Los tentáculos del imperio se mueven y se desplazan por aire, mar y tierra. Nada resulta ser ciento por ciento recto, porque sería muy fácil que el político, haciendo el papel de mago, adivinase la dirección exacta del tiro al blanco escogido. El flujo tiene su antítesis: el reflujo como el zig el zag.
El imperio se encuentra comprometido con varias guerras, donde no ha podido obtener el triunfo rápido que había planificado en el laboratorio del Departamento de Estado y la Casa Blanca. Utópico el que crea que va a retirarse reconociendo su derrota donde haya hecho el primer disparo iniciando su guerra. Si las naciones del mundo se unen para evitar la conflagración, los cinco grandes imperios se jugarán su destino haciéndola. Sólo garantizando la derrota de la guerra imperialista se puede garantizar la nueva paz, que no será otra que la surgida del socialismo hermanando los pueblos en la solidaridad sin fronteras.
El fraude, el monstruoso fraude a la vista de todos los mexicanos y de los ojos del mundo entero, electoral contra López Obrador puede ser considerado como el primer paso serio y decidido para comenzar la ejecución de una política intervencionista que de al traste con todo gobierno que se proponga el cuestionamiento de los principios de la globalización capitalista salvaje. De esa manera nos están diciendo que cuando le venga en gana al imperio recurre al fraude y quienes se opongan no les queda más que aterrorizarse ante la palabra: chito.
Una derrota electoral de Lula –quiera ‘Dios’ y los brasileños no se produzca en la segunda vuelta, aunque no nos agrade su falta de espíritu por el socialismo y una verdadera integración de gobiernos-, sería como un gancho fuerte al hígado que debilitaría la política integracionista de Chávez a nivel de gobiernos latinoamericanos. Si esa derrota se diera se acrecentarán las contradicciones entre los gobiernos de Brasil y Bolivia en franco perjuicio para la segunda. Eso aceleraría el golpe de timón contra Evo Morales.
El derrocamiento de Evo sería el anuncio del derrumbamiento de Chávez y del proceso bolivariano. Así lo tienen programado el señor Bush y el Departamento de Estado con el beneplácito del señor Blair y algunos mandatarios de América Latina. En el esquema de la Casa Blanca han barajado mil y una probabilidades o metodologías para intervenir exitosamente en los asuntos internos –especialmente por ahora- en Venezuela a fin de salir de Chávez, porque muchas horas al día las dedica a lanzar palabra tras palabra contra las políticas del imperio y, de manera particular, contra Bush, al cual de Ranger ahora cataloga como Diablo que por donde pasa deja su hedor de azufre. En unas cuantas han probado el amargo sabor de la derrota, pero un imperio, antes que se produzca su caída total y definitiva, no se resigna a las derrotas esporádicas porque cuenta con suficientes recursos –ahora de alta tecnología bélica- para volver al ataque y buscar el triunfo. Sólo pueblos organizados, armados y con una verdadera vanguardia política revolucionaria al frente, son capaces de no dejarse derrotar ni arrancar jamás la victoria de sus manos.
En vista de los últimos fracasos sufridos en su intervencionismo en asuntos internos de otras naciones, se han inventado una táctica que podría darle un resultado beneficioso para justificar su orden de asalto final al poder político en la nación escogida para derrocar a un determinado mandatario. Bolivia es el laboratorio donde esa política se está experimentando en la actualidad. El imperio sabe que los obreros y los indígenas bolivianos son dados a las luchas radicales por sus objetivos de clase y de etnia. Igual conoce el imperio que Evo va dando pasos que están alimentando una conciencia radical de exigencias de cambios que necesariamente, para generar justicia social, deben romper los lazos estructurales de la economía boliviana burguesa y salir, al mismo tiempo, de las garras de los monopolios capitalistas foráneos que estrangulan la economía nacional en abierto daño a los intereses del pueblo boliviano. Por otro lado, la política económica de Evo, que no es realmente socialista pero sí de carácter progresista y democrática, ha puesto en evidencia o desenmascarado las falsas promesas, por ejemplo, de un Lula que promete una sociedad brasileña plena de justicia y de igualdad en nombre de los trabajadores, pero se coloca firme al lado de los intereses monopólicos brasileños y que no son precisamente del pueblo de Brasil.
¿Cuál es la táctica del imperio y sus sectores oligárquicos ‘criollos’?: estimular discrepancias, diferencias, contradicciones e intereses distintos entre los trabajadores bolivianos, entre los sectores populares, en procura de estallidos sociales internos que generen un caos político y hagan ver y entender al mundo que en Bolivia existe una ingobernabilidad que sólo puede ser solucionada produciendo el derrocamiento del gobierno de Evo Morales. Hace unos meses atrás dijimos que si Evo gobernaba dos años, salvando y derrotando escollos difíciles, sería un triunfo inobjetable de fortalecimiento a su gobierno. Todo indica ahora que las cosas se le están poniendo más complejas y que se necesita de más concurso, organización y hasta armamento de los sectores populares para poder derrotar los nuevos intentos que van derechito por su cabeza. Por otro lado incentivan o inventan discrepancias entre gobiernos de pueblos hermanos para propiciar rompimientos de relaciones diplomáticas culpando a alguien en específico, que sea tenido como objetivo para derrocarlo.
Si algún país o algún gobierno del planeta necesitan de la solidaridad revolucionaria internacional en este momento difícil de su historia es, precisamente, Bolivia y Evo. Si los gringos derrocan a Evo, en menos de lo que cante un gallo lanzarán su orden de ataque definitivo contra el proceso bolivariano y contra Chávez. Téngase esto por seguro. ¿Qué hacer? ¡He allí la interrogante a responder y donde cada venezolano y cada venezolana con sentimiento revolucionario deben opinar como protagonistas de su historia.
