No hubo sorpresa. Las apuestas anunciaban el resultado. Por eso ganó el pueblo representado en Rondón, quien sin pelear y, por ende, sin sudar una gota le propinó una tremenda paliza a la MUD y a sus adláteres quienes se habían propuesto parar el acto de la Asamblea Nacional Constituyente, fuera como fuera. Pero de ninguna forma fue. Tuvieron que tragarse sus trancazos, "plantonazos", cacerolazos, pitazos y sus "cagazos". De nada valió el lloriqueo de la Unión Europea y las amenazas del imperio estadounidense. Nada pudo hacer el infeliz Almagro. Ni las voces destempladas de Peña Nieto, Juan Manuel Santos y demás especímenes de la derecha internacional. Atrás quedó el fracaso de un paro chimbo, donde se amenazó a la gente y a los comerciantes para que se plegaran a la locura. No pudieron. Demostraron que no podrán contra el pueblo chavista. ¡La dictadura de Guevara ha caído! Y ahora le toca a la operación tun tun.
Desde las 5 de la madrugada comenzó a bajar el aluvión de los cerros de Caracas. En el interior la gente aprovechó el mar, los ríos y las quebradas para deslizarse hacia las mesas electorales. El llano se vistió de joropo y los llaneros morrales terciados, unos en burros, otros en caballos, o en bicicletas, o los menos a pie evadieron al sol y llegaron a la sombra donde les esperaba las mesas para depositar sus votos. En el centro, en occidente en oriente y en los andes se armó la algarabía con cantos, música y el carnet de la patria buscando el cielo. Nadie, absolutamente nadie, dentro del campo de la izquierda quiso quedarse fuera del evento único e histórico, donde se escribirá una nueva historia política de la Venezuela de Bolívar y de Chávez.
Los visitantes extranjeros, así como los periodistas enviados a cubrir el evento electoral más importante de los últimos años, se quedaron con la boca abierta. No comprendían como, sin la presencia física de Hugo Chávez, padre de la revolución bolivariana, el chavismo seguía vivito y coleando. No sólo eso, les parecía que el mismísimo espíritu del Comandante eterno estaba al frente de aquel río humano que se avalanchó con alegría y fervor patrio hacia las mesas para votar. Mientras que los "guerreros" de Freddy Guevara quedaban con la boca abierta, cansados, sudorosos y frustrados, después de más de 100 días de acciones desquiciadas. "Nos jodimos"—dijo uno. "Nos jodimos", dijo el otro.
Aunque usted no lo crea, el astrólogo estadounidense Reinaldo Dos Santos al ver esa avalancha de chavistas se metió en una bañera con agua fría. Perdió las ganas de pronosticar y le informó a Patricia Poleo que cancelaba la entrevista que habían concertado con ella para el día siguiente de las elecciones constituyentita de Venezuela, donde el pueblo chavista y no chavista le propinó la mayor de las palizas a la derecha apátrida. Viejos, viejitas, gente en sillas de rueda, en camilla y en chinchorro vencieron al sol, al agua y a los guarimberos e hicieron valer su poder de votar y de elegir. La gente revivió a Hugo Chávez y junto a su espíritu vencieron no solo a las vicisitudes que tuvieron que enfrentar, sino al imperio estadounidense, y a sus lacayos latinoamericanos y a los apátridas criollos. Ha sido una victoria contundente, histórica y aleccionadora.
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Rondón derrotó al amo del circo. O sea, al propio Donald Trump. Lo derrotó sin pelear y sin sudar una gota. Los lacayos criollos están estupefactos. Pero el golpe final será cuando hable Tibisay e informe de los resultados. Quedó claro que a la patria de Bolívar y Chávez tiene quien la defienda. O sea, el chavismo. Gracias a Hugo Chávez Frías. Todavía, cuando son casi las seis de la tarde, el pueblo está en largas colas esperando votar. ¡Que patriotismo! ¡Que voluntad! ¡Que cojones!