En esta entrega detallaremos esa suerte de perfecto lavado de dinero que realizan los capitalistas, principalmente quienes se nos han vendido como productores, a pesar de que solo los trabajadores producen o “baten el cobre”. Si no fuera así, ningún capitalista contrataría a ningún trabajador salvo para servicios domésticos.
Este es el caso: El dinero aportado como capital inicial es entregado para cubrir precios de mercado de unas mercancías[1] que ya contienen porciones de plusvalía de trabajos anteriores, de trabajadores explotados anteriormente en las empresas o fábricas correspondientes. Como tales, ya son una inversión con dinero sucio producto de la explotación salarial reciente ya aplicada por los proveedores correspondientes, inversión de dinero que requiere ser bien “lavado” para esconder así el malsano origen social que tiene tal riqueza.
Pero hay más, ese mismo capital inicial, ya prelavado y convertido en capital productivo, va a incrementarse gracias a la conversión del salario en nuevo valor que es valor puro, valor de creación in situ, y en la plusvalía “no menos gratis” dejada por el mismo vendedor de su fuerza de trabajo.
Curiosamente, no se trata de valores que todavía no han pasado por mercado alguno para hacerlo después, tal como como nos los venden las propias versiones “marxistas” que nos han llegado por editoriales burguesas y no burguesas, falsificadoras del original de El Capital de Carlos Marx; así lo parece, aunque esta es una ilusión.
Veamos: ¡Claro! que esa plusvalía de reciente hechura pasa de inmediato al comercio interior de la propia fábrica que le sirve de sede. Así, el patrono le compra la fuerza de trabajo al asalariado y este le entrega 100 % de su creación de valor en parte para reponerle aquel precio-salario, y el resto gratis (plusvalía de fresca producción), habida cuenta de que el trabajador al ser contratado renuncia al resultado de su trabajo porque él no es dueño de los medios de producción con los cuales podría aplicar la fuerza de trabajo de la funge vendedor.
Después, nuestro capitalista y comerciante revenderá esa mezcolanza de dinero sucio con valores vírgenes a precios que Marx llama precios de producción susceptibles de sufrir nuevos enmascaramientos como precios de mercado.