No
soy asiduo de estar escuchando discursos, aunque mucho me gusta leer la
prensa y estar atento a las noticias. Sin embargo, sí me agrada
escuchar los discursos de los presidentes de naciones en la ONU. Son
cortos y deben ser precisos. Se está en la boca del lobo. Si un
Presidente lisonjea a Estados Unidos, puede tener segura una exquisita
cena en la Casa Blanca y un cheque para que de vuelta a su país cometa
algunas fechorías en nombre de la ‘libertad’.
Esto no tiene nada que ver con la cita que se produjo entre el
Presidente de Palestina y el señor Bush. Ningún pueblo se ha visto tan
afectado por la política imperialista como el de Palestina. Haberse
negado el Presidente de Palestina a conversar con Bush, hubiera sido
una necedad que su pueblo no se la hubiese perdonado. El jefe del
Estado israelita es el Estado de Estados Unidos. El jefe de Olmert es
Bush, y no el pueblo judío. En cambio, lo que hizo el Presidente de
Colombia es la expresión de la sumisión vulgar que va a implorar le
metan una manito en el Congreso de Estados Unidos para que le aprueben
un proyecto que va contra su propio pueblo y soberanía.
Encendí
el televisor para escuchar los discursos de los mandatarios,
especialmente, latinoamericanos durante el día 20 del presente mes.
Había escuchado el día anterior el discurso de Evo, y me pareció que
estuvo a la altura, supo defender el clamor de su pueblo, y lo dejó
bien en alto. En verdad, quería escuchar el de Chávez. Hubo una falla
eléctrica en la calle donde me encontraba, y se apagó el televisor. Me
arreché, pero supe controlar la arrechera. No quise maldecir a la
empresa de energía eléctrica, porque allí trabaja parte de nuestro
pueblo y no es culpable de esa falla. Son los gerentes, los
especialistas, quienes tienen el deber de estudiar sobretodo las fallas
de un determinado servicio que son continuas y afectan a las
comunidades y, especialmente, dañando artefactos eléctricos cuya
reparación corre injustificablemente por cuenta de sus propietarios y
no de los negligentes que son indiferentes a la producción de fallas
que no son por efecto de hechos de la naturaleza. Salí a llamar para que vinieran a darle solución a la falla. Todos los teléfonos que marqué me dieron la misma respuesta: no se encuentra asignado a nadie.
Precisamente Chávez estaba hablando cuando se produjo la falla
eléctrica. Ni me pasó por la mente que fuese un sabotaje. Si de éste se
tratara, la falla hubiese sido nacional. Cuando se reparó la falla, ya
Chávez hacía rato había concluido su discurso.
Comencé a escuchar los
comentarios: unos en contra y otros a favor.
Nadie que esté de acuerdo con el proceso debe arrecharse porque la
oposición se arreche contra el discurso de Chávez. Peras no puede dar
los olmos. Los intelectuales de la burguesía creen que la tribuna de la
ONU, tan solemne y sagrado como un púlpito de dioses, es para hablar de
poesía en nombre de la política y que, en vez, de denunciarse la
pobreza y el dolor de la mayoría de la humanidad debe ser la prueba de
testimoniar, cada mandatario, la fe en que su nación se resigna al
conformismo del mandato del Presidente de Estados Unidos.
El
Diablo fue denunciado en su propio emporio. El mundo actual necesita de
eso. No más silencio en una diplomacia capitalista burda y secreta. El
adorno no lo entienden los pueblos y tampoco lo comparten. ¿Cómo llamar
a un Presidente que se cree amo del mundo, ordena guerra cada vez que
amanece de mal humor, justifica crímenes de lesa humanidad y concede
impunidad a sus criminales de oficio, se burla de la humanidad con la
hipócrita ventaja del espíritu de la hiena, ejecuta el terrorismo de
Estado con la fuerza bruta que niega la razón, incrementa entuertos
donde cualquier don Quijote ha entregado su vida para enderezarlos,
socorre al violador en vez de tenderle la mano a la viuda desprotegida,
condena al cautivo en vez de liberarlo, comete agravios en vez de
deshacerlos, aumenta sus abusos en vez de corregirlos, subsidia
villanos en vez de derrotarlos, impone deudas impagables en vez de
satisfacerlas?