Leí un artículo de Elías Jaua, de esos que el presidente promueve leer, con inocultable entusiasmo y compromiso, tanto que sugiere temas y en cada oportunidad hace alusión a ellos más allá de lo que dicta la prudencia, en donde el autor hace una relación o cantaleta de lo que según él le dijeron en los cuatro puntos cardinales del país. Lo asombroso es que hace alusión a todo eso como quien escuchó hablar del invento de la rueda o la pólvora, ahora mismo y habiendo estado en todos estos años en casi un centenar de cargos, de ellos decenas de ministerios y Protector durante un decenio de Miranda. Antes, en estos tiempos pasados, por su como asombro, nada de aquello escuchó, de lo que uno pudiera presumir, pese esos apresurados reclamos, tampoco se ha empapado de la tragedia en la que estamos sumerguidos. Pues ese es clamor de la descomunal tragedia que los venezolanos padecemos, sólo ahora comenzando el 2018 Jaua ha percibido algo.
Cada cosa dicha a Jaua por aquellos personajes no son más que reclamos por la incapacidad y hasta desidia del gobierno del cual él es figura por demás importante*. Pero por lo visto, distraído como suele andar, le dió una lectura diferente. Un viejo amigo académico, en una de esas conversaciones habituales entre nosotros cada vez que nos vemos, atendiendo al hondo afecto que mutuamente nos profesamos, como que compartimos luchas y riesgos, hablando de ese personaje me dijo como en su defensa, «fue un alumno destacado y hasta brillante de la escuela de sociología. Tuve la oportunidad de examinarle en la presentación de su tésis de grado y en eso hizo gala de talento y conocimiento».
Cuando escuché aquello, recordé una vieja anécdota, relacionada con Juan Vicente González, leída no estando en escuela universitaria alguna sino en un aula del Liceo Antonio José de Sucre, donde hallé profesores mejores que en la UCV. Debatiendo en el congreso de la república de entonces, alguien, respondiendo al autor de «Las Mesenianas», le dijo:
-«Sepa usted, diputado González, que he viajado alredor del mundo».
Con aquello quiso decirle que había aprendido mucho y hasta quizás, que era amplia su cultura.
Juan Vicente González, muy conservador y hasta reaccionario, para decirlo con la ortodoxia de ahora, si era culto sin duda, respondió con agudeza:
-«No dudo que usted haya viajado como dice. Pero sin duda, como un tonel, en el fondo del barco».
No pretendo con esto calificar a Jaua como lo hizo el viejo diputado y escritor del bando paecista a su oponente, sino para destacar como pudo mal interpretar aquel todo lo que le dijeron aquellos personajes, inventados o ciertos. Uno suele escuchar y entender de acuerdo con lo que le convenga.
Alguien, en Caricuao, le reclamó «nos hablen claro, nos arrecha que nos pinten pajaritos preñados».
Por lo visto, Jaua no supuso nunca que ese tipo le pudo haber reclamado el embuste de los perniles, los Clap que llegan sólo cuando San Juan baja el deo, el hablar de un socialismo trasnochado, antiimperialismo de utilería, lista de Precios Acordados y, sobre todo, que los comerciantes esos precios no respeten y el gobierno se hace el desentendido. Menos que la inflación que nos acogota tiene tantos ingredientes de la guerra económica como de la ineficacia o desidia gubernamental.
Creo más bien que Jaua, pese el talento que le atribuye mi amigo, lo que no dudo, escucha como suelen decir en Cumaná, «por la tapa de la barriga». O mejor, entiende las cosas como le conviene.
Dijo que en la Vega, esto también es Caracas, alguien le dijo:
«Aquí nadie se puede apropiar de Chávez, Chávez nos sintetiza a todos y ahora todos debemos sintetizar a Chávez».
