La otra función del Carnet de la Patria

Mientras los carnets de los partidos políticos, de los clubes privados, de las asociaciones laborales de las diferentes empresas privadas, de distintos deportes*, mientras todas esos carnets dividen a las personas, según sus oficios, ideologías[1], sus rangos económicos, etc., el Carnet de la Patria nos une como personas, como trabajadores y patronos, como profesionales y técnicos, como civiles y militares, todos indistintamente como iguales ante la ley y ante nuestras obligaciones y derechos ciudadanos. ¿Tiene sentido racional que dos (2) zapateros no se traten, no dialoguen, no sean amigos, porque uno es adeco y otro, copeyano?

Digamos que estamos frente a un Supercarnet, una especie de cédula de identidad con un archivo abierto para enriquecer nuestro currículo, como si se tratara de nuestra historia misma.

Allí se está recogiendo los datos de la cédula de identidad más todas las actuaciones relevantes de nuestra vida: condición económica, propiedades inmobiliarias, mobiliarias; formación profesional y artesanal; delitos cometidos, estado de empleo, padecimientos de enfermedades e incapacidades varias, vacunas recibidas; carga familiar, etc.

El ciudadano burgués o proburgués está impedido para su afiliación porque sencillamente su mentalidad es fuertemente individualizante e individualista; de otra manera no podríamos explicarnos cómo un patrono trata mal a sus trabajadores, mientras[2] estos son quienes les mueven y acrecientan su capital. Una conducta exacerbada desde que el apologista Schumpeter la cogió por ver en los capitalistas prósperos unas bondades divinas y los calificó de emprendedores naturales puestos por Dios, con lo cual enterraba los aportes de Adam Smith y de David Ricardo ya que a los asalariados no les concede ningún aporte en la creación de la riqueza de las naciones.

Contradictoriamente, la literatura schumpeteriana, como la de Smith, reconoce que los trabajadores colaboran en la elaboración de valores de uso, pero no de valor, no de riqueza, y deja el valor de cambio como un resultado externo, un producto del mercado.

Supuestamente, solo la buena dirección, escogencia técnica, organización y olfato con maquinarias, explican y pasan a ser la fuente de la riqueza, de la ganancia burguesa, cuya iniciativa para su consecución, pues, es arrogada por el dueño del dinero. Quien no tiene dinero para invertir y explotar asalariados es un infeliz, un menesteroso de la "ayuda" patronal.

Así ocurrió durante los mil años del medioevo con la conducta sumida por los terratenientes y aristócratas respecto a sus siervos y personal doméstico y artesanal. Otro tanto con los esclavistas de quienes los capitalistas son herederos históricos.

El carnet de la patria determinaría en el mediano plazo cómo alguien acrecienta su fortuna y a quienes se les va la vida cargado de necesidades insatisfechas.

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  • El deporte ha sido usado para exacerbar la separación entre ganadores y perdedores, entre exitosos y fracasados. Debe revisarse la verdadera importancia del deporte competitivo, amateur y profesional.

[1] Ateos, medioateos, comunistas, socialistas, socialdemócratas, cristianos, evangélicos, musulmanes, judíos, etc.

[2] Todo patrono tiende a estar convencido de que su capital crece debido a sus personales habilidades empresariales. Esa convicción errónea es tan cierta que uno de los más connotados Nobeles llegó a decir que las facultades empresariales eran poco menos que una bendición de Dios, y de allí la prosperidad alcanzada por parte de quienes llamaba "emprendedores".



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Manuel C. Martínez


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