Cuando Claudio envenena a su propio hermano no es rey ni tampoco esposo de Gertrudis, está solo, su única compañía es la envidia. Más adelante se hace Rey y marido de Gertrudis. Sepulta la culpa con el cadáver del Rey envenenado, hasta que el príncipe Hamlet se tropieza con el fantasma de su padre que le cuenta la traición y comienza el tormento y la venganza. También comienza la tragedia de Claudio: tiene que ocultar su crimen a mujer que ama, la madre del joven Hamlet y a todos. Intenta cometer homicidio de nuevo en la persona de su sobrino que se hace el loco, en medio de la duda y el arrepentimiento. Muere Ofelia, muere polonio, pero aquel que tiene que morir no muere. No hay tiempo para el arrepentimiento, hay que seguir adelante, la muerte define todo.
Al lado de la tragedia de Hamlet, originada por la develación de la verdad, corre la tragedia de Claudio por intentar ocultarla arrastrando consigo una cadena de muertes y homicidios. Esa es la sabiduría Shakesperiana, mostrar un drama de vida trágica que en muchos se repite, pero como dice Marx, sin la conciencia de jugarse todo hasta la muerte, se repite como comedia, como una farsa. Maduro no tiene idea del precio que tiene que pagar por su ambición, su inconciencia lo convierte en un personaje bufo, hace de su posible tragedia una comedia de equivocaciones. La tragedia será nuestra cuando se haya arrumado muchos cadáveres en las morgues, en los cementerios y en fosas comunes.
Tomar el control de PDVSA, donde está la fuente de poder más importante del país, es una clara motivación para la acción dramática. Comenzó con una invasión de oportunistas desmantelando su equipo de dirección, el equipo que le daba poder a la empresa productora de riqueza, y al país junto valor político y económico. Lo mismo se hizo con el Ministerio de Petróleo. De forma irresponsable se fraccionó la línea de mando, o sea, la dirección de la empresa y del ministerio. Cada gerencia de la empresa y cada dirección del ministerio comenzaron a trabajar de su propia cuenta, cada una compitiendo con las otras a ver quién era más ineficiente, más voluntariosa, peliando por intereses propios. Se rompió la unidad estratégica entre sus trabajadores, empleados y sus jefes. Bajó la producción y se deterioran sus instalaciones, fue inebitable.
Y ahora, así como el rey Claudio diría para sí al planificar el homicidio de Hamlet, no es tiempo de arrepentimientos, hay que seguir adelante en la traición y dar un paso más, privatizando la empresa, en favor de los intereses personales del grupito que gobierna el país y de las trasnacionales. Privatizar PDVSA es entregar el último bastión de la revolución, su fuente de poder, en varios sentidos. Significa la caída en seguidilla de todos los programas sociales que hasta hace cuatro años sostenía la empresa. Desde la Fundación Oro Negro, redefinida para llevar sus ayudas hacia fuera de la empresa, la Fundación la Estancia, hasta las Misiones Ribas y Barrio Adentro, la Misión Vivienda, las empresas socialistas y de servicios petroleros, taladros, muelles, PDVSA industrial, PDVAL, PDVSA agrícola, paralizar contratos y proyectos, acabar con un gran sistema de financiamiento, motor impulsador del nuevo Estado socialista; todo eso fue revertido al viejo sistema colonial o colonizado.
No hay tiempo de arrepentimiento, hay que calumniar, mentir, encarcelar, sacar del camino a quien se oponga a los planes de sostenerse como sea en el poder.
Estos muchachos jugando con fuego incluyeron en el saqueo a los militares a través de los oficiales más extraviados e inicuos. Camenpeg es la fachada de una empresa de servicios que realmente distribuye contratos de servicios a privados. Explota campos sin control y sin rendir cuentas al Estado. En Camanpeg nadie sabe de petróleo, pero sí de negocios. También los militares cuidan las inversiones en el Arco Minero, limpian las minas de garimpeiros y artesanos, en favor de las trasnacionales. No hay tiempo de arrepentimiento hay que seguir adelante, hasta el final (pero sin tener idea de cuál será ese final).
Es el drama trágico del rey Claudio en versión tragicómica de Maduro y sus amigos irresponsables. Maduro no alcanzará la muerte como consecuencia de sus actos, como el Rey Claudio, si acaso, cuando mucho, iría preso, un final nada trágico pero sí vergonzoso y ridículo. Porque algunos “personajes de carácter” no tienen el temple para asumir la responsabilidad de sus actos y llegar hasta las últimas consecuencias en sus dramas personales de vida, solo payasean, cojean, bailan o tocan tumbadoras. Él es de aquellos que de seguro culparan a otros de nuestra desgracia y de la suya propia, su drama no tiene nada de trágico, pero sí de cómico, o tragicómico, con sus Celestinas y todo.
Marcos Luna 18/03/2018