El quehacer diario pareciera estar diseñado para que no pensáramos, solamente estamos pendientes de salir temprano al banco a ver si nos dan 20 bolívares de nuestra cuenta, de nuestro dinero, cuan limosneros en una cola llena de desesperanza y tristeza con el fin de tener el efectivo para el autobús. No nos da tiempo ni de protestar, aunque quisiéramos no podríamos la mente solo nos da para esperar que llega en el abasto, si arroz o pasta. Amanecemos sacando cuenta de lo que podríamos comer, ya no es lo que apetece al estomago si no hasta donde alcanza el bolsillo. Claro que existe la pensión y los bonos, pero para cuanto alcanza porque si le damos valor a los días que debemos estar parados haciendo cola para que nos la den en efectivo, no alcanzaba ni para pagar el costo del trabajo y sufrimiento de estar en esa larga espera con sol, sed, sudor y hambre. Pasamos frente los huecos y no nos damos cuenta del deterioro de la ciudad, la necesidad nos impide apreciar el abandono de las aceras, si en el mismo centro frente La Casa Fuerte, entre la Plaza Bolívar y La Miranda en Barcelona existe un hueco que ocupa casi media avenida 5 de Julio desde hace tiempo y no existe autoridad alguna que se preocupe en echarle asfalto, fíjense que la desidia es de tal tamaño que en los barrios y urbanizaciones los mismos vecinos utilizan escombros para tapar los huecos de las calles, en ocasiones personas cercanas a la indigencia comienzan a resolver la situación y con un perolito piden colaboración. Otra imagen que no nos da tiempo de ver es el de la basura, montañas de desperdicios que crecen horizontalmente cuando en horas de la noche ese lumpen proletariado escarba para conseguir algo de comida, eso se nos convirtió algo común, parte del paisaje al igual que calles oscuras, no se cual es el problema tan grande con el alumbrado de La Plaza Miranda que lleva tiempo sin funcionar, peligroso pasar por allí sobre todo después de las 9 de la noche, los transformistas acosan y amenazan a los transeúntes y la policía bien gracias. Por todo esto uno se pregunta ¿Hacia dónde vamos? Acaso el anuncio y la ejecución de unas elecciones presidenciales resolverá la problemática socio económica, porque si ganan los que están y no rectifican seguimos en las mismas, y si por el contrario triunfan los protagonistas de la guerra económica estamos frito. Muchos jóvenes dicen que la salida es irse de Venezuela en busca de nuevos destinos, otros dicen como me voy si no tengo ni para sacar el pasaporte. Los viejos casi resignados a vivir con menos de 400 mil bolívares mensual, lo que apenas le alcanza para comprar un pollo mediano. Esa es nuestra realidad, la que no se cambia con discursos ni con promesas. Hasta en eso fue inteligente Hugo Rafael Chávez Frías, supo irse antes que se avecinara esta terrible tormenta. Será que lo que nos queda es rezar encomendándonos a Dios, y por supuesto trabajar doble o triple sin rendirnos, para comer completo.