Eso dijo un joven que en sus sueños, cavilaciones ha «sintetizado» para usar su palabra, lo que todos pensamos, menos el gobierno y los grupos secretos de los cuales Jaua, el talentoso muchacho de la UCV, forma parte y hasta encabeza. Su grupo, está impedido de sintetizar nada por vertical, acrítico, oficialista y burocrático y, como tal, tampoco le ayuda a que él sintetice. Pues Chávez, según ellos, es propiedad de quienes asumieron el derecho de pensar por nosotros; o para seguir hablando como aquel joven de la Vega, creen habernos sintetizado a todos. Sartre, en un célebre discurso sobre la dialéctica, hablaba de la marxista, dijo que ella totalizaba todo y en consecuencia, se totalizaba así misma. Pudiera ser que haya quien crea que la dialéctica la sintetiza él mismo, sobre todo si se tiene poder y al carajo los demás.
En Barlovento, parte de la entidad federal donde Jaua fue nada más y nada menos que Protector por más de ocho años, llevando derrotas una tras otra, pese todo lo a sus pies dispuesto, le dijeron:
«Pongan gobierno chico, aquí todo el mundo hace lo que le da la gana con el bachaqueo, hasta muchos efectivos policiales y militares andan en la guachafita».
No es sólo así en Barlovento, también en sotavento y donde el viento se devuelve. Tampoco es sólo con el bachaqueo, es con todo. Por aquí donde vivo, la gente es más audaz y hasta realista y dice que si alguna vaina falta, más que comida u otra cosa necesaria para subsistir, es gobierno. Cada quien hace lo que le venga en gana. Tanto, jaua debe haber leído relaciones de la historia de la primera república, le recomiendo el libro de Juan Uslar sobre los hechos de 1810, que esto es un desorden y el dejar hacer es la ley como en aquellos tiempos.
En oriente, dice Jaua, pues ninguno de nuestros pueblos o ciudades para los caraqueños tiene nombre, solo eso, oriente, alguien le dijo:
-«Hay que volver al debate ideológico. Allí nadie nos gana. Eso nos lo enseñó Chávez».
Voy a olvidarme de Ludovico Silva por eso de lo ideológico. Pero al parecer quien aquello dijo, reclamó debatir, dentro y afuera. ¡Qué le tomen en cuenta! Porque el no haberlo hecho con pertinencia y el derecho que a eso tiene el pueblo y el militante, secuestrados por la sola propaganda vacía del televisor, las letanías de los publicistas y los discursos de feria en actos electorales, han hecho del partido un eunuco. Eso es un reclamo contra el abuso de cooptación o el indigno dedo del cogollo. Jaua sabe bien que lo que le dijo el muchacho, «allí nadie nos gana», es verdad. Y por serlo, lo escucha y le dice para sus adentros «Si, para que te calles».
Esa relación se la dieron a Jaua, según lo por él dicho, en un como recorrido por la geografía nacional. Por lo visto y dicho por el mismo ministro de no sé cuántas cosas, aquello fue como si le hubiesen dado un templón de oreja. Su relación, pese sus verdaderas intenciones, no es más que una confesión de la veracidad y pertinencia del reclamo. Pero en su artículo, Jaua, quizás por lo distraído lo interpretó como un respaldo irrestricto a su gobierno.
Es como demasiado extraño que Jaua, ahora entrando en el 2018, haya escuchado como por primera vez de la voz de la gente todo aquello. Lo que hasta mal habla de quien está desde los tiempos de María Castaña en el gobierno; hasta podría sugerirle a uno una sordera. Se expone pues, ante quien le lee y escucha sin tapaojos ni orejeras, le tilden de tonto o evasivo. Quizás sea tomado aquello solamente, como dijo él mismo, con «la carga emotiva que trae un año de grandes definiciones» y por eso no le paren y por supuesto olviden. Nada es cierto, es emoción pura. ¡Unos simples cohetes decembrinos! Son vainas o ventajas de tener el poder. Pero para definir, como aspira, se requiere pararle de verdad a lo que esa gente reclama, la que está cerca de los desfiladeros. No debe recibir los reclamos como mensajes sin destinatrios o suponer van dirigidos a otros. Pero también es verdad, eso lo dice la gente en cada esquina, «no hay peor sordo que quien no quiere oir».
Desde allá arriba, en las cabeceras, se oye un estruendo, piedras bajan empujadas por la velocidad y abundancia de las aguas y aquí parece no haber disposición para dispersar esa fuerza o buscarle salida para que todo ocurra mansamente.