El silencio de la clase obrera
Jesús A. Rondón.@jxrondon
Desde hace décadas en Maracaibo las organizaciones de trabajadoras y trabajadoras siempre se han movilizado el 1º de mayo, para expresar propuestas y posiciones de clase. En algunas oportunidades participamos pocos, en otras éramos mas y en la ultimas la burocracia cooptaba las iniciativas, pero siempre en la calle. Este año las calles de esta urbe no sintieron nuestros pasos, nuestras consignas, nuestras posiciones.
El día internacional del trabajador y las trabajadoras siempre convoca a movilización y sino a la articulación y por esa razón los camaradas y las camaradas del colectivo donde participo nos convocamos para encontrarnos y tener una mirada compartida de la situación. En el alba de la conversa una compañera dijo: “siento como un silencio… hay como un silencio de la clase obrera” este primero de mayo. Tome nota de su apreciación y sobre ella preciso algunas consideraciones.
De principio es necesario precisar que quienes están en silencio son las organizaciones de los trabajadores y las trabajadoras, y particularmente nuestros sindicatos, dado que tenemos otras como las Cajas de Ahorro o los Consejos de Trabajadores y Trabajadoras. Son pocas las voces que surgen en este contexto, y tímidas; además, con el temor de ser etiquetados como contrarrevolucionarios y en consecuencia perder la gracia de los burócratas y con ello la poca esperanza de lograr algo que le el crédito de sus afiliados. En consecuencia, un sector mayoritario de organizaciones sindicales, se subordinan al discurso y al accionar de la burocracia y el partido. Otras voces abiertamente enfilan su discurso contra “el régimen” según ellos y se subordinan al discurso y a la acción de la derecha venezolana y conviven con los enemigos de clase, léase en esta oportunidad Fedecámaras.
En la calle quienes trabajamos no callamos. Las voces son múltiples y dispersas. Los relatos son de la precariedad: la del salario, la del agua, la de la electricidad, la del transporte, la de la comida, entre otras. Es el relato de la queja y la súplica de un milagro celestial, “porque, ya no se aguanta más”. Para algunos el milagro consiste en que Maduro se vaya, para otros que el imperio cese sus ataques.
Al final de este suscinto “estado del movimiento” encontramos una dualidad: el silencio de nuestras organizaciones y las voces dispersas y cotidianas de quienes cada día laboramos. Y la pregunta obligada: ¿Qué hacer? Y para respondernos necesariamente debemos mirar a nuestra historia y esta nos indica permanentemente que solo hemos podido avanzar cuando estamos organizados en función de los intereses de clase. Y eso comienza desde lo pequeño, desde lo cotidiano. Así pues, que quejemos lo que queramos quejarnos, pero no dejemos de participar organizadamente. Eso es lo que cambia la correlación de fuerzas que sostiene el estado de cosas que nos afecta, aquí lo milagros no existen. ¡Así que no hay opción entre esperar o participar, imperativo es participar!