Hay quienes siempre ponen por delante el interés de llamar la atención, atrapar al lector cuando se escribe. Tiene cierto sentido. Si escribes pensando que nadie te va a leer, podrías mejor no hacerlo, pero es bueno de vez en cuando, "darse su gusto".
Se puede jalar desde dentro y desde fuera. Quienes están adentro, aunque vean de cerca lo que acontece, con más realismo que si lo hiciesen en vivo y en directo, porque si a ver vamos es la misma vaina, vean lo que vean dirán todo lo contario hacia afuera. Adentro, lo más comedido que pudieran ser es no decir nada, porque lo más sensato, según ellos, es ponerse aplaudir a los responsables inmediatos aunque les vean poniendo la torta. Si se quiere continuar adentro eso es la más recomendable, pues según, no sé si es teoría, juicio o recomendación sensata para que no lo mal juzguen, con todo lo que eso comporta, es la manera como deben comportarse los leales. Si ves a tu jefe, puede ser quien dice o le tienes como dirigente, haciendo lo que no se debe, lo haga de buena o mala fe, por corrupto, incompetente o simplemente equivocado apláudelo, si no lo haces pensará que estás en su contra; podría irte peor si intentas contradecirle, corregirle o simplemente aconsejarle no haga eso. Le harás sentir inferior si se lo dices en privado y se sentiría descalificado si lo haces en público. La lealtad es código rígido y personalísimo. Mi jefe o supuesto dirigente no se equivoca ni de vaina. Si usted mete allí el microscopio, estetoscopio y hasta un espectroscopio y a él y lo que dice y los pasa por el tomógrafo, no deberá hallar motivo alguno para censurarlo y sí siempre para aplaudirlo. Si esto no hace no sólo será un traidor, desleal, hijo de la puta madre y hasta un mal nacido y agradecido. Es un asunto de actuar conforme a eso que Ludovico Silva llama ideología. Basta que estés adentro, si al lado del jefe, con más razón, perderás el juicio y verás las cosas de manera diferente u optarás por creer eso a favor de tu estabilidad y bienestar. Esto, "mi bienestar", es una vaina que usualmente se pone por encima de cualquier vaina, con la dignidad, dicen muchos sabios, no se hace mercado, menos ahora cuando mientras salen los Precios Acordados, que serán muy altos, los comerciantes aprovechan para subir cuanto pueden. Esto tiene que ver con aquello del "sentido común" del cual trató detenidamente Gramsci. Si estás bien enchufado con el jefe, recibes beneficios que te permiten llevar una vida cómoda y hasta esplendorosa, según el "sentido común", serías muy bruto, si viéndole cometer pendejadas, errores y hasta desafueros, intentas corregirle y hasta enmendarle la plana. Es más, además de bruto serías un requeté pendejo. Acaso no ves, como le va al jefe de bien, pues ese es el camino, mantente leal y la prosperidad será tuya o tu socia.
Ahorita mismo, un amigo, partidario del gobierno de esos que honestamente no ve fallas, porque su espíritu crítico se quedó en grave estado de enanismo, considera que no es de cuerdos y menos de gente buena que alguien beneficiado por el Clap y hasta el bono navideño, no esté de acuerdo con el gobierno en manera absoluta. Pero este no es un jalador de adentro ni de fuera. Sólo es alguien que se deja impresionar por las consignas, los discursos y la buena fe que percibe y sabe existe en alguna gente, como alguna del gobierno. Volvemos a lo mismo, es una vaina de ideología o una enorme capacidad para mirar al infinito, que es más allá de más nunca, donde uno, el pobre pendejo que se la da de crítico no alcanza a ver ni con un catalejos.
-"Jefe es jefe y no venga con esa vieja vaina de aunque tenga cochocho, pues si eso dice, para presumir de leal, está pelando, pues si lo fuese supiera que uno es jefe porque siempre tiene el trompo en la uña". Así dicen porque el "jefe" no se conforma que le tengan como tal sino que le den muestras que así lo miran, aceptan y le den sobradas muestras de lealtad.
Pero también se puede jalar desde fuera. Algo así como fecundar in vitro, sólo que el fecundador o el jalador no siente en lo inmediato el placer de estar adentro, a la pata del jefe para serle leal allí mismo o allá adentro, sino que debe hacerlo afuera que es como hacerlo sin sentir el placer inmediato o gusto al instante que el jefe le elogie y hasta premie de inmediato por su lealtad, sino esperar que este, por la gracia de alguien se entere de su empeño y le mande una felicitación, oferta de una recompensa futura, le anote en la discreta lista de los leales a tomar en cuenta o le ofrezca un bono navideño.
Pero hay jaladores desde afuera que no necesitan ni siquiera estar en el partido, que siendo sólo esto, se seguiría estando alejado de los jefes, para gozar de los mejores beneficios. El Alcalde, que es jefe del partido en su espacio y de enormes influencias hasta más allá, tiene sus socios que pudieran estar en los partidos opositores, pero por ser eso, socio, forma parte de la intimidad, es como un hijo morganático. Pero este y el Alcalde pudieran haber llegado por un proceso de adulación mutua. Uno de los dos y los dos al mismo tiempo, percibieron que unirse les iría de los más bien e iniciaron su proceso de acercamiento. Como quien inicia un ritual para llegar al instante de la copulación. Uno y otro, desde lejos o mejor sabiendo que uno de ellos está fuera, buscan acercarse para lograr sus fines. "Los mochos se buscan para rascarse". Los corruptos se perciben por el olfato.
Pero este jalar in vitro pudiera ser distinto, como cuando ella "se iba al río" y nosotros la seguíamos furtivamente. Desde prudente distancia y tras unos matorrales la veíamos desvestirse, sin antes no dejar mirar a todos lados, tal si los mirones fuesen tan descarados, tontos o leales. Así, como quedó después de despojarse de la poca vestimenta con los pies también desnudos, chapoteaba el agua, mientras nosotros quedábamos, en aquel escondite, como in vitro. Eso sí, leales.