Cuatro días antes de las elecciones, tuve acceso a un trabajo que habló del tema de la abstención. Su autor lo asumió como un estudio histórico del fenómeno desde unos cuantos años atrás. Y según sus números, en Venezuela esa cifra rondaba el 30 por ciento. "La llamó una abstención dura e histórica". Por supuesto, él partió del padrón electoral y no de la cifra de venezolanos con derecho a votar, o sea, mayores de 18 años. Digo esto, porque si mal no recuerdo, y confieso que suelo, creo como tanta gente de mi edad, pese que somos los en menos condiciones para eso, darle mucha credibilidad a mi memoria, hay unas cifras del viejo CSE, de la época de Leoni, según las cuales los votantes llegaron al 95 por ciento. Pero habría que recordar, que entonces, como ahora, para votar se requería la cédula de identidad laminada, y éramos muy pocos quienes poseíamos tal documento. Para que el joven lector tenga una idea del cuadro de entonces, aquí casi nadie, eran muy pocos o raros personajes, con cuentas en banco alguno, asunto que les hubiese obligado a portar una cédula. Quien hoy no tiene una cédula es como un ser mitológico o para no exagerar tanto, de eso no abunda mucho. Del inicio de la cedulación en Venezuela a la elección del Dr. Leoni como presidente de Venezuela, apenas habían transcurrido veinte años y de ellos, diez correspondieron a la dictadura de Pérez Jiménez, lapso durante el cual no había mucho estímulo, razón para sacar la cédula, salvo para ingresar a la escuela secundaria. Por eso, mi cédula es de apenas seis números, lo que suele asombrar a muchos jóvenes que por una razón otra leen la cifra o me escuchan dictársela. Pero además de eso, habría que saber que un buen número de cedulados sólo poseían "un comprobante", pues obtener la laminada era un proceso sumamente complicado y lento. Y ese "comprobante" no era válido para ejercer el derecho al voto.
Aquel trabajo agregó la cifra de quienes ahora no pudiesen votar por razones fútiles, como amanecer enratonado, disgustado, indispuesto, haber sufrido algún percance de última hora de distinta naturaleza y el número de venezolanos salidos recientemente del país que no pudieron o no quisieron arreglar sus asuntos con el CNE. De esa manera previó una abstención, creo que la calificó de "estructural", yo le llamaría muy probable, de cerca del 35 por ciento. Y haber razonado así, alguien quien no dio manifestación alguna de simpatizar por tendencia, sector alguno, me pareció acertado.
Eso significó y significaba que pudiera o pudo esperarse, dentro de una perspectiva muy optimista, una votación del 75 por ciento. No opinó acerca de lo que pudiera suceder dado el caso que sectores oposicionistas hacían campaña a favor de una política que se les volvió como consecuente y hasta "costumbrista", la que llama al abstencionismo. Esa misma que después de las elecciones del domingo, a todas luces equivocada, dice que "a este gobierno no se le saca por elecciones". Y lo dicen, pese las cifras, y la galopante crisis – recomiendo leer las recientes declaraciones de Hugo Cabezas – parecieran indicar lo contrario. Por supuesto, todo proceso tiene su tiempo y no se da nunca como debe ser cuando uno lo imagina o desea. Para ganarle al gobierno hay que ir a las elecciones cuando lo indique la Constitución y mover las fuerzas, con un programa y discurso coherente y competente. Si al 75 %, cifra que en verdad se esperaba que votase, se le resta la de quienes votaron, tendríamos una cifra de abstencionistas que, voy a llamarle "auténticos", proclives a ser entusiasmados por algo o alguien perspicaz, muy acertado y con los pies en la tierra, del 18.95 %.
