¡Y qué amigo iba a ser de Bolívar el más sagaz hombre de las trampas, que intentaba asesinarlo confabulado con el embajador gringo William Tudor y la podrida burguesías de Lima! La rebelión contra el Libertador Simón Bolívar por parte del General y Diputado chileno José Antonio Bustamante Donoso, fue un grave suceso que hirió de muerte con la daga de la discordia la hermandad de granadinos y venezolanos, integrantes del mismo Ejército, que invicto había hecho flamear hasta ese entonces la enseña de la Libertad. Sin embargo, como pasaba el tiempo en Lima y no se lograba las mejores condiciones y oportunidades para cometer el atentado asesino contra Bolívar, Santander en Bogotá promueve disturbios públicos para hacer que Bolívar regrese a la capital de la Gran Colombia; Bogotá. Y el indigno y felón Vicepresidente Santander, en ruidosa celebración por las calles de Bogotá gritaba vivas al insubordinado a la Constitución de Cúcuta, General Bustamante, haciendo que sus cómplices gritaran por las calles de Bogotá: Abajo el tirano Bolívar. Pero Bolívar, con una persistente vocación y responsabilidad en buscar la libertad de los pueblos suramericanos respondía: "Yo no confío en los traidores de Bogotá ni en los del Sur, no me apartaré de la fuerza armada ni media hora"
La conjura contra Bolívar, ahora comandada por el gringo Secretario de Estado Henry Clay desde Washington, dirigida por sus representantes Wiliam Tudor y Henry Harrison en Lima y Bogotá y ejecutada por Santander y Obando en la Nueva Granada, Colombia. Al ver estos traidores homicidas la perseverancia de Bolívar en seguir con más ímpetu su proyecto de establecer la unión de naciones en la América del Sur, planean su asesinato lo más pronto posible para poder parar ese volcán de libertades y justicia social que era Simón Bolívar; nuestro Libertador. Es así como el Ejército del Perú azuzado por míster Tudor se lanza desde el Sur a la invasión de Colombia, tomando a Guayaquil. En su delirio contra el Libertador, Tudor le aseguraba a Clay que "La Mar es indudablemente el primer general de América del Sur, Bolívar, que fue inicialmente un capitán de milicias, es inferior a él; si llegan a choca estoy plenamente seguro que Bolívar será derrotado" Los correos de la conspiración contra Simón Bolívar iban y venían de Lima a Bogotá y de estas capitales pasaban a Washington, en cambio los correos de Bolívar eran interceptados por la red de espionaje que habían montado Tudor y Santander.
Entre los actos de la conspiración, se le hace llegar a José María Obando armas para que impidiera en Pasto, Colombia, pudiere pasar cualquier posible refuerzo de Bolívar, o a Sucre que se encontraba en Quito, Ecuador. Sin embargo el Mariscal de Ayacucho le infligió a La Mar y al General Plaza, que juntos duplicaban en número los soldados, la más vergonzosa derrota en el Portete de Tarqui, causándoles 2.500 bajas, entre muertos y heridos. El mismo pueblo del Perú, enemigo de esa guerra injusta instigada por los Estados Unidos, derrocó al fratricida general La Mar castigándolo con el destierro. Entre tanto el general José María Córdoba, héroe en Pichincha y Ayacucho, se había convertido en misionero de la división y la rebelión, tristemente utilizado por Harrison, Henderson y Santander, como instrumento de la destrucción de Colombia. En los cuarteles de Popayán, Cali y Rio Negro instaba al ejército a la insubordinación a Bolívar. Córdoba repetía como un loro que Bolívar quería coronarse Rey, y que él, gran vencedor de Ayacucho, se declaraba ahora el terror de los tiranos. El General Córdoba terminó degradado a la despreciable condición de informante y soplón al servicio de los gobiernos de Estados Unidos y de Inglaterra, a los que pasaba informes sobre secretos de Estado, croquis de los campamentos de Bolívar y planes del ejército ¿Quién puede decir el espacio que separa a un traidor de un asesino? El objetivo seguía siendo matar a Bolívar y a Colombia, ya lo habían intentado en Lima cuando asesinaron a Bernardo Monteagudo, intelectual revolucionario, líder político, abogado y juez; colaborador de San Martín y Bolívar en las guerras de la Independencia Americana, que infundió el respeto y la admiración de muchos por sus ideas revolucionarios, su elocuencia en expresarlas y su habilidad administrativa.