Un plan socialista: trabajo y humanidad para vencer la desesperación

Hay que vencer los bajos instintos. El capitalismo es el sistema que exacerba los bajos instintos, en particular el hedonismo y los placeres del no hacer nada, o hacer lo menos posible, pensar lo mínimo, sobre todo es el sistema de la rutina y la resignación, la máquina capitalista adormece la voluntad revolucionaria, no está hecha para la humanidad está hecha para la ganancia, el lucro y el consumo; y para ganar y consumir solo basta un poco de inteligencia, fría inteligencia. Todo está programado de antemano. Para vivir en el capitalismo solo se necesita querer ser como todos, la única voluntad es la de ser mediocres e ignorantes, siempre y cuando se consiga bastante dinero.

Para el socialismo se requiere voluntad de cambio, cambiar en el espíritu y cambiar el sistema, y eso requiere trabajo y más inteligencia de lo habitual, dosificar la sangre fría para la lucha, exacerbar la humanidad y el humanismo…. Solo son recordatorios éticos muy generales. A veces hay que distanciarnos un poco para no perder las perspectivas. Las elecciones son narcóticos para una Venezuela fragmentada y desesperada, pero las soluciones desesperadas también nos distraen, en el lado del chavismo, de nuestra lucha liberadora. La opción socialista no es electoral o para seis años, es la opción de salvar la humanidad siempre, y esto es un compromiso y una práctica de vida diaria.

Sin embargo apoyamos a Ramírez y a toda propuesta de recuperación del país socialista sin la concurrencia capitalista. Bajo la perspectiva socialista, sí se puede cambiar la sociedad en su conjunto, nunca será imposible recuperar lo que ya se había logrado. La de Ramírez es la única opción escrita con un fundamento ético socialista y que deja espacio para la lucha. Todo lo demás son tacticismos, son ejercicios de la imaginación cuando se juega con las reglas capitalistas; es la consternación de que el mercado no funcione, que la rutina del libre mercado, la manufactura y de la explotación sea perturbada; que el orden social se altere. Para eso hay fórmulas y recetas, pero para recuperar la voluntad de lucha y de cambio, el espíritu y la conciencia revolucionaria, esas fórmulas y recetas no sirven.

Demás está decir que Chávez conmovió al país en estos 18 años, para bien o para mal. Y que ahora, después de cinco años, solo lo recordemos por estos cinco desastrosos años, es decir, para mal, por haber tomado una decisión erronea. Se lo confunde con las tonterías de Maduro de garantizar la paz, cediendo espacios importantes a los empresarios privados; con el pragmatismo, mientras éste pragmatismo es a su vez confundido con el socialismo. Pero, manipulado o no, el pueblo chavista vive aún de la esperanza de volver a sentir la emoción de ser dueño de su destino.

La tarea principal de la derecha es matar esa esperanza, el poco entusiasmo que quede por ahí por el socialismo, matar el socialismo y sacar a Maduro. Pero la labor de Maduro es la misma, exceptuando lo último. El punto central para una salida digna de esta crisis está en cómo moralizar de nuevo, por lo menos al chavismo, si no se pudiera a toda la población, que la gente recobre fe pero no en los demagogos que entran en pugna electoral, sino en soluciones distintas a las del libre mercado capitalista, al liberalismo, a la libre especulación. Las opciones electorales burguesas cada vez son más normales dentro del capitalismo. Debemos despertar de esta pesadilla, de este retornelo.

Los chavistas deberíamos volver pensar el socialismo desde planes concretos y posibles. Y el de Rafael Ramírez tiene el impulso que dejó Chávez, sin demagogia. Es imposible hacer demagogia con él porque nos involucra a todos, nos responsabiliza y compromete a todos. En planes revolucionarios el trabajador y la sociedad humilde no pueden ser pasivos, sería una contradicción, como sí no es en la socialdemocracia, donde cada quien es un cliente de los grupos en disputa, un ente indiferente que solo se lo invita a votar cada tanto tiempo, pero el mismo no puede decidir su futuro.

La democracia participativa y protagónica quedó congelada en ese esperpento de ANC. En términos prácticos nunca ha habido democracia socialista, nunca ha funcionado como es debido, las elecciones y el clientelismo acabó con ella desde el embrión. Lo que Maduro y sus ayudantes llaman participación y protagonismo es trabajar para ganar elecciones, es trabajar para los oportunistas del lado de acá.

Las soluciones dentro de la revolución socialista son de largo aliento, pero su puesta en práctica debe ser urgente, pues acompañan al espíritu liberador de la clase trabajadora y del hombre sencillo en sus sueños de igualdad, además son necesarias para involucrarlos y para estimular su lucha.

No es posible que después de tantos esfuerzos colectivos hechos en tiempos de Chávez se pierdan en unas elecciones precarias y sin opciones. Es el momento de ver más allá de reparar al capitalismo. Reparar el capitalismo no es socialismo ni socialista, es reformismo socialdemócrata, populismo, demagogia. Ese entusiasmo que despertó Chávez en una gran mayoría del pueblo por la participación política se lo debemos a que el comandante se empeñara en una lucha frontal contra los grandes capitalistas y el capitalismo, en contra de los privilegios y la desigualdad. La gente entendió que debía estudiar y vivir dignamente, además que podía y tenía derecho a la salud, igual que todo el mundo. No es posible que después de sembrar en el chavismo la posibilidad de salir del hoyo ahora se lo quiera convencer que no hay otra salida sino recogiendo los pasos hacia atrás.

Felicito a Ramírez por decir todo lo que él piensa que se debe hacer para salir de este atolladero, pero sin la desesperación entreguista de estos vagos, inútiles y pragmáticos reformadores del capitalismo; lo felicito por abrir una salida dentro del espíritu socialista, de las propuestas originales del comandante Chávez, escritas en su Plan de la Patria original.



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Marcos Luna

Dibujante, ex militante de izquierda, ahora chavista

 marcosluna1818@gmail.com

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