Me molesté TANTO contigo, lo confieso. ¡Odiaba que te despidieras de nosotros! Me explico: no era una rabia contra ti, sino contra aquellos que lograron dañarte. Estaba embarazada de Manuela y sentía un dolor tan grande, tan grande, que solo supe transformarlo en ira. Mi amor de hija -no de sangre sino de Patria- me hacía sentir que había fallado al no protegerte de los buitres. No supe cómo, no tenía cómo hacerlo, pero igual me sentía culpable.
No queríamos que te quedaras para cuidar a la tierra de Bolívar. Quería que vivieras para ti, para cuidar de tus hijos, para que vieras a todos tus nietos crecer. Creo que hablo por millones cuando te digo que todos queríamos compartir mucho, mucho más contigo. Queríamos agradecerte tanto amor, con el ejemplo. Queríamos hasta conseguirte en una esquina y tomarnos un café juntos y escuchar del Patrullero, o de los cuentos de tu abuelo Maisanta, o las anécdotas con Fidel, el otro Comandante. Yo quería que vieras a Miranda y a Manuela, más allá de mi barriga. Agradecerte que me hayas sacado del letargo y me hayas puesto, sin saberlo, al servicio de mi país.
¡Quedó pendiente que habláramos más! Quería preguntarte si recibiste el cuadro que te mandé y me pediste por TV, cuando me contaste que le estabas pintando uno de Néstor a Cristina y que luego fue colocado en Miraflores. Quería contarte de la evolución de JJ, demostrarte que el amor convierte en milagro el barro, aunque él siempre fue diamante. Quise decirte y agradecerte por devolvernos "nuestro bien más preciado: la independencia". Pero no pude. No pudimos.
Fue un dolor infinito, Chávez, te lo juro. Hoy por primera vez, me atrevo a escribir esto, a reconocerlo y aceptar que no fui mala por sentir esa rabia, ese dolor. Solo fui una hija de la Patria más, destrozada por tu inminente ausencia. Pero, ¿sabes qué, Chávez? Hoy me doy cuenta que siempre tuviste razón y que la angustia y la tristeza no me dejaron ver más allá.
Lo dijiste SIEMPRE: TODOS somos Chávez. Los niños y las niñas son el mejor ejemplo de ello. Esto te lo he escrito antes pero es verídico: te juro que te veo en los ojos de mis hijas y de sus compañeritos cuando cantan el himno, o los aguinaldos venezolanos en diciembre. Te juro que estás allí cuando prefieren jugar con sus muñequitos de Alí, Miranda, Bolívar, las de trapo y hasta de Chávez, en vez de agarrar una Barbie.
Te lo juro: VIVES. Es VERDAD. Y ahora, solo ahora, después de tantos años de tu última proclama, aquella en la que nos pediste UNIDAD, LUCHA, BATALLA Y VICTORIA, me siento un poquito mejor, porque entiendo que jamás estaremos sin ti, mientras tu fuerza y energía estén con nosotros.
Pienso en los que se llenarán de odio y tratarán de verterlo en comentarios horribles contra ti y contra mí por escribir estas líneas. Solo los observo en la distancia con compasión. No entendieron nada. No sintieron este amor. Lo siento por ellos, de corazón y con Bolívar digo, "yo los perdono", aunque la frase me quede enorme.
Despertar a millones fue tu mayor logro. Lo hiciste en Venezuela y en todo el mundo. "Sacaste lo mejor hasta de gente de la cual uno no esperaba nada bueno", dijo una vez sobre ti un líder caribeño. Pero lo mejor que se ha dicho de ti, Comandante, lo dijo el líder persa Mahmoud Ahmadinejad: "Chávez ES una nueva cultura. Chávez ES un plan para salvar a la humanidad".
Vete tranquilo, Chávez nuestro. Poco a poco vamos creciendo y evidenciando que ahora es cuando queda lucha, pero que la victoria está en nuestro futuro. Tu obra, obviamente, no está lejos de ser amenazada por los de adentro y los de afuera, pero nosotros y nosotras la defenderemos.
Te amamos siempre.
Viviremos y venceremos.
erikaosanoja@gmail.com