Por qué la procacidad no puede ser un buen ejemplo (a Diosdado Cabello)

La condición sexual de los demás siempre ha sido motivo de chistes y burlas, en un país como el nuestros, poblado de reprimidos sexuales, de tabús y prejuicios de todo tipo (en especial para aquellos reprimidos y prejuiciosos, y que cultivan tabús); se placen en odiar todo aquello donde no son capaces de experimentar. Se trata de mostrarse tal y como se es y no de mostrar lo mejor que deberíamos ser.

La vulgaridad de exponer nuestra forma íntima de ser y gustos sexuales es la misma de exponer nuestros gustos particulares para alimentarnos o nuestras lecturas "secretas". Es distinto hablar de literatura que hablar de nuestras costumbres intelectuales, de exhibir los libros que leemos; es como contarles a los demás lo que hacemos en la cama con la mujer (o el hombre, sea el caso); es distinto hablar de cocina y comida a divulgar nuestras costumbres para comer, es impúdico.

Un poco es lo que pasa con nuestros líderes, cuando confunden sus "gustos particulares", con las maneras de cómo debería comportarse la sociedad; es un defecto de carácter. Se trata servir de "ejemplo moral" cuando ejercemos un poco de autoridad en los demás. Como "ejemplo público" se puede ser un mal ejemplo o un buen ejemplo, eso hay que saberlo. Pero la mejor manera es, evitando la procacidad, distinguir entre "los placeres" y mí placer, entre los goces y mí goce. A nadie le interesa cuáles son los goces más íntimos de las personas, a menos que sea nuestra pareja, y aun así hay cosas que nos reservamos para consumo propio porque las sabemos vergonzosas.

De la homosexualidad se puede hablar públicamente, y es una experiencia instructiva si se hace de forma respetuosa. Lo que es un "mal ejemplo" es exponer la propia o la de los demás con doble sentido, con guiño, y creer que eso es gracioso; repito, a nadie le interesa lo que la gente hace con cuerpo y sus placeres, la impudicia es mostrar nuestros defectos aun mostrando el de los otros, y es un "mal ejemplo público".

Reflexionar sobre la homosexualidad es un buen ejemplo; juzgarla, burlarse de ella, odiarla es un mal ejemplo: nadie debería conocer los odios personales y ocultos, los prejuicios y tabúes secretos de los demás, a menos que sea para denunciarlos, para autocriticarlos. Lo mismo vale con la lectura y la comida, por citar otras dos formas de goces semejantes.

¡Para exponerse! Están Dios, Aquiles, el rey Lear, María Eugenia Alonso, quienes muestran "destiladas" las mejores cualidades de los seres humanos; lo demás es pornografía y mala pornografía, así sea "dejarse ver" leyendo una novela de Paolo Coelho o un manual de ortografía.

Nuestros líderes lo hacen porque consideran que para nuestro pueblo es común burlarse de los gustos ajenos y es gracioso, que la masa es capaz de hacerse cómplice con sus chistes estimulando el lado moralmente más bajo de sus malas costumbres (y valga la intensidad). Hasta ahí llegan los buenos ejemplos y la formación política del grupo que lidera este revolución falsificada.

La procacidad es cosa de dirigentes desmerecidos como Carlos Menen o Carlos Andrés Pérez; para pranes, para cabecillas delincuentes de baja ralea, no para el líder político que quiere hacer avanzar a un país, y muchísimo menos una revolución socialista. Por su afán de captar simpatías, nuestros "guías" no piensan ésto, no lo consideran necesario, prefieren hacerse los simpáticos que educar o reflexionar junto a sus partidarios; prefieren "jugar con el fuego del fascismo". Porque dar malos ejemplos a toda una sociedad es jugar con la moral de toda una sociedad. El respeto por la persona es de un alto valor social y político, a su intimidad, y si no lo hay cualquier grupo de desadaptados puede desnudar y apalear a un homosexual o a una prostituta solo por seguir el "ejemplo" que su líder le dio: a la base del fascismo yace esta hipocresía, de juzgar en grupo, de la burla y la humillación innecesarias, y en grupo; "chalequeo político" a base de prejuicios e hipocresía, o más bien de "pacatería moral". Ellos y sus hijos son sagrados, pero sus enemigos políticos y sus familias no son. No piensan que cada quién tiene el enemigo que se merece.

En la noche no se guerreaba. Los ejércitos de Troya y helenos se encontraban en medio del fuego para halagar la heroicidad de los antepasados. Estos bufones se deshonran e insultan unos a otros, como viejas en una casa de vecindad.



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Marcos Luna

Dibujante, ex militante de izquierda, ahora chavista

 marcosluna1818@gmail.com

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