Confesión de un Obispo (III)

Monseñor Baltazar Porras, mucho después del golpe de Estado contra el Presidente Hugo Chávez en abril de 2002, escribe un documento sobre su participación en ese golpe. Continuemos narrando parte de ese escrito:

"Le respondí que como sacerdote estaba dispuesto a hacer lo posible por la vida de cualquier persona. Máxime si me lo estaba pidiendo. Agregó: lo que yo quiero es salir del país, si se garantiza la vida de los que están conmigo. Le pido a Ud. que me acompañe hasta la escalerilla del avión o inclusive que me acompañe si es el caso. ¿Qué debo hacer?, le contesté. Me respondió: véngase al Palacio de Miraflores y aquí hablamos. Le paso al Ministro para más detalles. Le pedí un número telefónico del que Mons. Azuaje tomó nota. Me indicó, además, que cuando estuviéramos cerca lo llamara para abrirnos la puerta del Palacio. Mi rostro delataba que algo fuera de lo común había sido objeto de aquella conversación. Cuando conté a los que me rodeaban con quién acababa de hablar y el tenor de lo intercambiado, todos se pusieron de pie y oyeron mi relato. De inmediato, Mons. Ovidio Pérez Morales pidió que nos juntáramos, entrecruzamos los brazos y musitó una oración. Así son los caminos de Dios, inescrutables, sentenció. Luego dialogamos sobre qué debíamos hacer. Todos descartaron la idea de salir directamente para Miraflores. El único vehículo que teníamos a disposición era el pequeño carrito del Padre Aldo Fonti. Cualquier bala perdida atravesaría sin problemas la débil carrocería.

Durante unos minutos, discernimos las opciones a seguir. Volvimos a llamar al Ministro para preguntarle si tenía algún vehículo a disposición que viniera a buscarme. Negó esa posibilidad. Indicó que me acercara y ellos estarían pendientes. Pasado un lapso de tiempo llamó el Secretario de la Nunciatura, pues el Sr. Nuncio estaba ausente del país. El 9 de abril, en efecto, había salido para Francia a ver a su papá que estaba bastante delicado de salud. El Secretario tenía dificultad en el manejo del castellano y estaba preocupado por lo que estaba sucediendo. Había sido llamado tanto de Miraflores como de varias Embajadas. Le expliqué lo de la llamada del Presidente y quedó más tranquilo. Entre otras cosas, nos enteramos que, vía la embajada de España, hubo un pedimento del propio Fidel Castro al Jefe del Gobierno Español, Don José María Aznar, para que se le recibiera en la Península, pues el mandatario cubano manifestaba no querer recibirlo en la isla caribeña. Seguidamente, llamé a Mons. José Hernán Sánchez Porras, Obispo Castrense, para consultarle con quién podía hablar sobre la petición de Miraflores. Nos indicó que lo mejor era dirigirse al General Efraín Vázquez Velasco y me dio su número telefónico, pero fue imposible la comunicación. Mons. Sánchez Porras logró comunicarse con él y le trasmitió el mensaje. Al rato llamó el General Néstor González González de parte del Comandante General. Le hablé sobre la petición del Presidente y le ratifiqué que yo estaba dispuesto a ir a Miraflores. Indicó de inmediato que eso era improcedente por razones de seguridad personal y por el peligro de que me tomaran como rehén. En dado caso, en Miraflores tenían toda la logística para movilizarse si estaban dispuestos a buscarme, pues él era el Presidente en ejercicio. Me indicó que me trasladara a Televen donde estaba el comando que negociaba con Miraflores. En conversación posterior con el Ministro Rodríguez Chacín, le hice esa notificación. Estuvo de acuerdo, puesto que en primera instancia el Presidente se iba a dirigir a ese canal televisivo. Allí comenzaría la labor sacerdotal solicita.

6.- LA INTERMINABLE MADRUGADA DEL 12 DE ABRIL

En conversación con los presentes en nuestra casa, se decidió que yo no debía asistir solo al encuentro. Mons. Azuaje me acompañaría. Salimos vía Televen, con los Padres Fonti y Quintero, en el carrito del primero. Era la 1.30-2.00 a.m. aproximadamente. La soledad de la autopista sobrecogía. Caracas era una ciudad muerta, desierta. Únicamente en la cabecera del aeropuerto de La Carlota vimos tres o cuatro vehículos con las luces encendidas hacia la pista. Por el camino, rezamos apresuradamente el Rosario y nos encomendamos a todos los Santos. En las inmediaciones del canal observamos una caravana de camionetas militares. Fuimos conducidos al piso de la presidencia. Allí encontramos a los generales Néstor González González, Rommel Fuenmayor y Enrique Medina Gómez. Este último acababa de llegar de Washington, por el oriente del país. Aunque era el de mayor jerarquía y antigüedad parecía no estar del todo empapado del operativo que se llevaba a cabo.

Le pregunté qué pasaba, al Gral. Fuenmayor, -el único al que conocía de antes, por ser cuñado del Comandante Francisco Arias Cárdenas-. Me dijo que en la tarde, él estaba jugando tenis en las canchas del Hotel Tamanaco, cuando recibió una llamada de la Comandancia indicándole que se presentara cuanto antes. De allí lo mandaron para Televen. Además, estaban presentes el Presidente de dicho canal, Dr. Omar Camero y el Lic. Carlos Croes"



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José M. Ameliach N.


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