La sociedad venezolana está cambiando radicalmente la forma de pensar su modelo económico. De manera forzada el Imperio del Norte nos obliga a desmontar el modelo de dominación impuesto por ellos mismos desde inicios del siglo XX.
Tomando elementos para el análisis de "la teoría del empujón" del nuevo premio nóbel de economía, Richard Thaler, puede decirse: que las sanciones diplomáticas y el bloqueo financiero internacional incesante contra nuestro país, nos está "empujando" a forzar el verdadero cambio del capitalismo parasitario hacia una verdadera economía productiva. Estamos hablando que esa presión es la manera de "empujarnos" a tomar decisiones que nos beneficien a largo plazo.
Considero, que todas las acciones de presión desde Obama hasta Trump le hacen un franco favor a los venezolanos para irse deslastrando de una vez por todas de esa estructura de dependencia que tanto nos ha constado derroche de capital perolero, de pérdidas de oportunidades que nos trajo los boom petroleros para reinventar e impulsar un modelo de desarrollo e industrialización originario. Más bien perdimos esas grandes oportunidades ahogándonos en el consumismo de lo importado, de las marcas transnacionales, desprotegiendo nuestra industria y desregularizando los mercados en beneficio de otras naciones. En síntesis, perdimos la oportunidad de reactivar nuestra agroindustria y la manufactura sin poder lograr impulsar las marcas nacionales.
Como vemos, ha sido un proceso que ha llevado a la economía parasitaria que hoy tenemos al "desastre". Muchos políticos lo llaman el "fin de la era rentística en Venezuela".
Si bien es cierto, logramos una gran revolución al poner a PDVSA al servicio del pueblo y no de las transnacionales, incrementar los aportes fiscales petroleros y destinar la mayor parte de esa renta para la inversión social, no obstante, aún queda por alcanzar la gran "Coordinación Social" para hacernos una economía productiva, industrializada y competitiva.
Ahora, el gobierno de Trump con sus actuaciones retrógradas en política exterior, nos obliga a tener que pisar firme sobre la tierra y olvidarnos de esa ilusión perenne del sueño americano, de la Venezuela saudita, del "ta´ barato dame dos" y del cupo viajero. Estamos obligados por las circunstancias a mirar hacia adentro de nosotros mismos. A ver nuestros campos, revisar nuestras fábricas, nuestra tecnología, a ver lo que queda de los productores 100 por ciento nacional, y a partir de ellos, comenzar a construir lo nuevo, de las experiencias nacionalistas, de esos empresarios o hacendados que sus ganancias la invierten en Venezuela y no en Florida, el Doral o en Panamá.
Hay que reconocer, que la sociedad global ha cambiado radicalmente en los últimos 50 años, pero lo que no ha cambiado es su patrón de consumo energético de dependencia del petróleo para el comercio internacional y doméstico. Y en nuestro caso, tampoco ha cambiado el modelo rentista petrolero parasitario.
El capitalismo de la "belle époque" en Venezuela se ha precipitado, ha colapsado. Ahora emergen nuevas condiciones para el renacer de una verdadera revolución económica en nuestro país, una revolución más integral, muy diferente de la revolución y dictadura del proletariado anunciada por Marx en el siglo XIX. Más bien, una revolución donde la mano visible del Estado se haga sentir con fuerza para imponer el orden en la sociedad económica alebrestada y seguidora de Dólar Today. Donde la planificación y la rendición de cuentas del uso y disfrute de las divisas petroleras, que son de todos los venezolanos, sea noticia de primera plana, y donde también la mano invisible del mercado juegue a favor de los intereses nacionales y no de los intereses extranjeros.
He allí donde el Estado debe promover, impulsar y proteger nuestra industria, que ahora debe ser innovadora, eficiente y nacionalista como siempre hemos soñado. HAY QUE DETENER LA COLTURA DE LO IMPORTADO que genera empleos productivos en el exterior a costa de más empleos improductivos en nuestra Nación.
En ese sentido, hay que sustituir el conglomerado de empresas individuales, improductivas, chupa dólares como lo son la mayoría de las agremiadas en Fedecámaras, Consecomercio, Vanamchamp y Conindustria por grandes conglomerados de empresas productoras de bienes y servicios de productos nacionales.
Donde las universidades públicas y privadas estén conectadas con las necesidades de la sociedad y de la industria local. Donde se invierta en la ingeniera robótica, electrónica, de sistemas computarizados originarios. Donde los jóvenes se envíen al exterior a estudiar carreras vinculadas a la ciencia y la tecnología para impulsar una industria de punta, donde sean reconocidos, financiados, protegidos, bien remunerados y acompañados por el Estado. En vez de mandarlos a estudiar carreras que no inciden en el desarrollo económico del país.
Considero, que a lo interno, debemos cambiar las ofertas académicas financiadas con dinero público para formar abogados, archivistas, diseñadores gráficos, publicistas y artes plásticas por ingeniería metalmecánica, robótica, industrial, química, medicina y farmacia, vinculando los proyectos de investigación para optar al título académico con las necesidades de la sociedad económica nacional.
Es la única vía para poder bajar en el mediano y largo plazo los niveles de importaciones de bienes y servicios y comenzar a producirlos soberanamente en nuestro país.
En ese sentido, necesitamos el encuentro de los venezolanos para construir lo nuevo, esa Sociedad Postrentista que tanto hablamos pero que aún no existe, que no se sabe cómo será, porque nunca nos hemos atrevido como sociedad libre a caminar con nuestros propios zapatos, sino con zapatos prestados, con modelos impuestos desde el Imperio del Norte, que es el mismo que ahora nos golpea y golpea sin contemplación en nuestra moral y en nuestro bolsillo todos los días. Me atrevería decir que está experiencia de los ataques frontales del imperio es la nueva oportunidad para que cambiemos.