Cuatro décadas y medias vividas, de allí, parte este análisis retrospectivo de lo que el tiempo, conjugado con el comportamiento conocido como personalidad me ha significado. Debo iniciar dándole infinitas gracias a mi padre celestial, único y verdadero dueño de mi vida, el cual mora en el centro de mi corazón; luego a mi hogar, padres biológicos, hermanos y demás familiares. Estar agradecido por lo bueno o malo que te puede acontecer en algún momento, es un escenario que se debe ver con mucha prudencia e inteligencia, es preciso pedir en oración discernimiento y sabiduría. Lo bueno lo celebramos, mientras que lo malo lo satanizamos. Es en las cosas malas donde podemos hacer lectura de la auténtica esencia de la vida, pues nos permite conocernos a lo interno, al momento que exteriorizamos nuestra capacidad de análisis y respuesta. Es en estas situaciones de malestar donde se fortalecen los cimientos de la madurez, bondad, perdón, solidaridad, entre otros valores y principios de vida. Cuando nos estacionamos en un problema, nos convertimos en un pintor de grises direccionando argumentos y acciones estáticas, que limitan la posibilidad de avanzar y superar el mal rato.
Se genera un bloqueo irracional y paranoico, que niega cualquier salida, por lo general muy fácil y sencilla de aplicar. Unas de las cosas en la que he creído que me sucede y debo cambiar, es en creer irrevocablemente en los demás, entregar mi confianza no puede tener una suerte de apego; que da un carácter irrestricto. Es una especie de camino con elementos a sus lados que simulan en momentos tener un gran valor, y empieza uno admirar con tantas fuerzas que termina de manera inconsciente adulando a dicho elemento, se hace ciego ante realidades que pasan alrededor del elemento que tienen un efecto negativo y perverso. Al estar consciente de esta triste realidad aparece el despecho y la depresión, producto de la idealización efímera, que fuimos capaces de construir. Este episodio nos pasa a través, de una separación de pareja, la traición de un hermano, de un amigo, con compañeros de trabajo, entre otros que fueron capaces de tener una vinculación sentimental con uno.
Pero es en este preciso momento que debemos tomar nuestras paletas de colores y dibujar sobre esos grises, que frenan tu caminar y llenan de oscuridad tu camino, es el momento de renunciar a ese caminar cansado. Últimamente, he aprendido a jamás pedir, ya que mi Padre Celestial es mi Proveedor. Todo me lo debo ganar con trabajo y honradez, ya que esta es la mejor herencia que puedo dejar a mis hijos y de referencia a quienes me conocieron. Una relación afectiva, cualquiera que sea, nunca pudo ser sincera, si no se tuvo la práctica de perdonar. Ante esta realidad es mejor colorear esos grises. Avivar nuestras vidas con colores es la única solución, vendrán nuevas oportunidades, acompañados con nuevos amigos, que quizás puedan valorar tu concepto sobre la amistad. El perdón es el mejor color que podemos utilizar en el lienzo de nuestra vida, Jesucristo nos invita a practicarlo a diario, su utilidad es liberadora. Es posible que junto a nosotros convivan muchos momentos grises, ellos aunque no lo creamos causan opacidad en nuestras vidas, limitando la capacidad de felicidad que nos regala nuestro Dios, dejemos de lado la oscuridad y el pesimismo. Cada quien que responda por sus actos, nosotros el pueblo de Dios centrémonos en ser felices con una paleta de colores que le brinde e irradie luz, esperanza y fe.