Hay tipos que toman las tiras del escapulario, no importa de quien sea, se las echan al hombro y rezan sus siete avemarías, padrenuestros y Gloria Patri, para ganar indulgencias. Como esos que hicieron negocios con el escapulario de PDVSA y de tantos organismos del Estado, como aquellos que tienen que ver con los alimentos, sin invertir un centavo y ganarse cientos de millones dólares. Y para más vainas, en su mayoría se van al exterior donde son recibidos como héroes y hasta víctimas. Sólo tienen que declararse perseguidos y hasta objetos de una purga.
José Vicente no ha sido de esos. En mi opinión se la ha jugado, como quien en la línea defensiva y hasta en la ofensiva arriesga el físico para favorecer el equipo que, con escapulario propio, siempre ha defendido sin pensar en los beneficios. Esa actitud suya le ha ganado tantos enemigos que por años, hemos leído y hasta escuchado chismes, según los cuales ha acumulado una cuantiosa fortuna, todo eso inventado por los enemigos de su prédica y predispuestos a descalificarle. Porque quienes le adversan y él ha enfrentado durante la vida, sienten el colosal peso de su figura y opinión. Por años di muestras de afecto y solidaridad con Rangel y desde que escribo por este medio, es fácil comprobarlo, he mantenido la misma actitud. Por eso, me siento apropiado para decir lo que diré.
Esa como demasiado comedida disposición del destacado periodista en todos estos años, que en los últimos días ha cambiado también discretamente, tenuemente, sin dejarse llevar por la enorme preocupación que le embarga, no me cabe duda, ha estado justificada en estar consciente de lo que pudiera desencadenar si optase por fungir de crítico, a la medida que demanda la angustia popular.
Dos domingos atrás, quizás agobiado por la información que recibe, porque no creo vaya al mercado, menos mal, dicho así por su tranquilidad y salud, casi estalló, viéndose obligado, quizás por su viejo historial, a protestar contra las injusticias que se cometen contra el pueblo, por una clase económica y política que hace todo tipo de marramuncias para explotar al máximo a la gente, sobre todo los atados a un salario y un gobierno desguarnecido, incompetente para organizar una respuesta o estrategia para defenderlos, salvo considerar al pueblo pobre un indigente e intentar distraerlo con dádivas. ¡Claro! Cuando el renombrado periodista estalló, sabía mucho más que nosotros de esos asuntos y de la corrupción en PDVSA y de los nuevos "leales" que en ella están metidos, incluyendo aquellos que por distintos motivos, todavía no aparecen aunque cada uno de nosotros ya tiene su retrato.
Este domingo 03 de diciembre, en el cual tuvo como invitado a José Vicente Rangel Ávalos, percibí a José Vicente como triste o preocupado. Su discurso de apertura pareció, esa fue la opinión que me formé, como una mezcla de arrepentimiento con un intento de reiterar las razones que le movieron a decir aquello de "la situación económica es insoportable. Es imposible ocultarlo". Si analizamos las dos frases y sabemos que si él juzgase que todo se debe al empresariado, los gringos y la oposición, nunca diría aquello, sería fácil entender su iracundia como un serio y vital relamo al gobierno. Es decir, este último domingo, al parecer quiso como decir, "me perdonan, pero aquello se me salió porque me fue imposible aguantarlo".
Por supuesto, estoy entre quienes comprenden bien lo posición de Rangel, lo que no significa la comparta. Ha sido de aquellos que ha estado en el gobierno en los niveles más altos, se le ha dispensado mucha confianza y hasta se le ha dado oportunidad para acceder sin dificultad al puente de mando, donde pudiera dar sus opiniones, ser escuchado y tomado en cuenta en el momento de las decisiones; forma parte de esos que llaman "los históricos" y unas cuantas cosas más. Eso genera compromisos y exige mucha responsabilidad y prudencia al momento de enjuiciar. El peso de sus opiniones pudiera impactar tanto que obliga a la prudencia.
Pero este domingo, José Vicente se hizo portavoz de unas encuestas, supongo que de Hinterlaces, pues es el medio al cual recurre generalmente para hacer su programa en la parte final, esa de los "Confidenciales", que hablan de un país que no vemos y cuanta gente identificada con uno, incluyendo bastante de la izquierda y cuanta escuchamos, escrutamos en la calle y uno contacta y puede "escuchar" sus estados de ánimo.
No intento ironizar, pues la gravedad de la situación venezolana no es propicia para ello, pero pareciera que la muestra de la encuesta, según compuesta por 1500 entrevistados, es Maduro repetido tantas veces. No es que crea a Maduro optimista y seguro que nos sacará de este atolladero, sino es la imagen que él intenta en veces ofrecernos, salvo los instantes que pierde el control y comienza a disparar palabras como un cañón de repetición con altavoces adicionales. Nos garantiza una navidad feliz con un pernil portugués per cápita que junto al ClAP, sin pele, que nos hará llegar Bernal.
Ayer, intenté comprarle un envase de helado a mi nieta menor, quien regresaba a casa después de haber ganado en Maracay dos medallas, una de oro y otra de plata, en doble competición nacional de baile clásico y neoclásico, y cuando pedí el precio, de aquel envase de ¼ kilo, de vaina no me dio un infarto. Salí de allí con la convicción de haber entrado a una joyería e indagado por una joya preciosa. Mis esperanzas y optimismo recibieron un rudo golpe. ¡Claro! Me traje el helado porque las joyas las tengo en casa, mi compañera, mis hijas y mis nietas, de eso y más, como una patria bella, si no potencia, por lo menos pujante, se merecen.
Resulta que según la encuesta leída por José Vicente, quizás para empatar el juego, por aquel grito y estado de ánimo expresados la semana anterior, que pudo enturbiar sus relaciones y capacidad para seguir intentando orientar a quienes parecen pocos propensos a eso dejarse, el 61 y 73 por ciento de los venezolanos se sienten "optimistas" y "esperanzados".
Tales números y evaluación del estado de ánimo de los venezolanos, a uno que se informa por los medios habituales, va con frecuencia a los mercados, como el judío errante para poder comprar lo poco que puede pagar, las medicinas que prescriben los médicos hasta para los enfermos graves y crónicos o lo que viene siendo como lo mismo, son tan caras que uno no las puede comprar, recorre las calles porque el cacharro ya no anda, le dejan la sensación que nos movemos en otra galaxia. Es decir, parece somos de esa minoría no optimista y menos esperanzada.
Aunque viéndolo bien, como el venezolano suele decir "a mal tiempo buena cara" y "la esperanza es lo último que se pierde", quizás la pregunta de la encuesta fue montada partiendo de eso y de allí el resultado que los políticos manipulan para ofrecer una imagen "conveniente".