Sin duda que al final la ambición en Santander fue tan exigente que no le permitió tener el más mínimo pudor ante tanta crueldad e ignominia, y demostrar tanta sumisión ante sus amos imperialistas de otros países y de la oligarquía criolla colombiana, por ello mientras en Bogotá se desataba una campaña expedita para desprestigiar a los amigos de Bolívar, al mismo Bolívar y amenazar al General José Antonio Páez cuando Santander sea el Presidente electo de la Gran Colombia porque entonces si se vería en grandísimo aprieto y éste podría ocasionar su muerte ante un pelotón de fusilamiento, basándose en la orden desobedecida de llevar a Colombia un número exorbitantes de tropas, por ello le hace llamar para que se presente ante él, tendiéndole una trampa y al no más llegar mandarlo encarcelar y consiguientemente con un amañado juzgamiento enviarlo al patíbulo, Páez no hace caso de la citación y no va a Colombia por estar muy patente el odio que Santander tiene a los venezolanos y por ello seguro lo haría fusilar también, tal como lo hizo con el Coronel Leonardo Infante; que murió siendo inocente. Seguro fue todo esos desmanes santanderista lo que dieron al traste con aquella frágil y utópica nación de naciones.
En el juzgado sobre el caso del Negro Infante nunca se pudo comprobar fehacientemente su injerencia en el asesinato del Capitán Perdomo. Pero si quedó plenamente claro por varios testigos que el Capitán Perdomo sale del lugar en donde se encontraba también el Coronel Infante, 12 minutos antes, circunstancia que hace imposible que un hombre cojo y de un caminar muy lento lo alcanzara a las pocas cuadras y pudiera lancearlo. Argumento que en definitiva no se toma en cuenta en la defensa de Infante por el tribunal, siendo clave para el esclarecimiento del caso
Como consecuencia de las probanzas de inocencia anotadas y no consideradas en el juicio, ya Bolívar en conocimiento de la muerte de su amigo Infante escribe a Santander desde Cuzco, en cuya carta, en forma indirecta le comenta que " que así habrán quedado satisfechos los deseos de esa gente" de manera que el pérfido político debió comprender por aquello de que a buen entendedor pocas palabras, mientras que a su dilecto amigo Fernando Peñalver el caraqueño escribe para desmentir tanta calumnia, y a favor de la posición venezolana sobre el caso: "Dígale Usted al Doctor Miguel Peña que nadie le amaba ni estimaba (refiriéndose a Infante) más que yo. Con esta injusticia y sumando calamidades, la Gran Colombia se partió en tres porciones, por la inocencia de Infante y las manos criminales que ejecutaron el nefasto crimen. Y recordando los momentos estelares vividos por este héroe y centauro llanero venezolano, Leonardo Infante, queda su gesta en El Rincón de los Toros, Paya, Guayana, Queseras del Medio, Caujaral, Gámeza y Pantano de Vargas.
El recuerdo de la infinita maldad del General Francisco de Paula Santander, adorado por la oligarquía Neogranadina, especialmente para Colombia pesa la más horrible maldición que haya podido heredar nación alguna y ella ha destrozado un brillante futuro y condenado al país a vivir constantemente en inmensa arbitrariedades. Venezuela ruega a la Providencia se apiade de aquel pueblo engañado y saboteado, dañado y deteriorado por su infame oligarquía.