El año que finalizó quedó para nuestra historia como el más duro que nos ha tocado vivir a las generaciones presentes. Venezuela terminó el 2017 signada por una crisis que aún marca con fuego la dimensión espiritual, política, económica y social de la República.
En lo espiritual tenemos una sociedad dividida, desmotivada, con miedo, desmovilizada y manipulada por el hambre y la desesperación, llena de resentimientos que la corroen y que a cada intento de romper la inercia fenoménica termina en frustración.
En lo político estamos atrapados entre quienes juegan con la miseria y los que aspiran poner las manos en el botín para disfrutar de él. Políticos que promueven la guerra y no el diálogo fructífero que pone los intereses nacionales y del pueblo por encima de los de su partido o facción. En esa estrategia perversa, que va en varias direcciones, ninguno se reconoce ni se respeta, actitud con la que alimentan el aplastamiento espiritual y moral de la sociedad.
La economía venezolana, está entregada a un neoliberalismo desordenado y desarticulado que la dolariza engañosamente. El pueblo debe entender que sin poner el aparato productivo a funcionar a toda máquina, eliminar el control cambiario, redimensionar al Estado y sacudir la institucionalidad para ponerla al servicio transparente de la gente no habrá manera de salir del laberinto.
Todo esto desemboca en la grave crisis social que se traduce en pobreza, pobreza espiritual, intelectual, material y la peor de todas sus formas: Pobreza de actitud, esa que hace que se vote por un candidato que no nos gusta, a cambio de dádivas. Esa actitud que entrega la libertad y la democracia a cambio de cualquier mendrugo dejado caer por los importadores de turno.
Ahora toca dar inicio al 2018 con un gran Desafío De Todos: romper esa realidad donde más del 80% de los venezolanos rechaza al actual gobierno por razones diversas y NO hay manera de salir de la tormenta sin cambiar al capitán del barco.
En las diversas alternativas electorales estudiadas, solo una se perfila como capaz de vencer y abrir los cauces a una robusta democracia participativa:
El primer paso es EL CONSENSO. Entender y hacer entender que se requiere de un candidato único, que nazca del consenso, y que necesariamente no esté afiliado a ningún partido de los tradicionales en la política venezolana. Ese candidato debe recorrer el país con apoyo de todo aquel que quiera un cambio sustancial de la realidad y organizar una maquinaria eficiente y valiente para la defensa del voto. Las primarias solo pondrían todo en bandeja de plata para que repita el actual gobierno. Por eso es el consenso, motivador, movilizador, el que puede darle jaque electoral al PSUV.
El Segundo paso es LA ORGANIZACIÓN. Logrado el consenso debe organizarse un equipo de gobierno incluyente, un gabinete de concertación nacional donde estén representados todos los sectores del país. Lograr eso garantizaría la gobernabilidad necesaria en los tiempos post Maduro que no serán nada fácil.
El tercer paso es el diseño de un plan que garantice la GOBERNABILIDAD: Quizás lo más complejo, gobernar con las condiciones que deje el actual gobierno: 20 gobernadores, 300 alcaldes, TSJ, CNE, una espada de Damocles como la ANC y una Fuerza Armada con serias interrogantes. Superar eso requerirá gran consenso, amplio diálogo nacional de alto nivel, reconocimiento de cada actor político y de todas las instituciones que conforman el poder nacional y la disolución de una ANC que usurpa permanentemente los espacios del resto de los poderes y que no ha resuelto absolutamente nada de lo que en campaña ofreció. Además se haría necesaria la elección de miembros del CNE que garantice transparencia en los procesos electorales que habrá que realizar en la gran jornada de democratización. Paralelamente debemos aplicar medidas económicas que permitan recuperar la confianza y abrir nuestros mercados al mundo globalizado.
En este escenario PDVSA debe ser relanzada y remoralizada entendiendo que es el motor fundamental de todo plan económico que se pretenda aplicar en Venezuela y la puerta para iniciar negociaciones con socios estratégicos que en un nuevo ambiente de honestidad y confianza puedan ayudar a la refinanciación de la deuda y lograr la captación de recursos frescos necesarios para impulsar la economía nacional. La alianza estrecha y sincera con el sector agropecuario y agro industrial debe ser prioridad para producir lo que nos comemos si de verdad queremos izar la bandera de la soberanía.
La seguridad ciudadana debe ser un tema de abordaje INMEDIATO. Siendo un problema profundamente social, cada paso que demos en la solución de la crisis debe sumar a la seguridad de los ciudadanos. Debemos aplicar un plan nacional de seguridad muy amplio, desde conceptos integradores y con la asignación de los recursos necesarios. Este plan será parte del soporte para el relanzamiento de la economía. La atención a los núcleos más duros de pobreza extrema debe ser igualmente una prioridad dado el incremento estadístico de tales espacios en los últimos tres años.
Resumir todo lo que ha de hacerse para la renovación de Venezuela resulta difícil, sin embargo éste ejercicio nos permite reconocer que salir de la crisis se logrará a través del consenso y del compromiso con la reconciliación en torno al sueño de prosperidad, orden, justicia, seguridad y paz verdadera.
No es un imposible, ni es una complejidad que supera nuestras capacidades. Requiere voluntad, amor a Venezuela y una actitud correcta y propositiva de líderes valientes, capaces de dejar de lado sus aspiraciones personales para asumir el Desafío de Todos y para Todos. De lograrlo los venezolanos podremos decir ¡FELIZ AÑO 2018!