Cualquiera que llegue ahora a Venezuela, se forje rápidamente una idea del ingreso del común de los venezolanos y el costo de los más elementales productos para la alimentación, cuando un kilo de sardina, en el país de las sardinas y donde el gobierno subsidia a los pescadores en todo, cuesta ahora mismo hasta tres mil bolívares y un pequeño pollo cincuenta mil, eso acabo de pagar, le resultaría incomprensible los resultados electorales del domingo 15 de octubre. Soy de quienes aseguran que esos resultados fueron ciertos; es decir, esa fue la proporción de votos depositados y que arrojaron las urnas; el sistema electoral venezolano es gran medida seguro por la tecnología y las posibilidades de auditarlo, antes, durante el proceso y con posterioridad. Como hemos dicho suficientemente, las declaraciones de fraude del sector opositor no son más que justificaciones para ocultar su incompetencia.
Es cierto que el gobierno apela a recursos como ese de la "chamba juvenil", el carnet de la patria, uso nada comedido de los medios oficiales y otras formas para tratar de asegurarse al elector, pero no esta la primera vez que en Venezuela, el partido que gobierna, usa esos recursos. AD inventó esas cosas o procedimientos, dicho de esa manera para no herir susceptibilidades, como el repartimiento de bolsas con comida, primer antecedente de los CLAP, bloques, sacos de cemento y paremos de contar. En vez de encuesta, en las elecciones internas del partido, no con tanta participación como que hacía el Psuv, aquellas que se quedaron en el olvido, que ellos, los adecos hacían, lo que ninguno hace ahora, se guiaban por el número de bolsas que cada uno de los candidatos había repartido. También aplicaban sus planes de vivienda a través del Banco Obrero. Carlos Andrés Pérez, llegó a darle a cada representante una beca, que no era poca cosa, por cada hijo que tuviese inscrito en la escuela. Yo, que fui docente, lo sé de primera mano, nadie me echó el cuento. Pero pese eso, cuando en Venezuela comenzó a conocerse ese fenómeno o animal que muerde tan duro y manera cruel como la inflación, también empezó a producirse aquel fenómeno del intercambio de gobierno, cinco años para AD y luego otros cinco para COPEI, lo que ellos llamaron la "alternabilidad democrática, para cubrir el fenómeno con un manto como de justicia y como muestra de equilibrio y juicio. En Venezuela, en esos tiempos, uno podía predecir, con poco margen de error, los resultados electorales según las cifras inflacionarias. Pero eso sucedía aquí y en otras partes. Nunca olvidaré una conversación entre compañeros en la parte de abajo del área donde estaba la sede de la FCU de la UCV, sobre los posibles resultados de las elecciones que en breve se realizarían en la Argentina, donde la opinión fue unánime, los del gobierno perderían. Todos los participantes en aquel coloquio, de puros jóvenes, sin excepción, se fundamentaron, no en encuestas, que para aquella época no intervenían en asuntos de la política, sino en las cifras inflacionarias. Y no nos pelamos. En aquellos tiempos, ese fenómeno, entonces desconocido para los venezolanos, no sólo era común en las economías del sur, sino que mordía con fuerza, quizás no tanto como ahora en Venezuela, pero producía daño y generaba cambios sustanciales en lo político. Haber dicho todo lo anterior no es sino decir la verdad que cualquiera que investigue, sin mucho esfuerzo puede constatar. Negar eso, no sólo sería mentir sino violar una norma respetable para nosotros, reponer la historia tal como aconteció y no como a uno le convenga. Como es verdad que entonces, como ahora, la corrupción era descomunal.
Es incomprensible, en efecto, al margen de otras consideraciones, que en Venezuela, donde un pequeño pollo, cuesta casi el 30 por ciento del salario mínimo y pese a los bonos que un trabajador pueda recibir, eso no deja de ser una muy pesada carga, más para quienes sólo reciben ese ingreso, como los pensionados del IVSS, no jubilados, que son unos cuantos, que el sector oficial haya ganado, como en efecto las ganó, sin duda, 18 gobernaciones, de un total de 23. Por eso, el grito de fraude de la oposición, repetido o, quizás al revés, desde el exterior, como Departamento de Estado, UEE y los grandes medios de comunicación que, de paso muestran las cifras de inflación, tiene aceptación en la multitud en grandes partes del mundo y hasta en Venezuela misma.
