La situación actual de la izquierda latinoamericana está en un momento determinante para la definición de su futuro. Esto se produce como consecuencia de una agresiva progresión de acciones orientadas por el gobierno norteamericano de centrificar a la derecha con el fin de obtener calada en los sectores más depauperados de nuestro continente y así hacerse o mantener el poder como de lugar.
Esto lo podemos comprobar a través de experiencia electorales reciente como el caso colombiano con Uribe, el caso peruano con Alan García, el caso mexicano con Felipe Calderón, y el caso más reciente en Brasil, con el surgimiento de Alckmin como figura estelar de una derecha “socialdemócrata” o centrista, con un discurso neopopulista, que asume como su base política a los sectores económicos más poderosos y sus ofrecimientos se orientan a los sectores más defraudados, que han apostado con esperanza a un discurso de izquierda que en la acción pareciera no dar respuestas contundentes a los requerimiento.
En el continente latinoamericano, pareciera más pronto que tarde, se ha iniciado una crisis de la izquierda moderada, que entre la espada y la pared se debate entre su radicalización o su definitiva derechización. Con excepción de Venezuela y Bolivia, donde las posturas discursivamente radicales han permitido hasta ahora, con todas las dificultades impuestas por los sectores adversos a esos proyectos, mantener el apoyo popular por encima del 55% de la población, el resto de los países donde la izquierda ha emergido como recurso ideológico para la obtención del apoyo popular, al llegar al poder sale a relucir la “adequidad betancouriana” que no es más que una expresión aprista de Haya de la Torre que basada en la conciliación de las élites a través de pactos sectoriales, pretende afirmar que la única manera de gobernar en nuestros países es con el apoyo de las oligarquías.
El exceso de confianza de candidatos como Lula en Brasil o López Obrador en México ha puesto en vilo la consolidación de la izquierda Latinoamérica, y es importante tanto para Evo Morales como para Hugo Chávez aplicar la máxima de “cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo”.
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