La violencia generada por la oposición ha sido tan distractora como puede ser sospechosa de connivencia con el mismo gobierno, para arrimar cada vez más al país a terreno definitivo del capitalismo; de esta forma se podrían resumir lo acordado entre PSUV y la MUD de cara a la manipulación de los pendejos.
Pendejos somos todos los demás. Ahí nos encontramos nosotros, que civilizadamente opinamos y emitimos críticas desde aquí. Pero pendejos son, además, los que piden a gritos ¡castigo a la Fiscal Luisa Ortega Díaz!, y las tontas y los tontos que aplauden la muerte de un chavista en el Twitter; los que maldicen a Maduro en el Excélsior Gama cada vez que tienen que pagar un kilo de sardinas congeladas (con la tarjeta de crédito plateada) y los que hacen colas temprano para comprar tres paquetes de harina pan, para consumir uno, bachaquear dos y poder comprar el mismo kilo de sardinas congeladas, con efectivo, más tarde.
El PSUV y al MUD se reúnen en secreto para negociar. Ahora mismo están de acuerdo en participar en las elecciones regionales. Una parte de la derecha conquistará algunas gobernaciones y la otra tendrá la Constituyente, por dos años gobernando casi que de forma absoluta.
La remoción de la fiscal y reestructuración del Poder Público –primer acto constituyentita- es un signo de resentimiento e hipocresía. No le perdonan a la fiscal haberse metido con el dictamen del TSJ que aprueba el decreto presidencial sobre las nuevas asociaciones petroleras, y el otro que anulaba las actuaciones de la Asamblea Nacional por desacato.
No obstante el gobierno nunca hubo necesitado de la fiscal y la fiscalía para poner preso a los alcaldes renegados, los puso el TSJ a su nombre por no cumplir un mandato ¿Por qué no se dictó ese mismo mandato digamos, hace dos años o año y medio, por qué no los detuvo antes? Nos hubiéramos ahorrados muchos muertos quemados y mucha violencia; mucha corrupción policial, mucho tráfico de molotov, escudos y cascos, muchos mercenarios. Pero no, la culpa es de la fiscal: ¡Hipócritas!
El que quiere hacer las cosas bien las piensa bien y las hace bien. Eso de no encarcelar o sancionar a los verdaderos promotores de la violencia, con la excusa de la paz, fue el espacio y el tiempo perfectos que necesitó Maduro para distraer a todo el mundo de la gran manipulación para mantenerse en el poder sin perder las perspectivas de su "Nuevo Modelo Económico" capitalista, y sin perder popularidad y reputación ante los chavistas (que han sido el sostén efectivo de todo el gobierno en el poder)
Para frenar la violencia "terrorista" no hubiera sido necesario tanto legalismo, es decir, de las acusaciones y expedientes de la fiscalía, o de las diligencias de la fiscal. Ya las OLP habían acabado con cientos de "delincuentes" y "sicarios", sin juicios y sin tribunales. Lo mismo hubieran hecho hace dos años, o algo parecido, pero con los alcaldes y los financistas del llamado terrorismo. Solo se necesitaba voluntad. Pero no lo hicieron, en nombre de la Paz. A los delincuentes pobres se los mata como ratas, pero a los delincuentes ricos hay que acusarlos, sustanciarles un expediente, ni siquiera se los toca, en nombre de la paz; con ellos hay paz, con los otros solo se los mata y ya, total, son ratas.
Así como la acusación a la fiscal es un acto de hipocresía –más que de justicia-, la constituyente es otro parapeto más, es otra carta que sirve para negociar con la derecha franca: sostenerse dos años en el poder a cambio de algunas gobernaciones y de algunos presos liberados. Mientras tanto seguirán las improvisaciones, continuará la llamada "Guerra económica", el juego con Dios y con el Diablo: "guerra económica" "ferias de negocios" y entrega de dólares a través del DICOM o como sea, y discursos encendidos en la ANC para condenar al imperio y algún crítico o traidor de turno, emulando con orgullo al Directorio de la revolución francesa, con su Robespierre, con su Dantón, con su Marat, y muchos Fouché.
Cuando uno se cree perfecto –como perfecto se creyó Robespierre- heredero de un toque divino, elegido por el divino "pueblo", también se cree que no se comenten errores, cualquiera podría ser el responsable de que las cosas no salgan como las deseamos, por eso hay que perseguir a los traidores, a los que están por todas partes criticando, contrariando la "voz del pueblo" que soy yo (yo, Robespierre, soy la voz del pueblo; ¡cuando digo soy digo somos!).
En la otra calle, los ricos y sus ayudantes también se miran a sí mismos como representantes de la voluntad de Dios en la tierra, herederos naturales de la autoridad y el poder, con "armas y blasones" (los mismos adecos, unos pendejos capataces, grabaron sus "armas "en los muros de sus "quintas" nuevas ricas, en Cerro Verde o en la Lagunita). Estos elegidos también nos quieren convencer de que son otros, distintos a ellos mismos, los auténticos culpables de sus propios errores, y además de ser seres justos inclementes con los más humildes, y capaces de despreciar hasta la muerte la injusticia de que hayan todavía chavistas y socialistas pobres y auténticos.
Esto quiere decir que estamos atrapados entre dos locuras fascistas buscando carne fresca de cañón, y que ven traidores en todas partes; estamos en el medio de una verdadera guerra de paranoicos luchando por el poder y nosotros hacemos de sus escudos, de culpables o de sus víctimas, sin más. Pero lo más serio y ridículo en todo esto es que trabajan para el mismo jefe que es el capitalismo de rostro universal. El capitalismo está detrás de esta peligrosa y macabra puesta en escena. La idea vana de que existe una lucha entre socialista y capitalistas solo existe en la mente de los incautos, engañados y manipulados de lado y lado. Hoy los dioses del Olimpo capitalista miran desde el cielo cómo los hombres se matan por sus caprichos.