La política es una disciplina asociada a muchas ciencias. Lo que no quiere decir que el político procede necesariamente conforme le dictan ellas en función del interés colectivo. No. Puede prevalecer sólo el de una clase, una porción de esta, grupo y hasta individuo. Y para esto hace política y pudiera sustentarse, depende del nivel y de quién sea el político en toda la gama de ciencias pertinentes. Pero también entra en juego la competencia, término este que para nosotros tiene muchas connotaciones, del político para hacer el uso acertado o bien intencionado de esas ciencias, como de la política misma.
Por eso que una medida política sea acertada tiene muchas lecturas e interrogantes. ¿Acertada para qué, quién o quienes?
¿Cuál o cuáles son los intereses que privilegia el venezolano de hoy? ¿Están ellos considerados cuando se toma la medida de adelantar las elecciones? Pero seamos más concretos, ¿Esa medida nos garantiza ahora y al mediano plazo, porque al largo no creo podamos llegar de pie tal como vamos, esos intereses colectivos? ¿Quién puede asegurarlo? ¿Si quedándole sólo unos meses de gobierno al presidente Maduro estamos como estamos, qué sirve para convencernos que eligiéndole para seis años más, ahora mismo, sin modificar el escenario lo indispensable, dicho así para respetar el concepto de cambio, vamos a remontar esta caótica situación?
Y si algo anhela el venezolano, eso lo dicen las encuestas que José Vicente Rangel lee todos los domingos, es no sólo que continúe el diálogo, sino que este sirva para que oposición y gobierno se encuentren en lo mínimo para que prevalezca la paz, mecanismos de la economía funcionen de acuerdo sus intereses y se garanticen los beneficios alcanzados por la mayoría. Decir y pensar que sobrepone otra y otras cosas a eso, es como "caerse a coba" o inventar una excusa para defender lo íntimo o personal.
De ser cierto lo que pareciera, que la tesis de lo supuestamente asertivo y acertado de la decisión de la ANC, está en la creencia que el gobierno y su candidato, que será escogido dentro de un escenario ya medido y controlado para evitar discusiones y hasta rompimientos públicos, pudieran resultar fácilmente ganadores, por los mismos motivos que produjeron los resultados electorales recientes, como que la oposición en este momento está muy dividida, prevalece entre la mayoría de sus simpatizantes el desconcierto, descontento y hasta dispersión, desde el interés colectivo es una vana ilusión. Pues una cosa es que ese cuadro favorezca al bando que gobierna y sus aspiraciones, pudiera arrimar más votos a las urnas y otra que ayude a alcanzar las metas que los ciudadanos en su mayoría anhelan. Si la medida política que comentamos, la relativa al adelanto de las elecciones, no garantiza esto último, entonces mal pudiéramos evaluarla como acertada. Y uno puede, por adelantado, prever en cierto modo lo que pudiera suceder dadas ciertas condiciones. Tampoco es asunto si es constitucional o no, ese no es meollo del asunto y para nosotros ni siquiera tema por discutir.
Veamos un ejemplo. El haber convocado la elección constituyente, produjo un resultado inesperado, no sólo cuantitativamente, sino que dejó a la oposición como fuera de balance y, sin duda, llevó a sectores de ella a posponer sus planes de violencia sistemática y persistente a través de las guarimbas, lo que en verdad como dijo alguien, merecen en cierta medida el calificativo de terroristas. Pero aun así, habría que preguntarse: ¿Estaba eso establecido dentro del plan electoral o simplemente se trataba de crear un organismo que asumiese las funciones de la Asamblea Nacional y diese bases legales al gobierno? No sabría responder con seguridad tal pregunta, quedan dudas; pero si puedo admitir que resultó asertiva en cuanto que llevó a la oposición a cambiar de actitud. También fue asertiva hacer aquella convocatoria en medio del estado como caótico para darle un nuevo respiro y respaldo legal al gobierno.
Pero si revisamos los discursos que justificaron aquella convocatoria, los de los candidatos a constituyentes, los de quienes resultaron electos y las ofertas gubernamentales, no en lo dicho anteriormente sino en materia económica, tendríamos que concluir, sin ambages, que fueron un rotundo fracaso. Eso sí, el gobierno consiguió sustentarse legalmente en la ANC, hasta reflotar, dividir la oposición y consecuencialmente debilitarla. Es decir, lo que nunca enunció para justificar aquella convocatoria. Más no creo que la mayoría de los venezolanos, salvo la desaparición de los persistentes y diarios focos de violencia, haya alcanzado algo positivo de ella y su resultado, ANC, sobre todo al evaluar la inutilidad de esta para enfrentar fenómenos como la inflación, dólar to day, especulación, contrabando y corrupción desmedida hasta con el pago electrónico, asuntos para los cuales se ofreció y comprometió a resolver.
Por supuesto, si quienes gobiernan, y quieren seguir haciéndolo, creen que esa medida le es útil, pues les permitiría ganar ahora las elecciones y si logran que alguien de la oposición lance su candidatura, ya Henry Falcón y Ramos Allup han anunciado las suyas, pudieran evaluarla como positiva desde su óptica o interés. Pero si ella no conduce a garantizar la paz y la solución de los graves problemas que confrontamos todos, no le vamos a calificar positivamente.
Si el adelanto de las elecciones sólo obedece al interés del gobierno y otro pequeño círculo hasta opositor, en Venezuela podría repetirse el escenario que deseábamos quedase atrás y hasta en mayor magnitud. Es decir, podría reaparecer la violencia, pues esa medida electoral o electoralista pudiera servir para justificar a los violentos, sobre todo a la alta jefatura internacional. Ya hay muestras que eso pudiera suceder. Colombia está allí mismo y los violentos sólo esperan un escenario y seña.
De donde uno cree que lo pertinente por ahora, al margen de otras cosas que ayuden, es insistir en el diálogo, lo que nunca debe abandonarse, generar las mejores condiciones para las elecciones presidenciales. Lo que implica que ese llamado ya hecho no puede ni debe significar suspender el diálogo. Si el diálogo se interrumpió, no es esta la primera y no se podía esperar menos dados los acontecimientos de "El Junquito". No se puede repetir el mismo guión que llevó a la Constituyente
¿Cómo esperar la reanudación del diálogo inmediatamente luego de aquel hecho y muy particularmente dadas las declaraciones del ministro Reverol? No obstante, casi inmediatamente de lo acontecido en El Junquito, según reporte que apareció en Aporrea, Luis Florido, quien no representa precisamente al sector más comedido y sensato de la oposición, habló de la conveniencia de continuar las conversaciones que se venían dando en República Dominicana. Ahora, Ramos Allup, pese anunciar su disposición a lo electoral, califica esa convocatoria como "una patada dada a la mesa de diálogo". Es decir, esa convocatoria pudiera fortalecer a quienes en la oposición no quieren diálogo. Pero se valen de circunstancias como esas, no hablamos de errores, para no sólo amparar su prédica contra aquél y a favor de salidas inconstitucionales, sino de paso quedar lo mejor parados. No obstante, pudiera alentar la participación opositora y generar un nuevo cuadro. Pero ya hemos visro como sectores opositores y Departamento de Estado gringo se están contradiciendo. De donde uno concluye con estas preguntas:
¿La opción de agotar, hasta donde demandan las circunstancias, diligencias inherentes al diálogo, constituye una decisión política acertada o no? ¿Qué buscamos? ¿Seguir en el mismo cuadro va abrir los espacios para encontrar las salidas que el pueblo todo anhela?
Por lo menos, vale pena, a la hora de valorar, manejar las mejores opciones, poniendo como norte el interés común y no el de un grupo.