En la IV República un carnet blanco valía mucho. Si usted buscaba trabajo, antes de preguntarle qué sabía hacer, o por su título universitario, le enrostraban: "para ver tu carnet". O sea, se refería al carnet que demostraba que usted era militante del partido Acción Democrática. Así funcionaban las cosas. El carnet era imprescindible para encontrar trabajo, para tramitar un documento o para pararse a orinar en la carretera. Como fuera, te decían "Muéstrame tu carnet". Juro por lo más sagrado que en mis 80 y dele años de vida, nunca me saque un carnet. Para serles franco, nunca me gustaron los partidos políticos, por lo cual jamás milité en ninguno de ellos. Pero siempre hay una primera vez… Con la llegada del comandante Hugo Chávez al poder, a quien por cierto había entrevistado en dos ocasiones en Puerto Ordaz, antes de ganar ampliamente las elecciones presidenciales de 2009, me hice militante del PSUV. Por allí debe haber un registro donde aparezca mi nombre. Me contagié con la euforia y me inscribí. Por cierto, no me arrepiento.
Ahora bien: después de casi 20 años de "revolución" se llama a una operación carnet. Pregunto: ¿Para qué? ¿De qué nos servirá ese carnet? ¿Para comprar comida? ¿Para cancelar las elevadas sumas de dinero cuando, por mala leche, nos toca ir a una clínica? ¿Para tener acceso a una bolsa de alimentos? ¿Nos hace más revolucionarios poseer un carnet del PSUV? ¿O es que ese documento va servir para saber por quién votamos en un proceso electoral? En fin, tal vez yo estoy cortado a la romana vieja, pero no veo, por ningún lado, la necesidad de hacer una cola para tal fin. Algunas personas dicen que el PSUV se parece mucho a la Acción Democrática de Rómulo Betancourt. ¿Será eso verdad?
Pienso, humildemente, que lo que tiene que hacer la dirigencia del PSUV es tratar de evitar una división en el partido creado por Chávez, como sucedió con el partido de Ramos Allup, en la IV, por un lado, y, por el otro, prepararnos a nivel de conciencia para darle una paliza a la derecha en las próximas mega elecciones del 20 de mayo. AD perdió su supremacía nacional, como partido de masas, como consecuencia de sus divisiones internas. Primero fue el MIR, en la década de los 60, y después vino una chorrera de divisiones que dio al traste con el partido blando. Hoy día es sólo un retrato viejo, corroído y con cara de cansancio, al cual se aferra, con desesperación, el también viejo "líder", de la referida tolda: Henry Ramos Allup.
Para concluir: yo no veo ninguna necesidad de sacar un carnet del partido de la "revolución", por lo que no acudiré al llamado de Diosdado Cabello y Nicolás Maduro, como máximos dirigentes del "pesu". Un carnet no me hará más o menos revolucionario. Ser revolucionario no se prueba a través de un plástico de esa naturaleza. Se prueba en la lucha, en la batalla y en el día a día. Donde tenemos que partirnos el espinazo para poder adquirir un mendrugo que nos calme el hambre. Y luego hacer una cola para ir a votar por el candidato de la patria. Ese si es una gran prueba. Es, pues, la madre de las pruebas. El presidente Maduro ha hecho de todo para protegernos de la avaricia insaciable de comerciantes e industriales. Estoy convencido que ha actuado con firmeza para protegernos. Como también estoy seguro que lo seguirá haciendo hasta más no poder. En ese sentido, lo que debe hacer el "pesu" es estimular a los venezolanos para que nos aboquemos a producir, producir y producir. Sólo así podremos sacarnos de encima una escuálida bolsa de alimentos, y la carretilla de bonos… ¡Se cansa uno!