¿Cómo es posible que esto suceda? ¿Será cierto que el pueblo venezolano, pese saber de la incompetencia del gobierno, de las muchísimas fallas que en él anidan, como la soberbia, el burocratismo y hasta la corrupción en diferentes facetas, ha sabido entender que es menos malo que el bando opositor? ¿Será verdad que los venezolanos, en su gran mayoría, comprenden exactamente lo que está en juego, estando de por medio el interés de EEUU y los capitales suyos y otras naciones, incluyendo las del UEE? ¿Acaso se ha producido el milagro, lo digo así porque las bases estructurales no parecen las adecuadas, que le faltó a Bolívar, que las multitudes comprendiesen, por lo menos a cierto nivel, la conducta del capitalismo mundial y su tendencia a someter a los países de la periferia a servir a las metrópolis como aportadores de materia prima y ahora recursos estratégicos que en este país abundan?
Es posible que haya mucho de eso. Como también la impronta de Chávez. Por eso, uno escucha decir a mucha gente, "en este país quien tiene votos es Chávez" y observa al gobierno "sacándole la chicha" al Comandante, para decirlo en lenguaje coloquial, que no deja estar lleno de poesía, por eso nos agrada, pese aquella subestimación al calificarlo de refranero.
Cuando se escucha al presidente, después de respirar hondo y mirar hacia arriba, no se sabe si buscando a Dios o al barinés, decir "¡estamos venciendo!, dudamos entre reír o batuquearnos contra el suelo, sabiendo cómo se amontonan y suman las dificultades, mientras, para volver al lenguaje coloquial, quien nos debe defender, sólo "nos cae a muelas". Pero no a las muelas para morder a quien especula, roba, esconde o no es capaz de diseñar políticas para contrarrestar aquello, sino a la palabra para distraer o intentar minimizar los efectos. En este caso el político se trueca en una especie de pastor evangélico que nos pide resignación y esperemos el premio en la otra existencia. ¡Algún día llegará!
¿Entonces siendo esa la situación del venezolano, que difícilmente puede comprar comida y medicinas, que con decir esto es bastante, por qué se producen esos resultados electorales que parecen sorprendentes?
Veámoslo de esta manera. El gobierno, en materia económica, sobre todo en asuntos de precios, habla de la guerra, le echa la culpa al adversario, que sí la hace. Pero oculta su incompetencia para responderle y sobre todo la historia reciente cuando acumuló tantos errores que ahora se pagan. Como cuando desparramó por el suelo la botija aquella del barril de petróleo a más de cien dólares. Creo que ese pueblo sabe mucho de esto. El engaño no es total, por eso el voto chavista va y viene, avanza y se repliega. Depende de lo que esté en juego. No obstante, gobierno y oposición lo subestiman. Sobre todo la oposición está como impedida de entender eso.
Ahora veámoslo de esta otra. La oposición no oculta sus vínculos y hasta su dependencia del enemigo principal, el foráneo; ese que ya como dijimos arriba, el venezolano parece tener identificado. Pero además, es evidente que, como cualquier pueblo del mundo, es amante de la paz y, las diferencias, cree él profundamente, se dirimen mediante el diálogo y los votos.
La oposición ha cometido tres errores básicos y ella, en su totalidad, no lo quiere reconocer. Ha intentado imponerle al país una agenda de violencia que ha sido rechazada por la mayoría y esto incluye buena parte de sus simpatizantes y hasta militantes. Pero también, ha quedado en evidencia, en todos los intentos de diálogo, pese hasta la intermediación del Papa, que no quiere saber nada de eso por sujeción irracional a aquella agenda. Al guerrero, en el peor sentido del término, al violento, no le interesa el diálogo, la búsqueda de acuerdos, no está en su interés. Pensar lo contrario es como si aspirásemos que un pez sobreviva en tierra.
Finalmente, buena parte de ella, me refiero a la oposición, para no decir toda, se ha dejado sujetar en exceso a factores endógenos, como políticos del gobierno estadounidense, Departamentos Militares y hasta Agencias Policiales con competencia en la política internacional de aquél y políticos sin moral y excesivo pragmatismo como los hay en el Parlamento de aquel país, que le imponen prácticas sin sustento ni cabida en la idiosincrasia y cultura del venezolano, comprometiendo ellos el futuro venezolano a cambio de apoyo dinerario y mediático.
Por eso, la oposición debe repensarse y deslastrarse de lo que le impide avanzar y aprovechar las facilidades que le brinda la coyuntura. Siempre ha tenido validez aquella frase y recomendación de Oscar Schmell el de Hintelaces, "la oposición, sin hacer ni decir nada, quedándose quieta, gana".
Por estas cosas, parecemos estar inmersos en un mundo surrealista.