Querer cambiar el sistema es querer cambiarlo, no reformarlo, es voltear la tortilla. Las revoluciones son cambios radicales: Copérnico, Velázquez, son buenos ejemplos en sus respectivos campos. Es posible que las revoluciones sociales hayan dejado más evidencias de sus aparentes fracasos, vistas desde la óptica del tiempo presente, más que las revoluciones científicas, y dentro del conocimiento artístico. Quizás porque los efectos de estas últimas no han sido tan contundentes, no han producido tantas muertes en tan poco tiempo. Pero la verdad es que todas las revoluciones han sacrificado algo, gentes u orgullos. Pero más importante aún es que han legado el espíritu de la revolución a la humanidad civilizada, cuando no pudieron con los cambios indiscutibles, a los cuales aspiraron en un principio.
La revolución Rusa es una secuela de la revolución francesa y de las revoluciones culturales y científicas; de la revolución de aquel febrero de 1848 y de la Comuna de París. La revolución Cubana tiene en sus genes en la revolución de independencia latinoamericana, heredó de Bolívar, Martí y Macedo; de Marx, de Lenin y de la revolución Rusa. Pero, no porque cada una de ellas haya caído o pueda caer frente al poder instituido, quiere decir que el esfuerzo haya sido vano; al contrario.
Ahora se sabe cómo se aplican los intelectuales capitalistas y sus ideólogos (los llamados "tanques pensantes"… de lo más reaccionario del capitalismo, de la sociedad burguesa conservadora) para poder "asimilar" al sistema, "recuperar" a favor del sistema, el pensamiento revolucionario: lo han hecho con Marx, Freud, Reich, Bolívar, Martí, Marc Twin, y muchos más. Han convertido a cada uno de tantos rebeldes y revolucionarios en símbolos inofensivos, los han adulterados o falsificados; gracias a los esfuerzos intelectuales, de "científicos", de ideólogos y profesionales, pagados y sostenidos por la burguesía y directamente por el capitalismo. En el caso de Chávez, también, esa fue una obra de "tanques pensantes", no de Maduro.
El capitalismo emplea muchísima gente para pensar en cómo matar las ideas, y sobre todo las ideas revolucionarias, o cualquiera que atente en contra de la ganancia, la acumulación y concentración de la riqueza, contra la lógica del capital. Para eso existen universidades, carreras especializados, ciencias, especializadas, medios de divulgación, y sobre todo el dinero, mucho dinero.
Pero, es por eso, ¡exactamente por ese motivo!, que hay que insistir con el pensamiento revolucionario; en sus métodos, en sus aprendizajes, en divulgar la "buena nueva del socialismo". La buena nueva del conocimiento y de la cultura revolucionaria. Pero ya como un hecho, una realidad que vive o que puede vivir en cada quién, en cada uno de nosotros; "la epifanía" que se riega en la consciencia de los seres humanos más avanzados y más dispuestos a luchar (en vez de entregarnos o resignarnos, como aquel Jaques el "fatalista" de Diderot, ante la acción siempre veía un fracaso, una pérdida de tiempo, por creer en la fatalidad de su destino inoculado por el poder, la iglesia, el capitalismo).
Hay que seguir peleando, como sea; nuestro destino es morir como héroes, pero de la humanidad. Hay que educar a nuestros hijos para ser sabios, no consumidores de basura; para que sean cultos e irreverentes; revolucionarios. Hay que ser el mejor ejemplo de ello, o, por lo menos intentarlo siempre. No podemos calumniar la idea, el principio, hay que advertir que ella no ha muerto ni morirá, que somos nosotros los que fallamos, "que no pudimos dar la talla". La idea lo es todo para la humanidad.
La revolución es siempre una luz de esperanza pero solo si cabalgamos sobre su espalda. Si lo estamos intentando siempre. Ser mejores y diferentes personas frente a la masa apestada de la pequeña burguesía y de la pobreza ignorante y esclavizada; de cara al lumpen y lumpen proletariado, es decir, al pícaro delincuente, al mafioso, al oportunista, amoral, al carácter más apestado de toda la sociedad que nos es contemporánea.
¿Cómo hablar de esto que no sea de manera asertiva? Imposible. Aquí no vale el "condicional" de decir "pareciera", "podría ser" esa falsa humildad ¡Hay que creer y declararlo!, hay que gritar "la buena nueva del socialismo", sin miedo, sin vergüenza, sin complejos, esos miedos se los dejamos a los intelectuales "prudentes".
Con fe y sin mucha prudencia fue posible la conquista del mundo accidental y oriental por setecientos hombres convencidos al mando de Muhammad, los que comenzaron a formar el mundo Islámico en medio mundo, descontando aquel todavía oculto para ellos. No faltará un intelectual prudente que descalifique la validez de este ejemplo de revolución, desde su miopía prejuiciosa y muy contemporánea, pero de que se puede se pueden cambiar el mundo.