porque bajos son los salarios.

Sin embargo, por ahora, estamos viendo precios altos con salarios bajísimos a pesar de los repetidos ajustes salariales recibidos por el trabajador de los últimos 16 años, lo que significa que más que precios en suba, existen salarios en baja ya que cada vez está resultando ampliada la diferencia salarios-valor de la cesta básica.

Esa diferencia amenazará siempre la economía nacional porque sin mercado solvente toda producción carece de estímulos capitalistas para su prosperidad burguesa.

 


 

[1] No usamos la ortodoxa clasificación de bienes materiales e inmateriales porque ella no goza de cientificidad contemporánea. Nosotros mismos y todo lo demás de nuestro entorno es materia en sus diferentísimas presentaciones. Por ejemplo, las llamadas ideas se elaboran en nuestro cerebro, que es materia en sí mismo, con flujos electroquímicos o materia acabadísima tomada de la sangre y esta de… Esto nos lleva a la paradoja, según la cual todo idealista es materialista con su conocimiento o sin él

 

 



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Manuel C. Martínez


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