El farsante de Ricardo Menéndez: Ricardo Menéndez es un geógrafo, prestado a la planificación. No estoy seguro, pero debe tener algún posgrado en el asunto. Sin embargo, como muchos otros que estudian planificación, porque no saben nada de panificación, no debe tener mucha experiencia, en trabajar con base a una estrategia clara y definida, como es el caso del socialismo. El socialismo, como ideal y como experiencia, está definido en la contraparte de la crítica a la economía política marxista que fundamenta al capitalismo y al capital. Está definido como la respuesta social y económica a la sociedad capitalista. No es la cuasi estrategia del "socialismo democrático", del "capitalismo social", o del "socialismo en lo social", o de todos esos eufemismo que sirven para ocultar el ensayo de una ambigüedad, un cochipollo que se traduce en el mismo pacto social de siempre, en un nuevo "pacto de punto fijo". Programas sociales al lado del capitalismo más liberal, depredador y salvaje. Ricardo Menéndez, quien está detrás de todo esto, lo hace siempre en nombre de una revolución histórica, de un gran cambio histórico, de un acontecimiento tan estelar que jamás se borrará de la memoria de nuestro pueblo.
Y quizás sea así. Por los vientos tormentosos que soplan, lo que viene no lo olvidaremos jamás. El caso de Rafael Ramírez es contrario. Tiene mucha experiencia en esto de trabajar para y en revolución, acumulada con Chávez: trabajar en función de una revolución socialista, colocar la mirada y enfocarse en los cambios socialistas, sin ambigüedades, y sobre eso, trabajar de verdad para toda la sociedad y no para capitalistas. Por otra parte es un militante socialista, no un advenedizo como Menéndez o un oportunista como lo es el geógrafo. Es el hombre ideal para sustituir a Maduro, incapacitado este último para el socialismo, para pensar y trabajar por cambios radicales; medroso; todo los demás calificativos vienen por añaduría, por ejemplo la demagogia y el populismo (el disimulo, la mentira, la bravuconería, la indiferencia, las promesas vanas). A Rafael Ramírez, en cambio, le ha tocado el lado serio del asunto, como ministro y presidente de PDVSA, como segundo al mando de Chávez. Una revolución socialista es algo serio, y así lo asumió.
La otra cara de la moneda la representa el pacto social, la comodidad de gobernar con los capitalistas, el pragmatismo de querer hacer una revolución en la "dimensión del deseo", con las armas del capitalismo.
La diferencia estriba en que la revolución verdadera suponía y supone un pueblo en pie de lucha firme, defendiendo y conquistando el poder, independencia política y la libertad del yugo opresor del patrón. En cambio lo otro representa un pueblo apaciguado, domeñado de tantas promesas y mentiras, que se ha dejado humillar y maltratar a niveles extremos, los cuales están que rebasan los límites permitidos por la capacidad de resistencia humana, para soportar el peso de la degradación.
Ramírez nos devolvería los espacios de la lucha socialista, el protagonismo, sin promesas vanas, en las empresas socialistas y en las empresas por confiscar, en el control de los procesos económicos, auditoria social; el protagonismo en la toma de decisiones y en todas las instancia de poder, en aquello que dejó escrito Chávez en el Plan de la Patria (que redactó de su puño y letra, con su apoyo técnico y político y el de otros en condiciones similares).
Maduro tiene madera de conciliador, de negociador, no en vano participó en el llamado Grupo de Boston, creado por Estados Unidos para conciliar al chavismo con la derecha, y el cual, curiosamente hoy día, gobierna el país, desde distintas instancias de poder (en especial: la ANC), además del otro Grupo, el 80. Ese conciliador embargó a Chávez con su carácter, para luego traicionar su legado político.
Ahora, Maduro se tiene que apoyar en todo tipo de artimañas para sostenerse en el poder. Sin embargo, todas son fruto de los métodos socialdemócratas pequeñoburgueses y capitalistas. Pactos, elecciones, disimulos, demagogia (mucha demagogia); publicidad por política, clientelismo por trabajo político, por formación y educación políticas, chantajes (Carnet de la Patria y Clap). Desvergüenza por honestidad, mentira por verdad. Maduro miente, siempre miente con mucha naturalidad.
Rafael Ramírez habla con la verdad, no sabe disimular la realidad. Quienes lo hemos visto en acción lo sabemos. Pero a Maduro no se le mueve un músculo cuando disimula, como se dice de Fouché (aunque preferimos guardar ese modelo para Tarek William). La comparación con Ramírez es injusta con Maduro, y él lo sabe, por eso ha evitado en lo posible que ex ministro sea entrevistado en televisión y en radio, en prensa; no quiere que haya puntos de comparación, perdería mucho; pierde todo.
Defender a Maduro es fácil, solo hay que detractar a sus contrarios. Defender a Ramírez es un compromiso por una idea complicada de defender, dentro de tanta confusión y manipulación, de espíritus comprados con cosas materiales, promesas, chantajeados por el hambre y con prebendas de todo tipo (dependiendo del nivel social. Por ejemplo, no es lo mismo darle una "dirección" a un administrador en el ministerio de finanzas que una caja del Clap a un obrero. Pero el chantaje es el mismo). Para defender a Ramírez habría que hacer un acto de contrición, ponerse en sus zapatos, o haber trabajado junto a él políticamente, pensar como socialista, bajo su liderazgo, de alguien que tuvo el control de buena parte de la economía del país bajo la conducción de Hugo Chávez.
Apuesto a Ramírez. Maduro es una caída libre hacia el más furioso capitalismo o el pasaje secreto hacia el fascismo.
17/01/2018