Estas últimas reflexiones sobre la primera línea de acción definida por el presidente Nicolás Maduro: Diálogo y Pacificación, pretendo interpretar el sentir de cimarronas y cimarrones que manifiestan en las calles y los medios su desconcierto, su descontento o su franco desacuerdo con el nuevo llamado al diálogo y con los beneficios procesales concedidos a quienes incitaron o ejecutaron actividades delincuenciales por diferencias "políticas".
Molestias lógicas ante nuevas invitaciones a banqueros y empresarios -agentes, cómplices o títeres dependientes de los perros de la guerra- que no tienen ningún interés en dialogar ni en contribuir a la estabilidad política y económica del país. Indignación perfectamente explicable ante el trato preferencial dado a capos de la conspiración contra el proceso y a malandros mal llamados "guarimberos" que nada han hecho para merecerlo.
Sentires lógicos en un pueblo que ha reelecto al presidente Maduro en espera de reciprocidad. De ser escuchado y atendido por autoridades gubernamentales que parecen haber olvidado que están obligados a gobernar y a defender los principios y derechos consagrados en la Constitución de 1999.
Sentires lógicos en un pueblo que ha aguantado toda clase de privaciones, agresiones y maltratos porque sabe que estamos en guerra. Que acompaña al presidente Maduro en su incesante y estratégica búsqueda de Paz, pero que no puede evitar su desconcierto ante esta paz unilateral y bizarra. ¿Paz con escasez de alimentos, medicinas, transporte, agua, efectivo, …? ¿Paz con asesinatos de hombres y mujeres del pueblo? ¿Paz bajo ataque creciente del capital-sionismo trasnacional contra el pueblo de Venezuela y los demás pueblos de la región latino-caribeña?
Sentires reconocidos por Maduro, en su intervención durante la apertura del IV Congreso del PSUV, al solicitar "…la comprensión y el apoyo a las medidas de diálogo que he tomado, a las medidas de beneficios y libertad hacia los actores políticos …".
Pero este pueblo no está para que le pidan sino para que le den. Este pueblo espera la adopción de medidas que lo liberen de una precariedad urdida por capos mafiosos externos e internos que han destruido el "buen vivir" que venía alcanzando y lo han llevado a tener que invertir su tiempo y energías en una agotadora lucha diaria por un "mal vivir".
Este pueblo está listo para ejercer el poder que le corresponde. No para que lo mareen con medias verdades y espectáculos, ni para que lo atropellen como lo hicieron el viernes pasado con quienes fueron a manifestar su descontento con el "perdón" frente a la Casa Amarilla.
No basta con reconocer las esperanzas, el valor y el espíritu de lucha, hay que cuidarlos y nutrirlos…
Mariadela Villanueva
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