La sociedad se ha convertido en algo repugnante. Las redes sociales que llaman 2.0 actúan en dirección contraria a las redes sociales reales de gente que trabaja por un interés común. La gente dejó de leer literatura y de leer, más allá de 140 caracteres. La ignorancia se disimula como una cualidad de la frivolidad propia de los héroes y heroínas de la "alta sociedad", devenida en faranduleros millonarios, del cine, y del modelaje y de lo que sea de dónde venga la fama y el dinero de la familia kardashian (es posible que del negocio de diamantes y cosas así). Del otro lado del teléfono la gente pasa hambre y sufre la violencia de vivir sometido a las reglas del más fuerte. A los artistas verdaderos aún no los reconocemos y nos sostenemos de lo clásico. Pero, los hay. Muchos se han muerto jóvenes y otro tanto pasa desapercibido en la miseria y en la locura. La televisión, la prensa escrita y digital reflejan la banalidad con la cual se viste el horror y la disolución del espíritu. De tanto ver refugiados nos acostumbramos a ellos, igual pasa con las secuelas de las guerras capitalistas; nadie piensa en Yemen y en su gente como una auténtica desgracia humana, solo ven una noticia más. A nadie le importa nada más que sus propios asuntos, pero estos asuntos todos se parecen. Y a nadie le importa que así sea, lo que importa es la saciedad material.
Treinta o cuarenta años atrás nos asociábamos para luchar por una sociedad más justa e igualitaria. Leímos en grupos y de forma individual literatura y política. Nos hicimos amigos y hermanos. Todavía uno conserva compañeros de entonces vivos, hasta los que adversamos andan por ahí, y nos cruzamos en la calle y nos saludamos; habrá por lo menos un guiño de ojo cómplice. No comprendemos cómo se esfumaron los sueños de tantos a la vez, o podríamos decir de tantos farsantes a la vez, en un arrebato por alcanzar éxito en negocios particulares, prestigio, estatus, llenar el hueco sin fondo de las insatisfacciones. Pareciera que el espíritu se les secó, así como la mirada, siempre volteada hacia dentro.
Es lamentable ver que haya un acuerdo tácito en el equipo de gobierno en que el espíritu es un aspecto secundario en todo lo que hace. Pareciera que todos miden las necesidades de la población por las suyas propias. Es lamentable, miden las necesidades de la sociedad a través de sus propias miserias, las cuales demandan bienes materiales, llenar el estómago, y nada más.
Es un mal plan involucrar a toda la sociedad en eso. Porque en su conjunto no sostendrá el ritmo de consumismo neurótico colectivo por mucho tiempo. Recordemos que se trata de un abismo de insatisfacciones; el capitalismo estimula "un abismo" de insatisfacciones insaciables, tanto para el capitalista como para la sociedad consumista, el individuo consumista. Por eso sentimos mucho que este grupo de líderes vean al espíritu, cuando mucho, como un privilegio y no una necesidad de toda la sociedad.
La revolución se origina en un cambio de espiritualidad. Alfredo Maneiro, por ejemplo, estuvo estudiando filosofía hasta muy entrado en años. Pero su vida como luchador revolucionario nace de un cambio espiritual, al igual como ha sucedido con todos los que creemos en una revolución socialista ¿En qué momento estos ex militantes revolucionarios dejaron de serlo por falta de espíritu?
La revolución socialista se da como un proceso de cambio simultaneo, en la sociedad y al interior del individuo. La revolución es un "solo movimiento" material y espiritual, social e individual. Si fuera nada más que una acción material sería muy sencilla, el mundo y la historia estarían sembrados de revoluciones. Pero no es así, sin un cambio de consciencia, sin reflexión, conocimiento, crítica, debates; sin estudio una revolución social es imposible. Y eso es lo que obvian estos "líderes", desde el presidente Maduro hasta Rafael Ramírez, pasando por todos los demás discurseadores.
Otra vez Rafael Ramírez hace un análisis de las políticas desarrolladas por el gobierno desde la muerte de Chávez, y atribuyéndole un peso excesivo a las carencias materiales, disculpa al gobierno –y se disculpa él- de los principales errores cometidos, TODOS enraizados en ausencia de espíritu revolucionario, de valores revolucionarios.
El desgano de la población Chavista por la política nace de las contradicciones entre un discurso que habla y promete un País y el país real. Esas contradicciones son fallas espirituales. Mentir es un mal ejemplo para la población; regalar un carro que no es de uno; falsificar el Plan de la Patria, la Honestidad es decir, hablar siempre con la verdad, es un bien espiritual que ahora se desprecia (y hace falta con urgencia).
No perder el camino de nuestra idea rectora es un esfuerzo espiritual, no material, porque para esto se debe reflexionar, discutir, criticar, analizar estudiar, más inteligencia que dólares, y todo para no perder el norte moral de nuestras prácticas políticas. Recordemos que una revolución es formar un carácter revolucionario y este tiene como base la fuerza de voluntad por el cambio, como persona y como colectivo. Sin esta fuerza de voluntad, sin este espíritu que nace de una convicción no hay revolución.
Mucho más de la mitad, de nuestros problemas actuales, hubieran sido superados contando con la voluntad de un pueblo chavista convencido; muchas falsas soluciones de orden material y económico se hubieran evitado, como la idea fatua de hacer de Venezuela un país productivo a través del capitalismo (de los empresarios "privados honestos", de Mario Silva), ¡A realazos! y de forma irreflexiva, irracional. Sin embargo siguiendo la lógica del Plan de la Patria de Chávez se hubiera podido convocar a toda la sociedad chavista asumir el control de nuestra economía, desde la producción hasta su contraloría y la de todos los demás procesos económicos. Estuviéramos peleando por Nuestra revolución y no por los capitalistas ladrones y mentirosos, por los privilegios de los dueños del mercado capitalista y por los propios verdugos de las trasnacionales… Estuviéramos verdaderamente moralizados peleando brazo con brazo como uno solo y no temerosos y atontados por unas elecciones y unos candidatos embusteros, demagogos, ineptos, la mayoría repitiendo en sus vergonzosas gestiones del pasado.
No hay que subestimar el valor que tiene el espíritu, el hablar con la verdad… Y por no permanecer cerca de la verdad se negará el gobierno la posibilidad de convencer al pueblo de Chávez de que lo acompañe, a la hora de la caída. Un pueblo desmoralizado, fragmentado, desilusionado es presa del miedo y la inacción, es hora de dejar de mentir y comenzar a hablar con la verdad.
Marcos Luna 03/09/2017