Si una tarjeta NEGRA de subsidio al desempleo tiene la magia de acabar con la pobreza, ¿para qué el trabajo digno como fuente de la riqueza? Si una tarjeta NEGRA como promesa de milagro es suficiente para ganarse a las masas y darle la vuelta a la historia generando justicia, ¿entonces para qué elecciones y cambios de gobierno? Si una tarjeta NEGRA con su divina capacidad adquisitiva va a igualar a los de abajo con los de arriba, ¿para qué la lucha de clases y los partidos y los sindicatos?
“A falta de pan, buenas son tortas”,
dice un dicho. A falta de credibilidad a una mentira, se hace necesaria
una verdad a medias y, téngase presente, puede ésta resultar más
peligrosa que aquella. En estos días he estado concentrado trabajando
en la elaboración de un ensayo sobre “Tres Almas y una Idea Malignas” (relacionadas con el fascismo y llámese también por analogía: nazismo o falangismo),
donde he tenido que escudriñar muchos documentos y centenares de hojas
escritas a favor y en contra para, por lo menos, tratar de no errar ni
en las apreciaciones ni en las descripciones y, mucho menos, en
conclusiones. Y lo estoy haciendo porque el término fascismo
se pronuncia con una facilidad increíble y está corriendo como agua
desbordada en el lenguaje político venezolano. No deseo que se me
entienda que estoy acusando a nadie en especial de fascismo. Este nace
en condiciones muy específicas de crisis estructural del capitalismo
imperialista, y que no están dadas en la Venezuela por no ser nación
imperialista. Pero eso no significa que el país completo esté a salvo
de tendencia de fascismo y, mucho menos, de bonapartismo, del cual se nos dio una prueba fehaciente durante el día y medio en que gobernó Carmona Estanga en abril de
2002.
En vista de que la NEGRA
no ha garantizado a sus ideólogos o progenitores la cantidad de
suscriptores para avizorar la posibilidad real del triunfo electoral
del candidato de la oposición, Manuel Rosales, ahora tratan de dar una
explicación política ‘científica’, a través de
hipótesis no comprobada, del beneficio económico de la misma para los
venezolanos y venezolanos que no estamos trabajando en la producción de
riqueza ni para nosotros –en lo particular- ni para los explotadores
–en lo general-, es decir, para los desempleados. Se recurre, y eso es
válido pero no suficiente por la incompatibilidad de situaciones
comparadas, a experiencias de otras naciones con énfasis en países de
capitalismo desarrollado. Nada en política, como expresión ideológica,
es más peligroso que aquello que promete igualar ricos y pobres o los de abajo con los de arriba,
dejando intacta la estructura, las relaciones de producción y la
superestructura del capitalismo. Ese es el embuste más sifrino y
demagógico de una política desclasada. Precisamente, para que lo
sepamos, esa es una idea planteada por el fascismo
–esencialmente alemán- que detrás de sus falsos ataques al capital
monopolista dejaba ver su odio al proletariado, y en las falsas
promesas socialistas a la clase trabajadora escondía su servilismo al
capital financiero. Eso hacía un sector de la pequeña burguesía
desesperada por querer ser como la burguesía y alejarse de la
posibilidad de llegar a ser como el proletariado.
En Alemania, antes de la llegada del nazismo (entiéndase si se desea fascismo)
al poder, el Estado –de democracia representativa- garantizaba un
subsidio a los obreros que habían quedado cesante por alguna razón de
crisis económica. El nazismo lo eliminó de inmediato al formar gobierno y se fue mucho más allá: redujo
los salarios, eliminó el seguro social y concedió potestad a los
patronos para que tomaran todas las medidas que consideraran necesarias
contra los trabajadores. Esto, sin necesidad de fascismo y sin ser
un país capitalista desarrollado, puede hacerlo un gobierno –incluso-
calificándose de democrático y respetuoso de los derechos del pueblo.
El objetivo estratégico de la democracia burguesa, por otros medios, es
el mismo que el del fascismo y el bonapartismo: servir con fidelidad a los intereses del gran capital monopolista.
¡Ojo pelao! los venezolanos y venezolanas, no vaya ser que la NEGRA
resulte, como política de falsa promesa, un dicho escondido detrás de
su pronunciación que esté diciendo, para pescar cautivos, la oposición:
“Nadie Espere Ganancia Real Apoyándome”. Para mí, la Negra al desnudo, se le mira a legua su acróstica: Nosotros Engañaremos Gente Reclutada Abajo.
La Negra,
demagógica como ella ninguna otra y de tanto oler a falso petróleo,
tiene lista su respuesta para no entregar su tentador y hermosísimo
cuerpo a una orgía de desempleados, en el
supuesto negado que Rosales ganara la Presidencia, y su primer discurso
lo diera el 28 de diciembre: Cayeron Por Inocentes.