Cuando alguien menciona la palabra racionamiento de inmediato su interlocutor piensa en escasez. Sin embargo, no tiene por qué ser así.
Un ejemplo, para aclarar el punto: Si en un programa de distribución de alimentos se raciona el suministro de leche a un litro diario por persona adulta, sería ridículo hablar de insuficiencia.
Partiendo de esto, quisiéramos aprovechar esta nota para proponer una idea que podría torcerle el brazo a los malandros de Dolar Today y al mismo tiempo garantizar el suministro de alimentos a un precio justo al pueblo venezolano.
Las empresas petroleras tuvieron por muchos años, en sus campamentos, unas tiendas de abastecimiento (especie de supercados) que denominaron comisariatos. A cada trabajador le asignaban un límite en la cantidad de productos que podía adquirir a un precio subsidiado y en una cantidad que en muchos casos resultaba hasta exagerada. Por ejemplo 100 plátanos al mes. El programa fue tan exitoso que resultó uno de los incentivos más grandes para solicitar empleo en la industria petrolera.
Esa experiencia podría ser imitada y hasta mejorada en las condiciones actuales. Aprovechando la infraestructura de distribución de alimentos que tiene el Estado (Bicentenario, Casa, Pdval, Mercal, Clap) se podría crear un programa a través del cual el pueblo podría comprar los alimentos y productos que requiere en una cantidad que dependería del número de personas que integran la familia y las edad de los miembros (no debería tener acceso a la misma cantidad de alimentos una pareja sin niños que una familia integrada por dos adultos, tres niños y un anciano).
A través de un programa se podría asignar cada família a un centro de distribución o supermercado para que alli adquiera la cantidad de alimentos y productos que le corresponde y que previamente fue definida Esto evitaría compras duplicadas y bachaqueo.
El gobierno, por su lado, podría comprar toda la producción nacional de los productos que decida suministrar y exigir su colocación en puntos de distribución, en función del estimado que en cada uno se requiere.
El resto (lo que no se produzca o donde exista déficit, lo importaría el mismo Estado). Los precios de los productos obviamente no serían especulativos y dependerían de la capacidad e intención de subsidio por parte de Estado.
Este tipo de programa serviría, adicionalmente, para motivar la creación de cooperativas, Clap productivos y empresas que fabriquen productos de aseo personal, para la limpieza del hogar, ropa y otros. De esta forma poco impactaría el dolar negro en la alimentación del venezolano y se pondría en apuros a los autores de la guerra económica