Contada por el General Páez
"Morillo llegó a la ribera izquierda del río Arauca y acampó en la Mata del Herradero, una milla más abajo del punto en que nos hallábamos. Aquel mismo día, a las tres de la tarde, se pasó a nosotros un oficial de caballería llamado Vicente Camero y, antes de presentarse a Bolívar, me informó de que Morillo había organizado un plan para hacerme prisionero. Consistía en que si yo volvía a provocar al ejército del modo en que lo había hecho el día anterior, atacándolo y fingiendo retirada para volver inmediatamente a la carga, Morillo se movería contra mí con todo el ejército para obligarme a huir sin poder volver la cara, y ya en fuga me perseguirían doscientos hombres escogidos de la caballería, montados a caballos de buena carrera y resistencia, para acosarme y hacerme prisionero. En descargo de este encono que contra mi tenía el jefe español, tengo que referir un hecho ocurrido cuando el ejército comenzó a pasar el Arauca. Aquella mañana muy temprano salí yo con unos diecinueve compañeros al encuentro de Morillo, y apenas nos divisaron cuando éste lanzó sobre mi toda su caballería; yo dividí mi gente en dos pequeñas secciones, e hice que Aramendi, encargado de una de ellas, diera frente, avanzara, se retirara y sin cesar le hostigase, apoyándolo yo al mismo tiempo con el resto de la gente. Entonces suspendieron los realistas el ataque, con pérdida de algunos jinetes, no habiendo nosotros tenido más desgracia que un caballo herido. Bien se comprenderá ahora que el general español no me perdonara aquella mala pasada que yo le había jugado en sus mismas barbas y que estuviera deseoso de hacérmela pagar con usura.
Después de oír la relación del oficial corrí a ver a Bolívar, y habiéndole referido el plan de Morillo, le dije que si él me permitía pasar el rio con un corto número de los míos, yo con mi táctica habitual atraería a los realistas hasta frente al lugar en donde estábamos, y si Bolívar mandaba a emboscar al enemigo en las orillas del río a las compañías de granaderos y cazadores con toda su artillería, podríamos dar un buen golpe a los españoles; pues cuando le tuviéramos en el punto citado, yo cargaría de frente al mismo tiempo que nuestras fuerzas al asecho atacasen de frente. Accedió Bolívar a mis deseos, e inmediatamente con ciento cincuenta hombres crucé el río, y a galope nos dirigimos al campamento de Morillo. Moviose este para poner en práctica su plan, y nosotros le fuimos entreteniendo con frecuentes cargas y retiradas hasta llevarlo al punto que habíamos señalado para la emboscada. Al llegar allí abrió fuego contra los realistas una compañía de cazadores que estaba allí apostada, pero no con toda la fuerza que yo suponía. Muy apurada era entonces nuestra situación, pues el enemigo nos venía acorralando por ambos costados con su caballería y nos acosaba con el fuego de sus fusiles y cañones, cuando afortunadamente el valeroso comandante realista Narciso López me brindó la oportunidad de pasar con alguna ventaja a la ofensiva.
Fue el caso que López se adelantó a la infantería con el escuadrón de carabineros que mandaba; en el acto dispuse que el comandante Rondón, uno de aquellos jefes en quienes el valor era costumbre, con veinte hombres lo cargase a viva lanza y se retirara sin pérdida de tiempo antes que lo cercasen los dos trozos de la caballería enemiga que yo deseaba formasen una sola masa para entonces devolver nosotros y atacarlos de firme. Cargó Rondón con la rapidez del rayo, y López imprudentemente echó pié a tierra con sus carabineros; Rondón le mató alguna gente y pudo efectuar su retirada sin que lograsen cercarlo.