Todo
evento científico o educativo, lo programe quien lo programe, que
represente enseñanza y aprendizaje del conocimiento tiene su mérito
incuestionable. Y éste, téngase por seguro, es la misión y la meta que
se proponen los jóvenes del Frente Francisco de Miranda con lo que han
denominado “Quijote sin locuras”. Sin embargo, es
necesario decir unas pocas cosas no para convencernos los vivientes de
la buena intención del evento, sino para que Cervantes, Sancho y,
especialmente, el mismo Don Quijote no hagan una mala interpretación
del sentido de la propuesta de los jóvenes mirandinos.
La “locura”
de don Quijote, así lo quiso hacer conocer Cervantes, no tiene
absolutamente nada que ver con problemas de la mente de don Alonso
Quijano. Se trata de la interpretación y exposición de una situación
socioeconómica de La Mancha y, por lo menos, sus alrededores de
entonces que les hacían ubicar como un sistema donde predominaba la
injusticia y desigualdad sociales. Si Cervantes se hubiera propuesto
escribir una obra sobre un “Don Quijote con corduras”, es decir, “sin locuras”, Alonso Quijano –sin el Bueno agregado-, su novela se hubiese titulado: “Don Sancho de La Mancha” y no “Don Quijote de La Mancha” y, menos, “El caballero de la triste figura”.
Eso hubiera significado que La Mancha y su gente eran el reflejo de una
sociedad justa, libre, solidaria, tierna, armónica, alegre y llena de
vida digna, sin tristeza ni egoísmo, sin deuda por satisfacer, sin
cautivo por liberar, sin viuda por socorrer, sin sinrazón por emendar,
sin abuso por corregir, sin agravio por deshacer, sin villano por
derrotar, y sin entuerto por enderezar. Todos los habitantes de La
Mancha, al haber hecho un sancocho, si es que algún día pensaron en
hacerlo, hubieran metido sus manos como protagonistas de su destino y
de sus gustos. En otros términos: si en el mundo imperase el reino de
la libertad sobre el reino de las necesidades, si cada quien trabajase
de acuerdo a su capacidad y tomase bienes de acuerdo a su necesidad, no
habría ninguna razón para crear ni un Quijote con ‘locuras’ ni un Quijote sin ‘locuras’. Todos serían seres buenos dotados de una infinita cordura.
En
este mundo de globalización capitalista salvaje, la misión
revolucionaria es crear millones de millones de militantes con esa
dosis de ‘locura’ del Quijote, que resulta
imprescindible a la conciencia para poder romper con todos los
silencios y miedos; quitarse la camisa de fuerza y colocársela,
precisamente, a los poquísimos ‘cuerdos’ que tienen el
mundo andando de patas arriba, plagado de injusticias y desigualdades,
cometiendo la minoría atrocidades contra la mayoría, siendo los pocos
los únicos ricos y privilegiados y los muchos los pobres y oprimidos.
Sin la ‘locura’ del Quijote jamás
hubiésemos entendido que detrás del molino de viento estaba el dueño de
la riqueza jodiendo y vilipendiando a un pueblo, precisamente
valiéndose de su propiedad privada y de un ejército que era lo que Don
Quijote quería vencer cuando ‘equivocadamente’ atacaba a los molinos de viento. En ese ‘equivocadamente’ está parte de la grandeza de la obra de Cervantes, sin lo cual no tendría sentido la misión histórica de las ‘elucubraciones’ de Don Quijote y los aciertos de Sancho Panza. Este, era buena gente pero por carecer de esa dosis de ‘locura’
de Don Quijote, no fue capaz, en un mundo de injusticias, de enfrentar
los males siendo gobernador de una ínsula. De esa manera, abandonó el
poder y dejó a los entuertos sin enderezar, a los cautivos sin liberar,
a los agravios sin deshacer, a los abusos sin corregir, a las viudas
sin socorrer, a las sinrazones sin emendar, a las deudas sin
satisfacer, y a los villanos sin derrotar. No confundía un molino de
viento con soldados, pero nunca invitó o incitó a Don Quijote a
combatir a los verdaderos gendarmes que eran custodios y resguardaban
las injusticias en La Mancha. Sancho era el prototipo del pacifista,
del buen demócrata, del generoso y solidario, pero resignado al status
que combatía Don Quijote con sus ‘locuras’.
Sancho es la expresión de la amistad más desinteresada que se conozca
en la historia de caballerías. ¿Podríamos imaginarnos a un “Don Quijote sin locuras” montado en un asno y un Sancho Panza con ‘locuras’ encima de rocinante? En la primera página de la obra de Cervantes el lector se hubiera
percatado que no valía la pena seguir con la lectura.
En fin, las ‘locuras’ de Don Quijote tienen el sentido revolucionario de su tiempo: la lucha contra la injusticia social. ¿Acaso esas ‘locuras’
no se encuentran en el pensamiento y obra de Bolívar, de Marx, de
Lenin, de Jesucristo, de Engels, de Trotsky, de Rosa Luxemburgo, del
Che, de Camilo, de Lumumba, de Argimiro, de Fabricio, de Miranda, de
Zamora, de Sucre, de Zapata, del soldado desconocido que murió en
combate por la libertad de su pueblo, y de todos los que luchan por
aniquilar el capitalismo para poder construir el socialismo, que no es
otra cosa que: entuertos enderezados, abusos corregidos, agravios
deshacidos, villanos derrotados, viudas socorridas, sinrazones
emendadas y deudas satisfechas?
¿Vale la pena en este perverso y atroz mundo de capitalismo salvaje que nos pongamos a crear “Quijote sin locuras”? ¿Si lo creamos no le estaremos quitando a Chávez esa dosis de ‘locura’ que lo hace capaz de denunciar las atrocidades del imperio bushesino en su propio territorio?