El trabajo hizo al hombre. Toda la lucha de éste ha sido y será por un trabajo digno en pleno dominio de la economía de tiempo. Esto es obra del socialismo y no del capitalismo.
Cuando el hombre le dedique una o dos o tres horas máximo al trabajo
productivo y tenga todas sus necesidades satisfechas, entonces se podrá
decir que está emancipado de toda expresión de esclavitud social para
dedicar gran parte del día a labores esencialmente de provecho y
satisfacción espiritual.
No
se trata de negar, por pura reacción, una política de subsidio que
enfrente el desempleo. Una revolución, Cuba lo ha demostrado, debe
subsidiar a sus habitantes que se encuentran inactivos por razones
poderosas. Si se paran industrias por falta de energía, sería criminal
lanzar a la calle a pasar hambre a los trabajadores de las mismas. Allí
el subsidio tiene que ser una obligación del Estado. El capitalismo no
aplica esa política de subsidio al desempleado, porque entre más se
enriquecen los patronos e invierten en capital constante de alta
tecnología, más generan desempleo y miseria. Aunque eso parezca una
mentira, es la verdad.
Es
terrible basar un programa de gobierno, para ganarse votantes, en el
ofrecimiento de una política de subsidio para acabar con la pobreza.
Incluso peor, por encima de lo que es el salario mínimo. Eso es, es la
verdad, como ofrecer la paralización económica casi total del país. Es
como regalar el pescado sin proponerse enseñar a pescar. Es asegurar el
incremento del desempleo pero no producto de decisiones del patrón,
sino de una convicción del desempleado que gozará de un salario
superior al obrero común. ¿Se han imaginado, Rosales y sus ideólogos,
cuántos obreros van a renunciar al trabajo para asegurarse de la “negra”
que les va a proporcionar entre 600 mil a un millón de bolívares sin
salir de la casa salvo el día de cobrar? ¿Se han imaginado, Rosales y
sus ideólogos, cuánto va a ser el crecimiento de una gendarmería que va
a llevar al país a un parasitismo social que ahogará todas las fuentes
de la economía nacional?
La “negra”,
por estar tan buena con sus medidas de 90-60-90, va acabar con el país,
porque millones de hombres andarán tras de ella persiguiéndola y
gozándola, y millones de mujeres celosas y con exagerado espíritu de
venganza igual la buscarán para el lesbianismo que les garantice una
parte del reparto. Eso se llama política de orgía, toda la masa empobrecida del país, sin distingo de sexo, hará el amor con esa abeja reina que no es blanca sino “negra”.
Esa política es la expresión más demagógica y baja del burocratismo
social. Es como asegurarle al futuro el reino de la pereza y la
holgazanería. Es como querer controlar la voluntad de un pueblo
exclusivamente por las tripas. Es como despreciar la capacidad creadora
de la gente. Es como humillar al cerebro ejerciendo el control total
sobre los intestinos. Es como creer que un pueblo, mientras viva de la
regalía y se le garanticen las 24 horas para reposar y dormir, nunca es
capaz de pensar por sí mismo ni percatarse que por una promiscua y aparente filantropía de la “negra”
le están comprado todo su comportamiento humano. Todos los utópicos que
invirtieron su fortuna en crear ciudades ideales de sol, terminaron
arruinados. Antes que la “negra” acabe con todo lo amarillo –la riqueza- hay que sacarle la tarjeta roja, esa que no permite el juego sucio, la trampa, la maniobra ni la degeneración del hombre en el campo de trabajo.
Yo
no me caso ni me acuesto con la negra ni que le doblen las medidas a
180-120-180. Seguro que detrás de su abrazo está la puñalada de la
demagogia que engaña para pescar incautos.