Pero al abordar el tema de la abstención, que no se puede ocultar con ningún discurso y menos cuando se hace referencia a las sanciones aplicadas a la economía venezolana, que en esencia son contra los más pobres, espectro que en Venezuela se ha ultra dimensionado, hay que partir de la verdad. Ella fue alta, sobre todo al compararla con el histórico venezolano. El voto que vamos a llamar chavista para evitar discusiones inútiles, sufrió un descenso sustancial y lo que es peor, reitera la tendencia de procesos anteriores. Es posible explicarla, encontrarle justificación, que no es sólo en las sanciones internacionales coordinadas por el gobierno de Estados Unidos, "Guerra Económica", sino en la conducta del gobierno. Aparte de lo que tantos dicen sobre esto, hasta uno mismo, leamos la declaraciones de Hugo Cabezas, hasta hace poco hasta portavoz del gobierno. Seguir el enlace: https://www.aporrea.org/economia/n325583.html. Esta circunstancia debería obligar en particular a Maduro, tal como recomienda Maryclen Stelling, en lugar de cantar himnos de victoria con engolada voz, a "revisarse". No sería desacertado hasta pedirle "reinventarse".
Pero también lo fue en el bando opositor.
Claudio Fermín, acaba de dar unas declaraciones, que no deberían desestimarse, por descalificar al autor. Señaló sustancialmente que les "falto tiempo y recursos para romper con la posición abstencionista" del universo al cual solicitaban su voto.
Ahora, en estas elecciones del domingo, hubo una abstención del 53.95 por ciento, que para el caso venezolano, tratándose de cualquier tipo de elección es alta y más si se compite por la presidencia de la república. En muchos países como Colombia, Chile, por sólo nombrar dos, esa cifra sería muy baja, pero no en Venezuela.
La cifra de abstención, compuesta por potenciales votantes, tanto del gobierno como de la oposición, uno no sabe en qué proporción, se repartiría fundamentalmente entre Falcón y Maduro, dado que los votos obtenidos por Bertucci y Quijada fueron pocos. La polarización sigue anclada. Y es este otro rasgo importante.
No nos cabe duda, lo dice el descenso de la votación histórica del chavismo, que la cifra de abstencionistas tiene un alto componente de aquella. Por razones fáciles de comprender, no vale la pena repetir tanto lo mismo, son incontables los venezolanos de izquierda, chavistas, partidarios de un cambio y contrarios a regresar al pasado del puntofijismo, acérrimos opuesto al intervencionismo extranjero y ansia por apoderarse de nuestros recursos o algo peor que eso, que se abstuvieron de votar. Hablo de gente que nunca votaría por una candidatura proveniente de los terrenos de la MUD.
Pero también fue alta la de la oposición, tanto que Falcón obtuvo una cifra de votos muy lejana de la de Maduro y eso no se explica con el simplismo de trampas del CNE. Ese argumento ya está demasiado desgastado y la racionalidad venezolana no le da valor alguno. La verdad es que la postura abstencionista es muy dura en la oposición porque que esa es la que sus dirigentes han pregonado en los últimos años y fundamentalmente por la oferta de "sacar al chavismo a como dé lugar", que vienen haciendo desde el 2002. Tiene razón el joven Fernández de CPËI cuando afirma que la gente de la MUD, sobre todo esa que anda por el exterior haciendo lobby en lugar de estar aquí orientando a los suyos, ya lleva cerca de 20 años de fracasos con una línea que no acierta pese en veces las cosas se le ponen tan fácil como una piñata rodando por el suelo. Porque también, hay de por medio una verdad enorme, entre ellos, hay demasiados escollos o mejor diferencias, para ponerse de acuerdo en política y economía política.
Acierta Claudio Fermín cuando habla de tiempo, recursos y capacidad organizativa. Recomponer el discurso de la oposición es cuesta arriba, ya que muchos de ellos, los más influyentes, lo que no quiere decir los más cuerdos, gozan del respaldo económico pero del mal consejo de factores a quienes el venezolano no le importa, por lo que siguen plantados en la idea de imponer la violencia en Venezuela y salidas al margen de la legalidad, las que por serlo estimula aquella. En buena medida, el potencial votante opositor está plantado en las ideas oportunistas y facilistas que le impusieron y para sacarle de eso se requiere organización, unidad hasta sea posible unir, organización, un discurso coherente, claro y algo de tiempo. Pero los oportunistas, de toda pinta, generalmente andan a la carrera.