Recientemente asistí a una actividad hermosa, de esas que están ocurriendo en revolución, en donde vemos y comenzamos a palpar el parto de algo nuevo, es una nueva forma de concebir la vida, un nuevo enfoque que crea una nueva realidad circundante en la sociedad que abona el terreno del hombre nuevo que está por nacer en esta tierra de Bolívar. Los partos no son sencillos, tiene sus dolores, sus incomprensiones, frustraciones y demás obstáculos a los cuales nos enfrentamos. El tema de la siembra para producir alimentos, una actividad tan básica y elemental, pero a la vez tan difícil de asumir motivado por todo lo que nos han aplicado en materia de manipulación ideológica que nos desarraiga de tal forma que nos hace inútiles de algo tan elemental para todo ser vivo como es buscar los alimentos necesarios para la vida.
En este orden de ideas, quiero hacer referencia a un proyecto hermosísimo como es el plan de TODAS LAS MANOS A LA SIEMBRA, ejecutado por el Ministerio de Educación. La idea fundamental es hacer de las escuelas centros de formación y de producción de alimentos que permita educarnos en algo que nunca debimos abandonar: producir, sembrar, hacer patria, hacer vida. Pero lo más importante de este plan no es la cantidad de hectáreas que se siembra, ni la cantidad de alimentos que se puede producir, inclusive, ni siquiera la cantidad de casos individuales y colectivos que se resuelven en función de percibir alimentos producto del esfuerzo y de la siembra de los mismos en los espacios de las escuelas del país. Ciertamente que como es costumbre, la derecha banalizó el tema, bastantes se burlaron de las iniciativas de Chávez al respecto, pero hoy, los miembros de la misma oposición añoran el poder tener una matica de tomate, unas matas de cebolla y de cuantos otros rubros cada vez que van al mercado especulativo y le sacan los ojos. Allí me imagino que recuerdan a Chávez, no estoy seguro si con arrechera o no pero de que lo recuerdan lo recuerdan, cuando éste hablaba de los gallineros verticales, de los techos verdes y un sin fin de propuestas sobre la materia que si lo hubiésemos aplicado desde hace años la quejadera de quince y último no sería tan estruendosa.
En una modesta escuela de la ciudad de Valera, la UE Sesquicentenario de la red 12 del circuito 9 de Valera, parroquia Mercedes Díaz se llevó a cabo recientemente una jornada que nos deja una gran enseñanza: cómo producir abonos, cómo seleccionar semillas de manera artesanal y sobretodo algo que es la palanca fundamental para la concreción de cualquier proyecto: la reflexión sobre la imperiosa necesidad de dejarnos de pendejadas y ponernos las pilas para sembrar en cualquier espacio apto para ello. Lamentablemente durante mucho tiempo no se han aprovechado los espacios de estas instituciones, pero, luego de lo que estamos viviendo en materia de la terrible especulación desatada, el interés de la gente sobre la materia nos permite augurar que ha llegado el momento en donde se combinan las condiciones objetivas y subjetivas para retomar una cultura productiva que nos libere de todos los factores mafiosos que juegan con el alimento de los pueblos en el mundo.
El entusiasmo es evidente, el interés que desencadena la posibilidad real de aprender a liberarnos de las cadenas de la dependencia nos abre el horizonte hacia ese hombre nuevo y mujer nueva que hará de este hermoso país una gran potencia, no solo por su desarrollo educativo, su cultura, su sana economía que florecerá sino por una nueva espiritualidad en donde nos sintamos todos y todas útiles a la patria y que desde cada trinchera, por más modesta que sea, las nuevas generaciones crecerán con una visión y un concepto distinto sobre un tema que es medular, la nueva espiritualidad que crea las condiciones subjetivas necesarias para el nacimiento de ese hombre nuevo que en las escuelas de la patria se están levantando.
A todos y todas los y las que aportan un grano de arena traducido en una semilla, en un abono, en una planta, no podemos sino desearles "buen tiempo y buena mar", llegó la hora pues, de la patria potencia, como lo dijo Bolívar, no tanto por su poderío económico y militar sino por los valores de la libertad y la justicia.
En estas tierras andinas, asentamiento de nuestros abuelos timotes y cuicas, en donde la agricultura desde tiempos ancestrales estuvo adherido a su propia esencia, que fue el trabajo agrícola, la producción de alimentos, etc, esa esencia, dios mediante nos cubrirá y nos inspirará para que por todas las escuelas se riegue lo que llevamos sembrados en los genes; la producción de lo necesario para la vida, los alimentos.