Viendo la fotografía de la abuela de Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López, a la cual su nieta le había logrado conseguir, con mucha dificultad me supongo, 200 millones de bolívares del nuevo cono monetario, para cubrir sus gastos médicos, es que me puedo explicar cómo esa distinguida matrona de la sociedad caraqueña haya llegado a los 100 años de edad con apariencia física de no tener más de 60 años.
En la fotografía con su nieto Franco (sin foto show) a primera vista uno podría creer hasta que son esposos. Es impresionante. Conozco señoras en Mérida que no llegan a los 60 años y que bien podrían pasar por ser madres de la abuela de los Tintori. Estoy realmente impresionado.
Por cierto, tengo una fotografía de mi mamá, Carmen Dionisia, que hoy cumple 40 años de haberme dejado sólo, muestra en su rostro tantas arrugas y envejecimiento corporal que bien podría pasar por ser abuela de la abuela Tintori.
Pero lo que realmente me dejó atónito es no poder entender cómo logró la familia Tintori conseguir 200 millones de bolívares nuevecitos embalados en cajas de madera para cubrir los gastos médicos de la abuela centenaria y yó apenas logro que los bancos me den Bs. 20.000,00 en billetes de Bs. 10, de mi pensión del seguro social, la cual debo cobrar en cinco partes, que no me alcanzan ni para comprarme un cartón de huevos. ¿Eso es socialismo, me pregunto yó? . O ¿Será ese hecho un milagro de Dios?. Estoy a punto de creer que Dios está con los ricos y a los pobres no nos toma en cuenta. ¿O hay otra explicación?.
Bueno, estoy pensando que puede haber otra explicación, y es de que como los ricos no trabajan, no envejecen y por eso se conservan más. Ahí puede estar el despeje de la incógnita. Eso explica lo de la longevidad, pero para obtener 200 millones de bolívares del nuevo cono monetario para cubrir los gastos médicos de la abuela, tuvo que producirse un milagro y eso ya es obra de Dios. ¿Será el mismo Dios que convirtió el agua en vino y multiplicó los panes y los peces?. Eso no lo puedo creer, pues ese Dios vino fue para favorecer a los pobres.
"Señor, yo no soy digno que entres a mi casa, pero sólo una cajita de esas, bastará para sanarme". Creo que una palabras parecidas a esas, dice el sacerdote católico cuando celebra la santa misa.