Nosotros no creemos que Chávez fue un súper líder. En un país sin líderes auténticos esa puede ser la percepción que se tiene del líder: todo líder es un híper líder. A pesar de su autoridad el comandante fue un político inexperto, cándido ante el supuesto imperio de las leyes y las instituciones, y por creer en extremo en la pureza de la gente. Estamos seguros que conscientemente Chávez nunca se planteó ser un superlíder; esa actitud no cuadra con lo que conocemos de su carácter; de haber sido así no se hubiera engañado con el poder romántico que a veces tienen las leyes (decretos, reglamentos) sobre las personas, y con las mismas personas.
Chávez fue un verdadero líder al cual lo acompañó una masa de gente conmovida por sus cualidades de mando y de maestro, todo a la vez, como debe ser, un capitán de tropas probado en el campo de batalla. Al pasar el tiempo percibiría que estuvo rodeado de incomprensión y de ineptitud. Justo antes de morir, ya era tarde para sustituir a todo un equipo de gobierno demasiado "leal y obediente", a pesar de los antagonismos sufridos con él, las diferencias intelectuales y de carácter, las contrariedades y disgustos que no se comparten y que tuvo que tolerar.
Gobernar al PSUV por encima de las diferencias internas del partido fue vital para no perder la unidad de la militancia en torno a los planes ya trazados y no romper su continuidad. Lamentablemente, en los últimos años antes de su muerte, los aspectos fundamentales de esos planes solo él los tenía en su cabeza, muy pocos lo acompañaron en eso, después haber superado el famoso libro azul y el árbol de las tres raíces. Esto lo reconoce el mismo Rafael Ramírez, que para nuestro criterio, en ese entonces, fue de hecho el segundo al mando en el país, después de Chávez y trabajando a su lado. Por más trasnochos y fuerzas desplegadas para gobernar tantas cosas a la vez no alcanzó a controlar lo fundamental, alcanzar el punto de no retorno al capitalismo. Aun así, él sólo y sin mucho apoyo intelectual, pudo influir a través de su capacidad como comunicador y educador en la gente llana, creando conciencia verdadera en mucho pueblo y militantes de base, y en algunos, muy pocos, de sus colaboradores.
Esta militancia de base y colaboradores serían luego aplastados por el clientelismo, sitiados por el sistema electoral, que se impondría poco a poco, a falta de la participación activa del partido en las metas socialistas; a falta de esa consciencia y prácticas políticas socialista necesarias el sistema electoral burgués se impondría; a pesar de Chávez y de todos sus planes, sueños y deseos; los baypassearon cagados de la risa.
No hay que culpar al líder de tirano, porque "un solo palo no hace montaña". Chávez necesitaba, para aliviar la carga de las responsabilidades de gobierno, inteligencia y el carácter revolucionario de sus colaboradores, pero no fue así (quizás Rafael Ramírez, absorbiendo las tareas de otros ministerios, y otros chavistas honestos y convencidos, botados del gobierno de Maduro).
Al contrario, debemos agradecerle haber sido un hombre inteligente, consciente, arrojado y terco. ¿Qué debemos agradecerle? Que se rompiera la caída acelerada de la socialdemócrata hacia el fascismo, allá, en 1992…, que a la insurrección en contra del gobierno de CAP no se le adelantara un golpe militar de extrema derecha, fascista, eso hay que agradecerle al líder. Su sentido de la oportunidad para rescatar valores humanistas y bolivarianos olvidados y su amor por la historia de Venezuela. Su inteligencia y voluntad para resistir el embate de los aduladores. Y su conexión amorosa en virtud de su carácter con el pueblo más desvalido. Eso y otras cosas más hay que agradecerle a Chávez.
Cuando Chávez surge en la escena política los mecanismos electorales no convencían a nadie, ni había de dónde escoger a un verdadero líder, y menos aquel que fuera confiable para comandar una revolución social. Chávez llegó prácticamente solo, por sus propios pies, si hablamos de disposición y voluntad revolucionarias.
Muchos de los que estuvieron a su lado lo usaron como resorte para sus ambiciones personales o se colaron a su lado por fines políticos, algunos buenos y otros muy malos. Sin embargo, por sí solos, ninguno de estos sacristanes de la política hubiese sido capaz de liderar ni siquiera a un equipo de de bolas criollas, como lo hizo Hugo Chávez con el país, por su autoridad, a través de su misericordia, su honestidad, con una imposibilidad casi orgánica para mentir, hasta en los asuntos más nimios; su carisma. Su liderazgo no estaba basado en el control de todos los asuntos de la política y del Estado, estuvo asentado en el control de sí mismo, en su naturaleza de hombre honesto, en asumir sus responsabilidades; fe en sí mismo y en su pueblo desamparado, en su país y su historia.
Maduro no inventó eso de confiar en los empresarios ladrones disfrazados de honestos. Chávez fue el primer estafado que se estrelló contra ellos. Sin embargo él fue quien nos advirtió de la necesidad de anular la obligación de trabajar con la "empresa privada", por eso confiscó y sancionó a más de una sin mucha alharaca, y al tiempo que daba impulso y desarrollo a las grandes empresas socialistas.
Pero, como todos los entuertos de Maduro, esa "confianza en la empresa privada" fue lo único que pudo copiar de Chávez, por su carácter complaciente con la clase de los empresarios (los pelucones), transformándolo más tarde en un mal hábito, en un vulgar mecanismo para la acumulación de capital.
Chávez siempre citó a Bolívar al respecto de convertirse en tirano. El problema fue (y sigue siendo) la ausencia de líderes capaces, de asumir el reto y los sacrificios personales para hacer una verdadera revolución social. Y después de él, nadie de sus acólitos más cercanos estaba dispuesto a sacrificarse por el país ni por nadie ni por la revolución (que Maduro no nos engañe con sus golpes de pecho).
En el 2009 Chávez asume el socialista, su condición de marxista leninista, además de bolivariano; si hasta entonces las cosas estaban difíciles con sus "camaradas", que desobedecían órdenes expresas, que no trabajaban tiempo completo, que se cansaban sobre tareas que ni siquiera fueron capaces de pensar, ahora las nuevas exigencias ideológicas y políticas del gobierno, los nuevos compromisos, los alejarían mucho más del líder, y el líder se quedaría más sólo que nunca. Pero, los decretos y los discursos nunca son suficientes; como dijimos, Chávez fue un hombre cándido ante los efectos de las leyes, con la inocencia de las "instituciones democráticas" y tolerante con la representación de la lealtad, respetuoso de la imagen de la "obediencia", las máscaras que muchos llevaban orondos cuando lo tenía al frente.
Chávez se impuso al Partido, sin resistencia, pero no fue su culpa; nadie tuvo la talla suficiente como para contradecirlo políticamente, o discutir con él de política (con P mayúscula). Usó su poder para perseguir fines políticos, no fueron personales, egoístas, lo hizo así porque no hubo otra alternativa en un partido atiborrado de manipuladores y halagadores y con una militancia de base atolondrada y temerosa; no hubo de otra.
Sin embargo, después de su muerte, esa fatalidad de ser el líder indiscutible por una necesidad imperiosa, se convertiría más tarde en la fórmula para que el nuevo gobierno se aguantara en el poder de forma autoritaria, manipulando con la unidad y la lealtad, las mismas que invocaba Chávez pero para la revolución. Ahora la unidad y la lealtad es para con ellos (Maduro, Diosdado y sus ayudantes), que no son Chávez, y mucho menos la revolución, usadas por el "madurismo heredero" con el fin de imponer sus ambiciones personales y caprichos, más no para la revolución socialista de Chávez.